viernes, 17 de diciembre de 2021

La desinhibición elegante

 

      Todos tenemos palabras que nos gustan y satisfacen, aunque casi nunca nos paramos a pensar en ellas e, incluso, no tenemos idea de qué vocablos son. Los hay de todo tipo; adjetivos, verbos, adverbios,...

      Le daba vueltas a esto y llegué a la conclusión de que las palabras que más satisfacen son los verbos y, probablemente, gustan los verbos porque marcan acción de muchas maneras. Por ejemplo, uno de ellos es el verbo “inhibir”, o su contrario “desinhibir”, que se utiliza mucho más. Inhibir parece que se utiliza a menudo como término médico para indicar la suspensión por un tiempo determinado una función o actividad del organismo mediante la actuación de algún tipo de estímulo.

      Sin embargo, “desinhibir” es intentar que alguien pierda las inhibiciones y se comporte de una manera natural, sencilla y espontánea sin miedos ni vergüenzas. Esto me condujo a considerar que se podrían considerar dos tipos de desinhibición diferenciados: el de la vergüenza y el de los miedos. Aunque hemos de reconocer que entre vergüenzas y miedos hay intersecciones. Incluso se podría añadir que hay desinhibiciones elegantes y desinhibiciones zafias.

      No dudo que en todas estas consideraciones puede existir mucha subjetividad, lo admito, pero personalmente me agradan las que llamo desinhibiciones elegantes, que son aquellas que se llevan con donosura y gracia.

      Estábamos sentados en un bar disfrutando el agradable sol del mediodía en el invierno del sur. Bebíamos cervezas en vasos grandes y tapeábamos con unas exquisitas croquetas de diseño moderno. Conversábamos y reíamos informalmente.

      Pasado un rato, una de nuestras amigas se levantó con la inequívoca intención de ir al baño. Regresó al cabo de unos minutos y ─sin inmutarse─ nos dijo que un inoportuno golpe de tos le habían distendido los músculos del aparato urinario y que se había miccionado en los pantalones dejándolos con una larga y oscura ristra húmeda.

      Totalmente desinhibida y con serena solemnidad se volvió a sentar en su silla, habiéndola orientada antes hacia el sol, alargando sus piernas.

      Desinhibición elegante; nada le alteró, ni nadie se escandalizó.

      La temperatura, el sol, la charla y las risas harían el resto...

viernes, 10 de diciembre de 2021

La imagen de la civilización

      Esta mañana bien temprano en España hablaba con mi amigo japonés, ya saben ustedes, Takumi Kimura. Hacía bastantes semanas que no echaba una parrafada con él y se me apetecía mucho pues él es una persona que siempre te aporta algo interesante. Me he quedado con una sensación un tanto extraña, le he visto con pocas energías, no sé; él siempre tan dinámico, fuerte, juvenil. Hoy le he notado desanimado, bajo, sin ganas...

      Le pregunté por sus constantes viajes. Su respuesta fue seca, aunque educada como siempre.

      ─No volveré a viajar, me voy a quedar aquí, no deseo ir ya a ninguna parte. Estoy en un proceso de desilusión de todo.

      ─¿Cómo es eso? ─le dije perplejo─. Tú siempre has valorado mucho tus viajes, tus experiencias por el mundo, ¿qué te ocurre?

      Paró de hablar unos segundos y me dio la impresión de que tenía la mirada perdida en el vacío.

      ─Ante la absurda situación del mundo voy a pararme a pensar, a tratar de respirar y a nacer, en caso de que sea posible, por una segunda vez. Debo vaciarme de todo lo que no soy yo.

      ─¡Eso suena muy místico! ─exclamé.

      Le vi esbozar una ligerísima sonrisa y contestó:

      ─Deseo dejar de tener experiencias sean del tipo que sean, voy a limitarme a vivir, a dejar que la vida se exprese a través de mí de la forma que sea, y no colmarla con la artificialidad de viajes, lecturas, relaciones, búsquedas, frivolidades... ¿No te has fijado nunca en que nuestras experiencias compiten con la vida e, incluso, la consiguen marginar?

      Creo que le escuché atónito y no supe bien qué decirle. Él continuó hablando:

      ─¿Sabes que en mi país antiguamente para moler el trigo los hombres del campo utilizaban caballos para mover las ruedas de los molinos? Incansables, los caballos daban vueltas y vueltas durante todo el día impulsados por el deseo de coger una zanahoria que les colgaba por encima de los belfos. Llegada la noche, después del día agotador, se les permitía comer la zanahoria.

      ─¿Y qué? ─le pregunté.

      ─¡Pues que esa es exactamente la imagen de nuestra civilización hoy!

      Quedé un poco pensativo y le contesté que tenía razón.

      Miles de borregos, que no caballos, detrás de una zanahoria.

martes, 7 de diciembre de 2021

Navidad y entropía

      Una de las ideas de la Física que siempre me ha fascinado es la de la “entropía”, es un concepto que tiene miles de aristas y que se puede aplicar a muy distintas áreas del conocimiento. Siempre, de algún modo, vuelve a mi cabeza y ahí la tengo desde hace muchos años; a veces me parece que la entiendo bien y otras, muchas, se me escapa. Si mal no recuerdo, la palabra viene del griego, de la palabra ἐντροπία que quiere decir transformación y también evolución. Mi primer contacto con esta palabra fue cuando comencé a estudiar Termodinámica, recuerdo también que el profesor engolaba la voz cuando pronunciaba este misterioso término. Allí supe que la “entropía” era una magnitud física que representaba una clase de energía residual que no podía utilizarse para la producción de un trabajo. En un sentido más general se podía interpretar como una medida del desorden de un sistema, entendí también que estaba relacionada con la cantidad de energía que podía intercambiar el susodicho sistema con el medio externo.

      Esta mañana pensaba que la Navidad ─cada Navidad─ está conectada con la “entropía”, se me ocurría que al ser mayor la “entropía” de un sistema abierto (no se me pierdan, un sistema abierto es un sistema que tiene interacciones externas) menor es su disponibilidad de energía y mayor es el desorden del mismo. Quizás aún estaba dormido, no lo sé bien. Los conceptos de reversibilidad e irreversibilidad, equilibrio y no-equilibrio, azar y determinismo, caos y orden me generaban un extraño cóctel mental con la Navidad.

      Recordé que Sigmund Freud también había utilizado la “entropía” para tratar de explicar el porqué había neuróticos que, a pesar de presentar patologías muy similares, no podían ser tratados del mismo modo pues se obtenían resultados diferentes. Freud lo explicaba a través de procesos de conversión de energía psíquica y, para ello, hacía uso de la “entropía”.

      Una Navidad más, ahí está el dilema. ¿Han sentido ustedes algún tipo de desazón depresiva cuando llega la Navidad? A veces, irónicamente, la llegada de las fiestas nos viene acompañada de una sensación de estrés, incluso de frustración y soledad.

      Me levanté de la cama, la ropa la tenía toda en desorden sobre la silla, lo habitual. ¿Es la tendencia a la organización a partir de la desorganización lo que nos hace vivir?

      La otra tendencia va a la disipación de energía, hacia la máxima entropía. A un mayor desorden, a una mínima energía.

      ¡Feliz Navidad amigos!