miércoles, 13 de marzo de 2024

Insignificancias

 

      Tenía un amigo extranjero que siempre llevaba una cámara fotográfica de excelente calidad y le gustaba muchísimo sacar fotos de insignificancias; una hoja o una flor, una copa medio vacía en una mesa, el tapón de una botella en el suelo, un bolso de mujer sobre una silla de un bar, el humo de un cigarrillo. Él decía que todas esas insignificancias tienen un “espíritu” y que, a veces, era posible captarlo con la cámara.

      Me gusta escribir insignificancias, cosas pequeñas, de poco fuste, de esas que podemos pasar por ellas casi sin darnos cuenta.

      Miro mi mesa y también veo esos objetos, un portátil encima de otro, uno ─el de la noche─ con un teclado que tiene marcadas las letras muy grandes y las veo casi en la oscuridad, otro el normal, el del día, con las teclas normalitas y casi invisibles en la penumbra. Un tarro con lápices y bolis, un bloque de hojitas para tomar notas rápidas y una cajita de clips. A la derecha el ratón azul con su imponente alfombrilla negra. Un poco más allá, pero a la mano, el teléfono móvil. Minucias...

      Las minucias bailan a mi alrededor... Pienso en mi operación del próximo miércoles, ¿me llevo un portátil a la clínica? No, mejor una tablet o sólo el smartphone. No sé cuántos días estaré, tres, cinco,... ni idea...

      Será por laparoscopia, esa técnica quirúrgica ─mucho menos invasiva que cortar con el bisturí─ que se realiza para examinar y extirpar, ¿insignificancias?, en el interior del abdomen y la pelvis. Los cirujanos utilizan un laparoscopio, que es un instrumento delgado con una cámara en el extremo que se inserta a través de pequeñas incisiones en la pared abdominal. Esto permite visualizar los órganos internos en un monitor de video, ¿es así? Bueno, más o menos. Hay un pólipo en el ciego, con capacidad de ser obstructivo, que hay que quitar. Cortarán un segmento del intestino grueso y unirán los cabos.

      Estaré unos días fuera, en off. El móvil, si tengo fuerzas y ganas, me tendrá en contacto con el exterior (¡qué no se me olvide llevarme el cargador!).

      Aún queda una semana, una menudencia de tiempo...

jueves, 29 de febrero de 2024

“Y en la hora de nuestra muerte...”

 

      Ayer estuve ordenando y tirando papeles, una labor sedante que me aconsejan muchos amigos que haga con frecuencia. Entre los montones apareció un ejemplar de una publicación del miércoles 6 de septiembre de 1.950, ¡ya hace años! 

      Se trataba del periódico del Puerto "Cruzados" ─que desapareció en marzo de 1969─ era un número extraordinario dedicado a la festividad de la Virgen de los Milagros, la Patrona. Uno de los artículos era de carácter necrológico sobre mi tío-abuelo por vía paterna Ignacio Pérez Muñoz, del que heredé mi nombre. Era un gran sacerdote salesiano (yo siempre he creído que era un santo) y un compañero de la orden le hace un sentido homenaje. Se me ha ocurrido poner este escrito aquí para recordar a mi tío-abuelo al que, lamentablemente, no pude conocer, aunque mi padre me hablaba muy a menudo de él. 


Y en la hora de nuestra muerte...”

      Una mañana, aquellas manos que durante cerca de cincuenta años, día a día, se habían elevado juntas sobre su cabeza, para demostrar a la adoración de los fieles el Cuerpo del Señor, yacían sobre la Mesa de Altar como dos lirios tronchados: Era su última Misa...

      Sus ojos contemplaron nublados de lágrimas aquellos accidentes que desaparecían ante su vista mientras que el cáliz se convertía en un objeto informe que contenía la Sangre y el Cuerpo del Señor. Y cuando quiso repartir a los fieles el Manjar Divino, sus pies de mensajero de la paz, se negaron a ser los realizadores de la divina misión: Una parálisis progresiva le había acechado como un ladrón nocturno en aquella encrucijada de su vida, para asestarle el golpe de muerte, arrebatándole el don más preciado que Dios concede a los mortales.

* * *

      Cuando lo vi por primera vez después de la terrible prueba, se ofrecía tendido en el lecho, con la mirada brillante y emocionada y una vaga sonrisa entre los labios que era la más heroica floración de la abnegación cristiana.

      Hubo una reciproca mirada de inteligencia un traspaso de corazón a corazón de sentimientos ocultos, mientras el enfermo privado ya del don inestimable de la palabra señalaba confusamente, con aquella mano que se obstinaba en menospreciar el imperio de la voluntad, la imagen de la Virgen pendiente de la cabecera del lecho...

      Era una estampa policromada y colosal de Ntra. Sra. de los Milagros; la misma que una madre santa colocara entre las ropas blancas del equipaje del escolar de antaño, aquel día memorable en que antes de trocar el hogar por el internado lejano, había de escuchar de los labios temblorosos de su progenitora: "¡Qué no dejes de rezarle todos los días a la Patrona!".

      Y desde entonces la Virgen Morenita y buena ejerció un especial patronazgo sobre aquella larga y fecunda vida que al fin se le entregaba como una flor ajada a sus plantas, después de haberle dedicado hasta el último aliento de sus perfumes...

      Suavemente descolgué la imagen de Ntra. Sra. y aplicándola a los labios del enfermo, no se si de ellos brotaron una oración o una ofrenda, pero bien pude comprobar, como el rostro del paciente se iluminaba en una ancha sonrisa de recuerdos: Si; ante aquella memoria que pronto se había de oscurecer en el tiempo a la presencia de la luz increada, el enfermo recordó aquella escena tiernísima en que, según el relato materno, unas manos cariñosas le introducían aún parvulito bajo el manto de la Patrona... Y fue después cuando convertido en lirio de Primera Comunión, escoltaba el altar de la Virgen en una fecha imborrable en que sintió distintamente la llamada hacia el camino del sacerdocio... Y más tarde se vio asimismo subiendo al solio de la Señora, para cantar el cántico de Gloria, reservado a los ministros del Señor... Y a lo largo de su vida... durante muchos años... contempló como hacía un alto en la infatigable labor de su apostolado, para acudir cada 8 de septiembre a acompañar a la Reina en su desfile triunfal...

      Fiel a la consigna de la madre de la tierra, la del Cielo que durante más de cincuenta años venía protegiendo su dueño, se aprestaba a trasladarlo desde las vicisitudes de la tierra al sueño eterno de los justos.

      Y tal fue el tránsito del enfermo; un plácido sueño en que sus oídos de centinela esforzado se fueron cerrando insensiblemente al tronar guerrero de las pasiones humanas.. Un suave sopor en el que a su vista de experto navegante fueron desapareciendo las escolleras que tan hábilmente supo sortear, para avistar las playas dilatadas de un puerto de paz y de refugio eterno.

      Horas después, con la serenidad del justo pintada en el semblante; revestido con los paramentos sacerdotales y ceñidas sus manos con la dulce atadura del Rosario, sus despojos salían de aquel Colegio de Ronda, que él vio arder en una noche trágica y al que hizo resucitar de sus propias cenizas en limitado tiempo, al impulso de su esfuerzo de titán y al que supo infiltrar los rasgos de eterna juventud de que aun hoy goza.

      En el Camposanto de la Ciudad del Tajo, junto a otros beneméritos varones que le precedieron y antecedieron por la senda de la Vida Religiosa, los despojos del querido extinto, aguardan la gloria de la otra inmortalidad.

* * *

      Sobre la cabecera de mi lecho, la imagen de la Virgen de los Milagros que presidiera el principio y el final de la carrera de quien después de Dios me introdujo por los caminos del sacerdocio y en el Jardín de la Congregación Salesiana, campea como Reina y Madre...

      Todas las noches, al evocar la figura de quien amé como a padre bueno, mis labios musitan la más esperanzadora de las plegarias: "...Y en la hora de nuestra muerte...", mientras mis ojos acarician la figura policromada y Morena de mi Patrona.

* * *

      Por el mundo Salesiano que hoy confunde sus fronteras con las dimensiones geográficas del planeta, vuela una carta mortuoria, como una mariposa de alas enlutadas, franqueando la clausura de centenares y millares de centros Salesianos...

      Y en la dulce lengua del Dante, la noticia se hace plegaria y sufragio...

      Queridísimos Hermanos: Con el alma profundamente acongojada os comunico el fallecimiento del Profeso perpetuo, Sacerdote Ignacio Pérez Muñoz...

      Había nacido en el Puerto de Santa María...

  Francisco Villanueva S.S.

Sevilla y Agosto 1950

sábado, 17 de febrero de 2024

Ejercicio hermenéutico

 

      La palabra siempre me ha gustado. En su forma más básica, la hermenéutica se refiere al proceso de comprender el significado de un texto, yendo más allá de su mera literalidad para captar sus implicaciones más profundas y su contexto cultural, histórico y lingüístico. La palabra "hermenéutica" proviene del griego "hermeneutikē", que significa "interpretación". Hoy se me ha ocurrido tratar de interpretar unos versículos del Evangelio de Marcos. En vez de hacer un crucigrama o dormirme delante de la televisión prefiero hacer un, ejercicio hermenéutico, ¡cada uno tiene sus manías!

      Dicen los entendidos que Marcos era el menos culto de los cuatro evangelistas, que su griego dejaba bastante que desear, que no era muy pulido. También es el más breve de los cuatro Evangelios. Posiblemente lo escribió ─todo lo más─ en el año 70 d.C. También comentan los estudiosos que este Evangelio de Marcos debió componerse y divulgarse antes que Mateo y Lucas empezaran a escribir los suyos, pues parece ser que ambos tomaron mucho prestado de Marcos. Digo todo esto porque hoy (por inspiración cuaresmal, quizás) recordaba el pasaje en el que narra que había había un cementerio, donde vivía un hombre que tenía un espíritu maligno. Este individuo poseso día y noche andaba en el cementerio y por los cerros, dando gritos y lastimándose con piedras. Nadie era capaz de sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Lo habían encadenado muchas veces y le habían aprisionado los pies con gruesos aros de hierro, pero él rompía las cadenas y despedazaba los aros. Nadie podía con su terrible fuerza. Hubo un momento en el que coincidió con Jesús. Jesús bajaba de una barca y el hombre salía del cementerio: éste, al ver a Jesús a lo lejos, corrió y se puso de rodillas delante de Él.

      Creo que es así la historia, ¿no? Este pasaje nos presenta a un hombre atormentado por un espíritu del mal. Su situación es desesperada: vive en un cementerio, está encadenado, y nadie puede controlarlo. Su fuerza sobrehumana y su comportamiento violento lo convierten en una amenaza para la comunidad. Vive en un cementerio, símbolo de muerte y desolación. Este escenario refleja la condición del hombre, dominado por el mal y alejado de la vida. Atormentado por un espíritu maligno, vive en una situación de aislamiento y sufrimiento. Su fuerza descomunal y su comportamiento agresivo son una manifestación del poder del mal que lo posee. A veces habían utilizado cadenas y aros de hierro para sujetarlo, sin éxito. Esto, pienso, que es una demostración de la impotencia del ser humano frente al poder del mal.

      Al final, Jesús aparece como la única esperanza para el hombre. Su presencia trae consigo la posibilidad de liberación y sanación. La reacción del poseído es inmediata al ver a Jesús, el hombre corre hacia la orilla en la que Jesús había desembarcado y se arrodilla ante Él. Con este gesto indica su reconocimiento a la autoridad de Jesús y la súplica de ayuda.

      Concluyo que este pasaje (Marcos 5:1-9) nos intenta enseñar que el mal es una realidad poderosa que puede causar sufrimiento y destrucción. Sin embargo, la presencia de Jesús trae consigo la esperanza de liberación. Jesús tiene poder sobre el mal y puede restaurar la vida a aquellos que han sido oprimidos por él.

      Seguro que la próxima vez lo hago mejor.

jueves, 1 de febrero de 2024

Mínima crónica de una tertulia interesante

  

      Hace pocos días tuve el privilegio de asistir invitado a una tertulia quincenal en la que participan varios amigos y conocidos. En ella suelen tratarse múltiples temas que van surgiendo de improviso, rara vez vez tienen algo programado de antemano. En la reunión hay mucho nivel y fue para mí un placer escuchar atentamente e intervenir, tímidamente, en muy contadas ocasiones.

      Una de los más asuntos comentados, y de los más interesantes, fue el de relación ─e incógnitas que se presentan─ entre las enfermedades de la mente y Dios. 

      Cierto es que se trata una cosa difícil y no posible llegar a conclusiones certeras, pero se hicieron hermosos planteamientos. Se vio que la relación entre enfermedades mentales y creencias religiosas es compleja y multifacética.

      Quedó constatado que algunas personas encuentran consuelo y apoyo en su fe durante momentos difíciles, mientras que otros pueden experimentar conflictos debido a diferentes interpretaciones religiosas de sus condiciones.

      Vimos también lo importante que es abordar estos temas con comprensión y respeto, reconociendo que la salud mental es influenciada por diversos factores, incluyendo biológicos, psicológicos y sociales.

      Es muy probable que en otra sesión de la tertulia se continúe hablando de esto y, si me invitan, daré cuenta aquí de lo que en ella se exponga; considero que los padecimientos neurológicos graves hay que mirarlos ─y es la tendencia actual─ desde todos los ángulos posibles.

sábado, 30 de diciembre de 2023

Sin fastos



      Érase una vez, en un país lejano, dos ancianos reyes que habitaban en un hermoso castillo de múltiples estancias. El invierno se mostraba frío y desapacible, envolviendo todo con su manto blanco mientras se acercaba la noche de Fin de Año.

      En el amplio salón, un gran televisor presidía el ambiente con el volumen casi inaudible. El matrimonio real, estaba solo y se enfrentaban a la primera Nochevieja sin la compañía de ninguno de sus hijos. Y tampoco había nadie de la guardia real, todos habían tomado una merecidas vacaciones. El eco en las estancias era el único séquito de los viejos reyes. Pero no se mostraba ni tristes ni infelices. Incluso bromeaban sobre la idea de recibir, completamente solos, el Año Nuevo.

      —Esto es como el principio del fin, ¿no? —se encogieron de hombros en señal de aceptación irremediable, riendo juntos.

      —Al menos nos acostaremos pronto y no se nos atragantarán las malditas uvas —comentaron, compartiendo un gesto de complicidad.

      A pesar de que muchos teléfonos había sonado varias veces, decidieron no descolgarlos, sumidos en la quietud de la fortaleza. Esa noche no habría ruidos de copas altas chocando, ni risas de bocas abiertas, en su Nochevieja. El gran salón, por momentos, se hundía en un silencio que solo rompía el débil sonido del televisor.

      —Lo de los "cuartos", las “medias" y lo de todas las campanadas nos importará un soberano bledo —decían, desprendiéndose de las preocupaciones mundanas.

      Con una mezcla de resignación y calma, se entregaron a la idea de pasar la noche solos, disfrutando de la serenidad de su inmenso hogar.

      Mientras el reloj avanzaba inexorablemente hacia la medianoche. Decidieron no prestarle atención al tiempo, dejándose llevar por la suave corriente de sus propios instantes.

—Mañana nos levantaremos, si Dios quiere, a la hora que nos dé la gana. Y comeremos de lo sobrado en estos días, las despensas están atestadas —dijeron, abrazándose con la certeza de que, a pesar de la soledad, la vida seguía y cada instante merecía ser vivido con plenitud.

      Así, en la quietud de su reino, los ancianos reyes despidieron el año, sin grandes celebraciones, sin fastos, pero con la paz que solo el amor y la aceptación de la vida tal como viene pueden brindar.

      Y mientras, afuera, el reloj marcaba el cambio de año, ellos se sumieron en un sueño tranquilo, lejos de las expectativas y convenciones sociales, preparados para despertar a un nuevo día, quizás lleno de posibilidades. Se adentraron en la noche con la certeza de que, al menos, compartían la mejor compañía: la de aquellos que han construido una vida juntos

      Colorín, colorado...


Las abuelas

      Ayer, presencié ─quizás─ mis dos momentos más conmovedores de todo el año, los cuales me colmaron de emoción y provocaron que me brotaran algunas lágrimas. En el primero, mi nieta Emma de diez años exhibió una generosidad excepcional al hacer impecablemente la cama de su abuela enferma y acompañarla mientras caminaba por la casa, ofreciéndole apoyo y dirección. En el segundo, el niño ─Carlos─ de doce años, demostró una solidaridad admirable y una madurez impresionante al convertirse en el soporte y báculo de su abuela para permitirle realizar suaves ejercicios y moverse un poco. Estos actos desinteresados y llenos de amor iluminaron mi jornada, reafirmando la importancia y belleza de los lazos familiares. Asimismo, subrayan la tremenda relevancia de inculcar valores de misericordia y compasión a los niños desde una edad temprana.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Nochebuena; vida nueva

 

      Hoy es la Nochebuena y no quería dejar este día sin una reflexión fuerte, de esas que a algunos les puede dejar algo de poso. ¿Pretensión vana? No lo sé, en realidad tampoco tiene demasiada importancia. Uno piensa lo escribe y lo lanza al aire, no hay más.

      Cuando uno se va haciendo mayor y lleva años jubilado ─no me llega a gustar mucho esta palabra, a pesar de lo del “júbilo”─, la persona mayor ─el gran adulto─ se ve, de nuevo, en la encrucijada de reestructurar su existencia de manera completamente distinta.

      Para muchos comienza una fase inexplorada hasta entonces, liberados de la implacable presión del tiempo y los compromisos diarios, despojado de las infinitas ocupaciones obligatorias que antes regían la vida. Desde luego, que finalmente, se experimenta la libertad de haberse desprendido del peso de producir, rendir o triunfar, parece que se ha dado el paso al momento propicio para dedicarse a los anhelos postergados durante años.

      Nos retiramos, y aparentemente, se amplía el horizonte de la vida, avivando nuevas expectativas. Sin embargo, pasan los años, y en transcurso de los mismos, todos vamos percibiendo la proximidad del "límite", esto nos va generando una sensación peculiar. A pesar de contar con más tiempo y libertad que nunca, la limitación impuesta por la edad se hace patente, señalando el inevitable camino hacia el final.

      ¿Cómo afrontar este momento tan trascendental de la existencia?

      ¿Cómo abrazar esta etapa de la vida?

      En fin, uno piensa y lo lanza al aire, no hay más...

      Ahora me viene a la memoria una frase que bien pudiera ser de Bukowski: “Sólo hay un pecado, vivir a expensas de lo que los demás piensen de ti”.

      ¡Feliz Nochebuena hermanos!

      Un fuerte abrazo.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Vivir como un niño


      Bueno, hace que no escribo algunas semanas, resulta que estaba perdido en un mundo paralelo donde las palabras son atletas y necesitaban entrenamiento intensivo. Varias veces intenté convencerlas de regresar aquí, pero insistieron en hacer piruetas verbales. Finalmente, logré persuadirlas con promesas de café ilimitado y algún chiste malo. En definitiva, que aquí estoy, de vuelta, con las palabras ─creo que en buena forma─ y listas para escribir como si nada hubiera pasado. ¡La pluma está de vuelta del campo de entrenamiento literario!

      Como ocurre con frecuencia, el tema para escribir me lo proporciona mi amigo japonés Kimura con el que suelo charlar a diario. 

      Esta mañana sacó a relucir un tema en el que ya es recurrente, el del envejecimiento y sus implicancias. Me decía que una de las grandes diferencias entre el mundo occidental y Japón es que aquí, la mayoría de las personas de edad ─más  o menos─ avanzada, se resisten a aceptar el proceso natural del envejecimiento. Intentan por todos los medios reconocer sus limitaciones y el desgaste inherente. Juegan ─siempre con poca fortuna─ a demostrar que conservan su vitalidad y energía, esforzándose por persuadirse y convencer a otros de que aún son jóvenes y robustos. No quieren, en modo alguno, adaptarse a las actividades y al ritmo de vida propios de la vejez les resulta difícil con el paso del tiempo. Esta postura les genera una gran tensión tensión, y esas personas desahogan su amargura y mal humor en su entorno.

      Añadía que subyace un error significativo en esta actitud. Estas personas perciben la vejez exclusivamente como algo negativo y temible. Considerar que el ideal para una persona mayor es vivir, trabajar y sentir como lo haría un joven o, al menos, un adulto, es un absoluto error. Me insistía en que el verdadero ideal consiste en vivir plenamente cada etapa de la vida como hacen allí en Japón.

      Después me preguntó:

      ─¿Cómo verías tú a un joven que anhelara vivir como un niño?


sábado, 21 de octubre de 2023

La meta es el camino

 

      La anterior conversación con Kimura me había impactado bastante y tenía ganas de seguir conversando con él, quería que me aclarase algunos puntos de su discurso, ¿o de su mística? Creo que el hecho de haber dado hospedaje perpetuo a un monje Zen en su finca le ha tocado hondo; no es el mismo de antes, aunque sé que conforme los años pasan todos nos convertimos en entidades diferentes, entiendo bien la impermanencia. Me costó un rato largo establecer la comunicación, al final lo logré.

      Le pregunté con la cortesía habitual que gastamos:

      ─¡Buenos días Kimura! ¿Qué tal va todo por ahí?

      ─Bien, muy bien. La vida es un regalo inmenso ─respondió.

      Entré en materia a gran velocidad y le dije:

      ─Ayer hablábamos de cómo emplear la vida para hacernos más sabios en vez de vivir en estados de bloqueo y atasco. Desde luego, la sabiduría es una cualidad que todos anhelamos, pero ¿cuál es su fuente a nivel personal e individual?

      ─Quizás ya te lo haya comentado alguna vez. Nuestra existencia se asemeja a un tren en movimiento constante, donde el sendero, o el paisaje, se despliega momento a momento, desapareciendo detrás de nosotros. Miramos hacia atrás y solo vemos por dónde hemos pasado, sin poder prever el futuro. ¿Lo ves? Esta enseñanza es un recordatorio poderoso de que la fuente de la sabiduría yace en lo que nos ocurre hoy, en este mismo instante.

      ─Sí, lo sé, el único tiempo real es el presente. Nuestra relación con este instante es el que determina el curso de nuestro futuro. También entiendo que para ser más felices mañana, debemos esforzarnos por encontrar alegría y bienestar en el presente, ya que lo que hacemos ahora se acumula y da forma a lo que está por venir.

      Me pareció verle sonreír con aprobación y añadió lo siguiente a lo que yo decía:

      ─Cierto, así es. Podemos optar por hacer esfuerzos que nos hagan más fuertes en lugar de desgraciados, siendo conscientes de que la cantidad de esfuerzo es la misma. En este sentido, estamos creando nuestro estado mental del día siguiente. A veces, nos topamos con personas que parecen irradiar bienestar, y nos preguntamos cómo lo logran. Estoy convencido que la respuesta radica en su valentía para vivir plenamente en cada momento de su vida, incluyendo los momentos tristes y oscuros. Son gente que se enfrentan a las nubes que cubren su cielo con una apertura valiente y se benefician de esa experiencia.

      ─¿Quieres decir que la meta es el camino?

      ─Exactamente, sí. Cuando comprendemos que la meta es el propio sendero, todo se vuelve más manejable. La vida se convierte en un proceso de aprendizaje continuo, donde cada paso es una oportunidad para crecer y descubrir nuestra sabiduría interior. Mira, tú sabes que nuestras vidas están llenas de circunstancias indeseables, pero no estamos predestinados a reaccionar de manera habitual ante ellas. En lugar de dejarnos llevar por la amargura, podemos abrazar estas situaciones como oportunidades para aprender, practicando la precisión, la delicadeza y el amor bondadoso o la compasión en cada momento. El cómo nos relacionamos con nuestras circunstancias, ya sean felices o complicadas, es una elección. Podemos optar por la amargura o la apertura, y esta elección moldea nuestro camino hacia la sabiduría.

      Dejé pasar unos segundos para poder reflexionar y le contesté:

      ─Sí. Creo que estoy muy de acuerdo contigo. La vida, con indeseada frecuencia, nos enfrenta a momentos complejos, y la posibilidad de que las cosas empeoren puede ser terrible. Sin embargo, es precisamente en estos momentos cuando nuestra sabiduría se pone a prueba, y nuestra elección de una actitud determinada se vuelve más crucial y significativa que nunca. ¿No?

      La pantalla se apagó y encendió varias veces, la imagen se deformó, veía su cara como a trozos; pasados uno segundos todo se recompuso y le escuché decir:

      ─La vida es un sendero sinuoso, con muchos vericuetos, y nuestra sabiduría proviene de vivir en el presente, de enfrentar cada circunstancia con toda la valentía posible y elegir una actitud que fomente el crecimiento. La fuente de la sabiduría es el momento presente, y nuestra vida se convierte en un viaje enriquecedor cuando abrazamos este concepto. Cada instante es una oportunidad para aprender y crecer, y cada desafío es una invitación a descubrir la sabiduría que reside en nuestro interior...

      Ahí se nos corto la comunicación, no fue posible seguir escuchándole...

viernes, 20 de octubre de 2023

Kimura y el borde del precipicio

      Hablar con mi amigo japonés Kimura es siempre como acercarse a un precipicio. No sé si él es un prototipo del hombre de su país y casi todos son así, conozco a muy pocos. Pero tengo la impresión de que algo de eso hay; me lo confirma la lectura de las obras de Murakami.

      No recuerdo cómo empezó nuestra conversación de hoy, le noté tenso cuando dijo:

      ─Somos absolutamente ingenuos al alimentar esperanzas respecto a la posibilidad de erradicar la inseguridad y el dolor. Cuando dejemos esa inútil esperanza será cuando nos podremos serenar y reunir el coraje para entender y asumir que es imposible atarnos o aferrarnos a nada.

      Quedé un poco perplejo y le pregunté:

      ─No entiendo. ¿Qué quieres decir?

      ─Quiero decir que ese es el camino, el principio del camino, no hay otro.

      Me pareció descifrar que intentaba, desde cierta perspectiva existencial y profunda, decir que tenemos que reconocer la realidad de la inseguridad y el dolor como partes inevitables de la experiencia humana. Después insistí:

      ─¿Entonces tú piensas que debemos aceptar incondicionalmente que no podemos exterminar por completo estas facetas de la vida?, ¿y también que debemos a renunciar a la ilusión de un control absoluto sobre nuestro entorno?

      Con rapidez respondió lo siguiente:

      ─Exactamente. Pienso, y estoy seguro, que en lugar de luchar incesantemente por un mundo sin problemas, hay que adoptar la idea de aceptar la naturaleza inevitable de la vida, incluyendo sus desafíos y dificultades. Aunque esto no significa resignarse o ser pasivo, sino más bien adoptar una actitud de aceptación y equilibrio. Digo que debemos tener la valentía y el coraje de serenarnos y relajarnos cualquiera que sea nuestra situación; y esto implica liberarse de la ansiedad constante para evitar problemas y buscar la perfección. Entonces, al comprender que la vida es inherentemente incierta y que el dolor es parte de la experiencia humana, podemos encontrar una especie de liberación y mayor paz a través de esta aceptación.

      Entendí que Kimura sugería que este acto de renuncia ─y también de sosiego─ es el primer paso del camino que hay que emprender cuando las cosas se ponen mal.

      Le comenté si esto podría entenderse como el punto de partida para un viaje hacia la autenticidad, la sabiduría y el crecimiento personal, donde el individuo comienza a vivir plenamente en el presente, sin negar las realidades difíciles de la vida.

      Kimura asintió con la cabeza y no añadió ni una palabra más.

lunes, 2 de octubre de 2023

Mi nieto Carlos y la Atlántida


      La Atlántida está de moda, los últimos descubrimientos de unos muros submarinos en el Golfo de Cádiz están sonando por todo el planeta, los muchos miles de interesados en estos asuntos se han puesto en estado de expectación máxima. Las búsquedas en Google se han multiplicado en pocos días. Mi nieto Carlos, que es un tanto provocador, me dijo ayer:

      ─Abuelo cuéntame algo sobre la Atlántida, que me han dicho que es una ciudad muy antigua que está debajo del agua un poco más allá de Costa Ballena, por Chipiona o por ahí.

      Dado que se trata de temas en los que no me muevo con soltura, traté de desentenderme replicándole:

      ─Sí, algo he escuchado y he leído algún titular sobre eso, pero sé muy poco, casi nada, ¿para qué lo quieres saber? ─le pregunté.

      ─Es interesante, ¿no? Además, a lo mejor me ponen un trabajo de la Atlántida en el Instituto y así ya me coge preparado de antemano.

      Pensé también que podía ser un asunto excelente para desarrollarlo en los “Martes de la Academia” del 2024. Bellas Artes Santa Cecilia podría planteárselo.

      Seguí diciéndole:

      ─Lo único que sé es que se ha escrito muchísimo sobre tal isla legendaria al parecer situada en el océano Atlántico. Unos dicen que es ficción otros que es historia, incluso por ahí hay gente que lo trata como algo relacionado con el esoterismo y los extraterrestres. Hay de todo.

      ─¿Tú crees que Platón se lo inventó?

      Al preguntar lo anterior y citar a Platón ya vi que, posiblemente, sabía más que yo de la Atlántida.

      ─Mira, yo sé que Platón cuenta en su obra “Timeo” que los sacerdotes egipcios dijeron a Solón, que era uno de los siete sabios de Grecia, que aquella isla era una tierra mayor que Asia Menor con Libia, situada inmediatamente después de las columnas de Hércules, que supongo que sabes que dichas columnas estaban en el Estrecho de Gibraltar. Creo que decía que más allá había un archipiélago de pequeñas islas. Por lo visto Solón aseguraba que la Atlántida había sido un reino muy poderoso unos 9.000 años antes de que él naciera, o sea, hace unos 11.500 años; una barbaridad de tiempo.

      ─Abuelo, si eran tan poderosos habrían dejado más huellas en su paso por la historia del mundo, ¿no?

      ─Probablemente. Se decía que sus ejércitos habían conquistado todos los países del Mediterráneo y que sólo Atenas se había resistido a ellos.

      ─¿Y cómo terminó la Atlántida?, ¿fue un tsunami?

      ─Parece ser que, poco después de la derrota de los atlantes por los atenienses, el mar se tragó a la Atlántida, que ya por su ubicación estaba muy expuesta a anegarse y empantanarse. Y hay otra obra de Platón, “Critias”, en la que añade la descripción de la constitución ideal de la Atlántida; no recuerdo más.

      Se quedó pensativo mirando hacía el Oeste, justo hacia Chipiona y Sanlúcar y dijo luego:

      ─¿En qué quedamos abuelo?

      Sonreí y miré en la misma dirección que él lo hacía.

      ─Creo que, hoy por hoy, es imposible decidir en qué medida se debe esta leyenda a la imaginación de Platón, y en qué medida se basa en datos que no han llegado nunca hasta nosotros.

      ─Abuelo, a lo mejor con estas nuevas investigaciones se aclaran algo las cosas.

      Asentí con la cabeza y le dije:

      ─Sería estupendo. Intentaré enterarme de más.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

El "zatsudan", la pequeña charla

      Hablaba el maestro Hyakujo al novicio Tozan sobre las crisis modernas; le hacía una crítica a la extremada polarización, a la falta de diálogo y la confrontación en la política contemporánea, donde muy a menudo se priorizan los intereses partidistas sobre el bienestar de la sociedad en su conjunto. Le instaba a reflexionar sobre cómo abordar las diferencias y los conflictos en la sociedad actual. Le recordaba la tremenda importancia de cultivar valores como la compasión y la moderación en lugar de ceder al odio y la autoglorificación. A menudo le comentaba algo sobre la necesidad de un liderazgo ético y responsable en un mundo cada vez más complejo y dividido.

      También le hacía pensar sobre lo tóxica que podía ser la tendencia a odiar al enemigo. El odio, como emoción destructiva puede llevar a la venganza y al conflicto sin fin. Le decía que en muchos contextos, la hostilidad hacia los enemigos se perpetúa y se transmite de generación en generación.

      Esto era el “Zatsudan”, que es un término japonés para describir una «pequeña charla». El prefijo “Zatsu” se refiere a la rica diversidad de temas en una conversación.

      Después del “Zatsudan” solía venir un cuento, a modo de parábola. Aquel día le contó una vieja historia que Tozan ya había escuchado alguna vez.

«Hace muchos años, en un rincón apartado de un pueblo oriental, vivía un hombre honrado llamado Li y su hijo, Ming. Ming era un joven de corazón puro, siempre siguiendo los pasos de su padre y aprendiendo las virtudes de la honestidad y el respeto.

Un caluroso día de verano, decidieron aventurarse juntos en las montañas. El sol brillaba intensamente, y el bosque ofrecía un refugio fresco y sereno. Li y Ming se tumbaban en la hierba, disfrutando de la paz que la naturaleza les brindaba. Los cantos de los pájaros y el susurro del viento eran su única compañía.

Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando una mosca de establo zumbó cerca de la cabeza de Li. Ming, preocupado por su padre, se despertó rápidamente. Su corazón lleno de bondad y respeto por su progenitor, agarró un bastón y, con gran cuidado, intentó golpear a la pesada mosca que molestaba a su padre.

El insecto logró esquivar el golpe y se elevó en el aire, alejándose en busca de otro objetivo. Pero cuando Ming se volvió hacia su padre, una escena devastadora lo esperaba. Li yacía inmóvil, su rostro sereno, pero su corazón había dejado de latir.

Ming sintió que su mundo se derrumbaba. Su corazón sincero y su amor por su padre lo habían llevado a actuar impulsivamente contra el enemigo, la mosca, sin darse cuenta de las consecuencias.»