sábado, 31 de diciembre de 2022

¡Fuera el 22! ¡Qué viene el 23!

 

      Hoy es el último día de este 2022 y he querido dejar un poco libre la mente y hacer una reflexión espontánea. He mirado a mi alrededor y únicamente me queda la esperanza, quizás utópica, de que a partir de este nuevo 2023 las cosas nos vayan mejor a todos.

      Este año no ha sido un buen año, demasiados dramas, demasiadas muertes, demasiadas expectativas frustradas... Todo ha sido rápido, ráfagas como de metralleta, en las que las balas son las horas, los días y las semanas.

      Recosté la cabeza en el sillón y me venían muchas cosas, respiré en profundidad tres veces tratando de calmarme un poco, de centrarme; incluso cerré los ojos.

      Luego pensé que parece innegable que vivimos en una época en la que la locura parece ser la norma. Cada día se nos muestran noticias que parecen sacadas de una película de ciencia ficción de ínfima calidad. Profesores son sancionados por enseñar hechos científicos básicos, cuentas de Twitter son suspendidas por afirmar cosas obvias, violadores son trasladados a prisiones femeninas donde continúan cometiendo violaciones, estatuas de personajes históricos son derribadas por quienes aparentemente quieren hacer justicia, atletas mujeres son desplazadas de sus eventos deportivos por personas con genitales masculinos, películas inocentes son denostadas por no cumplir con los cánones de lo políticamente correcto, incluso personajes de cuentos infantiles de siempre como Blancanieves y los siete enanitos son considerados políticamente incorrectos.

      Palabras, libros, estatuas e incluso personas enteras son "cancelados" por no cumplir con los estándares de la “corrección política”. ¿Acaso hemos perdido el juicio colectivamente?

      Es cada vez más evidente que muchas personas han perdido la cordura al participar en el debate político. Basta con revisar las redes sociales o los medios de comunicación para ver el caos y la histeria que se han vuelto moneda corriente. Cada día hay alguien que se siente ofendido por algo (la llamada cultura del victimismo), ya sea un cartel publicitario, una conferencia o unas palabras.

      Vivimos bajo el mandato de la corrección política, en un mundo sin género, raza o sexo, y donde hay muchas personas que se presentan como víctimas de algún sistema opresor (el heteropatriarcado, la bifobia o el racismo). Ser víctima se ha convertido en una aspiración, una etiqueta que otorga cierto prestigio ético e, incluso, permite eludir la necesidad de argumentar. Pero, la víctima no siempre tiene razón y, de hecho, no siempre es víctima.

      ¿O, acaso, las víctimas somos todos los demás?

      Bueno, quedamos a la espera de ese 2023. En principio parece que promete, es un número compuesto, no es primo y puede ser dividido por 1, 7, 17, 119, 289 y, claro, por el mismo 2023. ¡Esos 'sietes' tienen buena pinta! ¡Qué no nos falte la esperanza!


miércoles, 28 de diciembre de 2022

Las "neuras" de Kimura

 

      Tal como le prometí a Kimura esta mañana lo llamé para charlar un rato y para ver cómo está de sus temores y obsesiones; cosas que yo creía propias de nosotros, los occidentales, pero de las que los japoneses también participan, incluso mucho más de lo que nosotros creemos. Nadie está a salvo.

      Después de los saludos preliminares me espetó la siguiente pregunta:

      ─¿Tú crees que estoy neurótico?

      No supe, en principio, si empezar a reírme o responderle con toda la seriedad posible; después de considerarlo unos instantes opté por esto último:

      ─Imagino que sabes que el término neurosis se refiere a una forma de comportamiento que se repite de manera regular y que a menudo conduce a relaciones inadecuadas con uno mismo, con los demás y con el entorno. Esto puede incluir una cierta desesperación por no querer ser uno mismo o por querer ser uno mismo, pero no poder hacerlo. Estas dificultades pueden aumentar el riesgo de síntomas de ansiedad o depresión.

      Como vi que se tomaba algunos segundos para asimilar mi contestación, le añadí:

      ─No creo que tú seas un neurótico. O, al menos, no eres más neurótico de lo que somos todos los demás. Aunque, eso sí, cada uno dentro de su mundo real y de sus circunstancias.

      Ahora respondió rápido:

      ─Pues yo creo que tengo ya síntomas de ansiedad y una pizca de depresión.... Sí, creo que estoy un tanto neurótico.

      Le sonreí a través de la pantalla y le dije:

      ─No te preocupes, eso es un signo de la época que estamos viviendo, todos estamos con algo de neurosis. Mira a tu alrededor, seguro que verás señales de eso por todas partes.

      De golpe preguntó:

      ─¿Y la memoria?, ¿qué me dices de la memoria? Tenía una memoria portentosa, siempre la he tenido, y ahora estoy, a diario, con lagunas preocupantes. Un día pierdo las llaves, otro no me acuerdo de números telefónicos habituales, otro no recuerdo qué libro estaba leyendo ni dónde lo puse ayer... ¿Tampoco es eso preocupante? ¿Es hipocondría?

      ─Esto último no lo excluyo, también creo que todos tenemos algunas papeletas de hipocondría, son los tiempos, la educación, las tensiones...

      ─¿Y la memoria? ─insistió.

      ─Mira, vamos a pensar en positivo. Lo probable, es que te suceda eso que se llama actualmente olvido senil beningo que es una alteración leve de la memoria que puede presentarse con el avance de la edad. Esto se manifiesta comúnmente en actividades cotidianas, como el olvido de nombres o números telefónicos. Aunque es normal experimentar algunos cambios en la memoria a medida que envejecemos, el olvido senil benigno no suele afectar significativamente la calidad de vida de las personas que lo padecen. Así que no es preocupante, es cosa normal que le ocurre al 90% de la gente con el paso de los años.

      Su cara cambió y empezó a tener un tono más alegre. Entonces preguntó:

      ─¿Todo esto lo estás aprendiendo en tu “neurociencia”?

      Afirmé riendo con inclinaciones de cabeza.


lunes, 26 de diciembre de 2022

La curiosidad de Kimura

 

      Esta mañana me decía mi amigo japonés Kimura que estoy perdido, que ya no me ve por la red y que conversa poco conmigo. Comentaba que desde que me dedico al estudio de la “neurociencia” no me localiza ningún día para proseguir con nuestras charlas sobre el mundo y sus avatares.

      Después preguntó:

      ─A ver, ¿qué es eso de la “neurociencia” que tanto te magnetiza?

      Sonreí al escuchar la pregunta y me puse en plan profesoral diciéndole:

      ─Puedes mirar en Google que te ampliará la respuesta que yo te dé, pero te puedo decir que la “neurociencia" es una rama de la ciencia que se centra en el estudio del sistema nervioso, incluyendo el cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos. Se trata de una materia interdisciplinar que combina elementos de la biología, la medicina, la química, la psicología, la informática y la ingeniería y algunas otras ciencias.

      ─¿Y de qué trata, más o menos? ─insistió en su interrogatorio.

      ─Se puede decir que el objetivo principal de la “neurociencia” es comprender cómo funciona el sistema nervioso (SN) y cómo éste controla y coordina la actividad del cuerpo y la mente. Para ello, los neurocientíficos utilizan técnicas de investigación muy diversas, desde la observación y el análisis de tejidos nerviosos en el laboratorio, hasta la realización de pruebas y experimentos en humanos y animales.

      A través de la pantalla le veía su cara de interés. Proseguí añadiendo:

      ─En los últimos años los avances más importantes de la neurociencia han sido por disponer de imágenes cerebrales obtenidas de los distintos tipos de resonancia magnética, la tomografía axial computerizada (TAC) y la tomografía por emisión de positrones (PET), que permiten ver el cerebro en funcionamiento y comprender cómo se relaciona con la actividad mental y el comportamiento.

      Kimura me interrumpió para comentar:

      ─Imagino que estas técnicas que citas han permitido avances significativos en el conocimiento de enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson y la esquizofrenia, así como en el tratamiento de trastornos mentales y del comportamiento, ¿no?

      ─Por supuesto que sí. Además de su aplicación en el campo de la salud, la “neurociencia” también tiene importantes implicaciones en el ámbito educativo, en el desarrollo de tecnologías de la información y en el deporte. Por ejemplo, se ha demostrado que la comprensión de cómo el cerebro aprende y procesa la información puede mejorar la eficacia de la enseñanza y la capacitación. Asimismo, el conocimiento de cómo el cerebro procesa y utiliza la información ha sido fundamental para el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial y la realidad virtual.

      Kimura dijo que le parecía todo muy interesante pero que dejará algún hueco de tiempo a la semana para seguir con nuestras conversaciones. Le prometí que así lo haría.

      Luego, con esa capacidad de síntesis de la mentalidad japonesa, añadió:

      ─Creo, que el resumen de todo lo que me has dicho es que la “neurociencia” es una disciplina fundamental para comprender cómo funciona el sistema nervioso y cómo éste influye en la actividad del cuerpo y la mente. Así como que sus aplicaciones van desde el tratamiento de enfermedades mentales y físicas hasta el desarrollo de tecnologías de la información y la mejora de la educación, ¿es así?

      ─Cierto, eso es. Lo has captado a la perfección.

      ─Debemos seguir hablando de esto la próxima semana.

      ─Vale. Un abrazo.