jueves, 16 de junio de 2022

La intratecnología: el biohacking

      Hace unos días un amigo me pidió que escribiese algo sobre el biohacking y los biohackers y le respondí que sobre estos novedosos temas ya hay muchos libros escritos y que se trata de un movimiento muy difundido en el mundo. No obstante mi amigo insistió y le dije que intentaría hacerlo en no más de cuatrocientas palabras. Con esta primera ola de calor que nos azota, mi niebla mental se ha acentuado y escribir más de esas palabras es casi una tortura.

      Nuestra vida se halla rodeada de tecnología por todas partes, pero todos los artefactos que manejamos son mecanismos externos que, es cierto, interactúan ─con mayor o menor intensidad─ con nosotros. El biohacking es un paso más allá, se trata de la tecnología que se introduce en nuestros cuerpos, en nuestro organismo. Algunos lo definen como un movimiento cultural, biológico y tecnológico ligado al transhumanismo que proyecta la mejora de las capacidades humanas mediante implantes de dispositivos electrónicos en nuestros cuerpos. Y los biohackers son aquellos individuos cuyo objetivo de hackeo ─tratando de entender este término de modo muy general─ es el cuerpo humano. También podríamos decir que el biohacking impulsa un acceso más simple o fácil a la ciencia y a sus adelantos.

      En cierto modo los biohackers recuerdan a aquellos primeros radioaficionados de los primeros años del pasado siglo que desde sus casas, y con medios muy limitados, se dedicaron a investigar sobre la trasmisión de las ondas de radio y aportaron una gran cantidad de conocimientos con sus experimentos caseros, fueron los pioneros de lo que ahora se ha dado en llamar “ciencia ciudadana”.

      Es gente arriesgada que se atreve a experimentar, fuera del control médico o científico, con su propio cuerpo nuevos dispositivos y tecnologías. Se les conoce como “grinders”, son investigadores aficionados, que con verdadero arrojo se lanzan a investigar y experimentar sobre temas bastante insólitos. Este movimiento comenzó en 2001, cuando salió a la luz el primer mapa provisional del genoma humano. Después, en estos últimos veinte años, el movimiento se ha ido diversificando en múltiples ramas. De modo informal podemos citar alguna como la de los implantes de “chips” intradérmicos que captan diferentes datos del cuerpo humano y cada cierto tiempo los envían a computadoras o teléfonos móviles para ser tratados. También están los que se hacen tatuajes electrónicos (“tech-tats”) que permiten transmitir información desde la superficie de la piel. Hay biohackers que trabajan en la fabricación de quesos usando ADN humano sintetizado en sus laboratorios. Están también los que fabricaron un líquido a base de clorofila y descubrieron que aplicando unas gotas de este producto a los ojos mejoraba sensiblemente la visión nocturna. En fin, los ejemplos que podríamos poner me harían sobrepasar, con mucho, las 400 palabras previstas.

      Realmente ya me he pasado, ya llevo bastantes más palabras.

      De un modo esperanzado pensamos que las aplicaciones médicas de una gran cantidad de estos avances tendrán un gran impacto sobre la vida que ahora conocemos. La superación de las limitaciones biológicas y la mejora de nuestras capacidades hará que los cyborgs y los superhumanos sean realidades cada vez más cercanas.

     En total, creo que son 538 palabras, incluyendo el título.