lunes, 28 de diciembre de 2020

Poner en pie todo esto

 

     Nadie lo dice, pero la esperanza y el optimismo siempre tienen su punto traidor, conducen a creer que a la tortilla se le da la vuelta perfectamente y con rapidez, y no existe ni esa facilidad ni esa inmediatez; es más podemos verla hecha una desgracia en el suelo de la cocina. Deshacer el desastre no es cuestión de esperanzadoras miradas. Recomponer todas las calamidades que va dejando la pandemia no es cuestión de crear un comité que al final sólo va a acabar cobrando sus dietas.

     Todos sabemos ─o debemos saber ya─ que la situación es grave y ardua, repleta de incertidumbres y no apta para darle respuestas simplistas y de libro, porque los problemas a resolver no tienen nada que ver con situaciones anteriormente vividas.

     La economía de nuestro país ─como del resto del mundo─ está sufriendo unos embates nunca vistos. Incluso pensando en un gran éxito de la vacunación masiva, las consecuencias de la pandemia serán muy amargas; el tejido empresarial se ha desecho mucho, han cerrado cientos y cientos de empresas y otras no podrán proseguir sus actividades en las mismas condiciones de antes.

     ¿Estamos aún a tiempo de hacer algo bien para poner en pie todo esto?

     Estamos en una encrucijada, al comienzo de una nueva fase de enormes riesgos y que exige importantes decisiones para el futuro de todos. Se va a abrir paso una nueva economía, con cambios significativos en los esquemas productivos y de consumo a los que muchas empresas no van a poder adaptarse y van a tener que enviar al paro a muchos de sus empleados. Los negocios incrementaran su deuda, la solvencia caerá y el comportamiento de los consumidores se verá tan afectado que, muy posiblemente, conduzca a cambiar las estrategias de mercado.

     Esta maligna crisis afecta ya a todos los ámbitos y aspectos de la vida, económico, social, personal y colectivo, por el sufrimiento y el caos que trae consigo. Pero la inteligencia dicta que no debemos poner todo el énfasis en lo aciago, tenemos que tener la clara conciencia de que los períodos de crisis también traen los recursos para luchar contra sus efectos perversos. No hay que olvidar nunca que los más grandes logros de la humanidad han surgido detrás de las grandes hecatombes. Pues siempre ha sucedido que en esos instantes es cuando emerge con más fuerza el talento, la fe en nosotros mismos y la constancia.

     Lo que más necesitamos ahora es poner a funcionar a toda máquina la inteligencia, el conocimiento y el saber, dejarnos de insidias, de politiquería inútil, de palabrería vacía y potenciar el desarrollo de ideas, incentivando la creatividad, impulsando la creación de empresas y proponernos el compromiso serio de no perder más trenes hacia el futuro.

domingo, 20 de diciembre de 2020

¿La realidad abarca lo invisible?

     Pegué mi rostro contra el cristal de la ventana, aplasté la nariz hasta notar el frío del vidrio en las mejillas. Llovía un poco, como suele hacerlo aquí; unas gotas, después otras gotas, encharcando lentamente todo el suelo. Una persona perdida bajo un paraguas de color naranja y otras dos cubiertas con el clásico paraguas negro, luego un joven corriendo a cabeza descubierta. Y nada más; es como un telón que se levanta un momento y vuelve a caer. Dos coches de color oscuro que ensombrecen aún más la calle. Las palmeras oscilaban unos cuantos grados...

     Pensé que los hombres hemos perdido la conexión con la naturaleza, con nuestra propia naturaleza, con esa profundidad interior que podemos encontrar, a veces, pegando la cara al cristal de una ventana. Quizás padecemos alguna nueva enfermedad, algo así como un padecimiento que podríamos denominar el 'mal del estilo de vida', llevamos un ritmo de vida demasiado presuroso, de vértigo, mucha contaminación, alimentación desequilibrada, locos por llevar a extremos valores sin valor, de sólo apariencia. Somos humanos enfermos de una humanidad doliente. A través del cristal veo que no puedo creer en la nada, en la «existencia» sin «sentido», en el vacío absoluto; es superior a mis fuerzas.

     Me vino a la cabeza que cada día parece más evidente que la ciencia no se encuentra en posición de ofrecer una real y verdadera imagen de la realidad, es como si cada vez fuese más consciente de sus propios límites. Los resultados de la ciencia son tan extensos y variopintos en inimaginables aspectos, que ya no hay cerebro humano capaz de abarcarlo y comprenderlo todo. Nos hemos topado con que la realidad del ser humano, y la de todo el universo, parecen enormemente más complejas y misteriosas de lo que ─hasta ahora─ se habían imaginado las teorías científicas. Sí, es cierto que el hombre es ─y sigue siendo─ un impertérrito buscador, pero da la impresión que ya no se arriesga a ir mucho más allá; o no puede.

     La ciencia no nos da las respuestas que deseamos para nuestras preguntas, pero quizás no se trata de saber un montón de cosas, a lo mejor únicamente se trata de comprensión, ¿no? Cada día me parece más difícil aceptar que la realidad será completamente comprendida cuando la ciencia la describa, la compruebe y la detalle. Posiblemente la realidad mucho más, ¿abarca lo invisible?...

     Separé de nuevo la nariz del cristal, se me había quedado fría. No se veía a nadie en la calle y la lluvia era triste y gris.

lunes, 14 de diciembre de 2020

No obstante, muchas felicidades

Vivir complacido, satisfecho, radiante, sin miedo... feliz. Vivir libre... Soltar amarras en vez de sujetar, dar, darse... No ensombrezcas tu espíritu ni tu mente con las miserias de ayer, no cargues tu corazón con miedos y preocupaciones... Si no vivimos hoy habremos perdido el día... ¡Al menos intentémoslo!


«El miedo al futuro, ese, el de mañana mismo, siempre nos llega un día antes.»

viernes, 11 de diciembre de 2020

Los que somos "población de riesgo"

     

     Los días grises, son fastidiosos; un día ceniciento de vez en cuando es soportable, pero cuando son varios seguidos acaban siendo muy incómodos. Al mirar por la ventana todo es homogéneo, deseperadamente uniforme, sin los ricos matices que dan la luz y el sol radiante.

     Se me ocurrió pensar que eso de ser “población de riesgo” es una extraña característica añadida, es una forma de estar prisionero sin estarlo, un libre muy condicionado. Al llevar la mirada a la calle intentando vislumbrar indicios de alguna vida, recordé unas palabras de la “Divina Comedia” ─pido perdón por la pedantería, pero no se preocupe mi lector, son las únicas que recuerdo─.  Esas palabras eran algo así: «¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!». Me quedé un momento bloqueado, fuéronse los pensamientos iniciales y me centré en el intento de recordar la frase en italiano, estuve un rato grande perdido en eso. Luego de muchos minutos, la puse en pie. Era, más o menos, así: ”Lasciate ogni speranza o voi che entrate”.

     Dejé de aplastar la nariz en la ventana, busqué un pequeño ejemplar en prosa de la obra de Dante que siempre tengo cerca (creo que él me busca a mí) y leí un poco abriendo al azar; el Canto IV:

«Terrible trueno resonó en mi mente
y me hizo despertar. Me vi llegado
al borde del abismo, desolado
lugar donde mora la doliente
multitud. Retumbaban tristemente
los ayes del dolor, profundo y abrumado,
y en tan densas tinieblas penetrado,
que fatigué la vista inútilmente.»

     Tiré hacia adelante, pasé unas pocas páginas y entré en el Canto V:

«Descendimos al círculo segundo,
de más estrecho cerco y doloroso.
Allí Minos, terrible y espantoso,
analiza las culpas e infecundo,
ordena el puesto que en el ciego mundo
se asigna a cada alma.»

     Dejé el libro. Regresé a la ventana.

     ¿”Población de riesgo”? Me interrogué de nuevo. 

     Pensé después en el torero en la plaza, en el trapecista allá en lo alto...

jueves, 3 de diciembre de 2020

Mi cuestionario Proust de hoy

     

     Marcel Proust, uno de los más lúcidos novelistas de toda la literatura del siglo XX, completó un cuestionario cuando era adolescente y pasaría a la historia como el "Cuestionario de Proust". La lista de preguntas se lo dio a Proust ─en 1890─ su amiga Antoinette Faure.

     Parece ser que al principio Proust respondió a menos preguntas pero ya teniendo más de 20 años contestó al cuestionario con algunas más añadidas. Este cuestionario se hizo famoso porque el locutor francés Bernard Pivot ─director de un espléndido programa de literatura de la televisión francesa "Apostrophes"─ hacía las preguntas del cuestionario a sus invitados, como un modo de entrar en materia.

     Ahí van mis respuestas (las de hoy y ahora, mañana alguna podría variar) al cuestionario Proust:


1. ¿Principal rasgo de tu carácter? El fanatismo por el gota a gota, por el grano de arena, uno detrás de otro...

2. ¿Qué cualidad aprecias más en un hombre? La inteligencia.

3. ¿Y en una mujer? La inteligencia.

4. ¿Qué esperas de tus amigos? Paciencia conmigo.

5. ¿Tu principal defecto? El rebotarme pronto y entrar a cualquier trapo con inusitada facilidad.

6. ¿Tu ocupación favorita? Leer, escribir y escuchar el silencio. Y, muchas veces, mirar por una ventana.

7. ¿Tu ideal de felicidad? Tener el poder de convertir sueños en realidades.

8. ¿Cuál sería tu mayor desgracia? No tener el tiempo suficiente para disfrutar mucho con mis nietos.

9. ¿Qué te gustaría ser? Un “coach” inmejorable y sin posibilidad de errar nunca.

10. ¿En qué país desearías vivir? En Nueva Zelanda, no hay otro más lejos.

11. ¿Tu color favorito? El azul, el del cielo y el del mar.

12. ¿La flor que más le gusta? Muchas de las sesenta mil variedades de orquídeas.

13. ¿El pájaro que prefieres? No lo sé. ¿Quizás un canario gordito y muy amarillo?

14. ¿Tus autores favoritos en prosa? A casi todos los admiro, escribir es difícil, hacerlo ya es un gran mérito. Ahora estoy entusiasmado con Haruki Murakami, muy probablemente mañana sea otro.

15. ¿Tus poetas? Tengo dos: León Felipe y Walt Whitman traducido por León Felipe.

16. ¿Un héroe de ficción? Harry Potter.

17. ¿Una heroína? Mi esposa; soportarme durante tantos años es una heroicidad de enorme magnitud.

18. ¿Tu músico favorito? Ahora recuerdo que Carl Orff.

19. ¿Tu pintor preferido? Adoro a los buenos “urban sketchers”.

20. ¿Tu héroe de la vida real? Un autónomo español.

21. ¿Tu nombre favorito? Lucía. Era el que más le gustaba a mi madre.

22. ¿Qué hábito ajeno no soportas? El de aquellos que tienen la detestable manía de decir “gracietas” en todo momento, circunstancia y lugar.

23. ¿Qué es lo que más detestas? Las ideas de los desalmados.

24. ¿Una figura histórica que te ponga mal cuerpo? Lenin.

25. ¿Un hecho de armas que admires? Ahora mismo no se me ocurre ninguno.

26. ¿Qué virtud desearías poseer? ¿Una? Necesito varias,... con urgencia.

27. ¿Cómo te gustaría morir? Sin dolor.

28. ¿Cuál es el estado más común de tu ánimo? Ahora, en estos días aciagos de Covid19 y drama, estoy reflexivo y apesadumbrado por la realidad circundante.

29. ¿Qué defectos te inspiran mayor indulgencia? Los míos, claro.

30. ¿Tienes una máxima? «Aprende, aplica lo aprendido y disfruta con todo ello». Probablemente esto pueda ser el propósito de la vida.

martes, 1 de diciembre de 2020

Reflexión para no pusilánimes

 

     Muchos de nosotros, quizás porque no hemos sabido desembarazarnos de nuestro materialismo, queremos escapar de las garras de todas las tensiones que experimentamos en estos aciagos días, sin embargo somos insaciables en nuestros deseos. Pero no lo podemos ocultar ─de algún modo todos lo estamos percibiendo─ esta sociedad del bienestar hace aguas, le faltan esencia y sentido. Quizás ─y por fortuna─ ya se nos vayan olvidando los cantos de sirena prometedores de ese ficticio progreso que nos calmará la sed y el hambre de todo.

     Nos está ocurriendo como si descubriésemos nuevas imágenes en nuestros espejos cada vez que nos miramos en ellos. Con la maldición del coronavirus estamos reencontrándonos con nuestra fragilidad, con esa fragilidad humana que habíamos perdido de nuestro horizonte por mor del bienestar, de la ciencia o de no mirar más allá de nuestras limitadas narices.

     Y no se trata sólo del estigma de la muerte ─a la que observamos muy a hurtadillas─ es todo lo que nos acompaña también: el temor, la falta de seguridad, el dolor ante la ingente cantidad de padecimientos que nos rodean... También ese sentimiento de impotencia que nos atenaza a diario. Ese mirar de soslayo y abobado de no saber qué sendero hay tomar.

     ¿Es posible despertar de este mal sueño? Ahora vienen las fiestas de la Navidad y parece que las vemos como un milagroso oasis; pero allá afuera está el desierto, sin luz, sólo sombras y oscura noche, sin maneras de ver confiadamente el mañana.

     Me temo que no, que no despertaremos de este mal sueño. En esta época que nos ha tocado vivir somos refractarios a pensar ─y a asumir de forma determinante─ que somos sujetos atados al dolor, al sufrimiento y al mal, que somos seres acotados y condicionados.

     ¿Es posible que ya no sepamos abandonar el deseo de ser perennes ─infinitos─ sin padecimientos ni muerte?

domingo, 29 de noviembre de 2020

¿Qué estás pensando?... Y ausencia


     Cada vez que entramos en "Facebook" éste nos pregunta, con ineducada insistencia: ¿Qué estás pensando? Ver hoy la pregunta me ha servido para ─inmediatamente─ mirarme por dentro y escribir estas notas.

     Mirad, soy pesimista, lo siento, pero auguro un porvenir perturbador y que, en muchos sentidos, ya está aquí presente. Lo miremos como lo miremos y lo veamos desde la perspectiva que queramos mirarlo, estamos cada vez más sometidos a la manipulación cultural y psicológica, a la deformación de nuestras voluntades, al control de la información ─ya tremendamente adulterada cuando nos llega─ y eso sin contar también con las posibilidades que se abren con la evolución y avance de las técnicas neurológicas que se pueden aplicar a nuestros ya sufridos cerebros o a la misma inteligencia artificial en todos los ámbitos, incluidos, por supuesto, el político y el militar.

     Y pienso que es muy difícil, y que esta guerra ya está bastante perdida, pero la única solución está en que sepamos en qué consiste y cómo se monta este sistema casi perfecto de dominación mental. Es así como tendremos la posibilidad de ofrecer un poco de resistencia y preservar algunas de nuestras libertades. Y tengo la dramática impresión que estamos en una fase última, en la última ocasión de que disponemos para desintoxicarnos. Cosa que sólo podemos hacer utilizando el arma más potente de la que disponemos: pensar por nosotros mismos. Únicamente de este modo podremos descolgarnos de las ataduras del dominio mental a que nos están sometiendo...

     Quise seguir escribiendo, pero me comunicaron el fallecimiento de una amiga y ya no pude seguir; mis dedos se tornaron garfios incapaces de atinar en las teclas del ordenador, eché el cuerpo atrás buscando el respaldo del sillón. La muerte es un “quizás”.

     Después pensé que la noción de la muerte es la que nos hace tomar consciencia de la relevancia de cada uno de los instantes que forman nuestra vida...

     “Sit tibi terra levis”, que la tierra te sea leve, amiga...

 

jueves, 26 de noviembre de 2020

«Desde 1850»: Bridget Riley

     

     Nos estuvimos quejando del calor un rato, después intenté que Gustavo me ilustrase un poco sobre el arte polémico y la controversia en el arte, pero no estaba ─en esos momentos─ muy interesado en el asunto. Elisa me trajo para que viera unas atractivas láminas que les habían regalado. Se trataba de un conjunto bien nutrido de obras de arte óptico, «Op-Art», que surgió en la década de los sesenta en el pasado siglo. Se trataba de un movimiento artístico de arte visual que hacía uso de ilusiones ópticas. Los que más me llamaron la atención fueron los de Bridget Riley, que con Victor Vasarely sean posiblemente los exponentes más conocidos de este movimiento.

    En esos instantes llegaron Paloma y Lina que lanzaron varias expresiones exclamativas al ver las reproducciones. Elisa nos contó algunas cosas de la artista; nos dijo que nació en Londres en 1931, que estudió en la Goldsmiths School y después en el Royal College of Art. Cuando empezó su carrera ─en 1950─ sus trabajos estaban inspirados en el impresionismo más puro, en los años posteriores, en los sesenta, empezó a realizar obras de arte óptico, estilo por el que se le reconoce en la historia del arte contemporáneo.
    Paloma miraba muy atenta el cuadro de 1961, "Movements Squares"compuesto únicamente de cuadrados y rectángulos blancos y negros.

    ─Parece que se mueve, es curioso. Y parece también que la figura se curva hacia adentro ─observó Paloma.
    ─¿Te gusta? ─le preguntó Lina─. A mí sí.
    ─Sí, me agrada, aunque yo sería incapaz de hacer algo así, tan geométrico, tan bien delineado y tan bicolor, pero me parecen unos cuadros muy sugerentes y muy ornamentales.
    Creo que a Gustavo no le complació el uso de palabra ornamental que hizo Paloma y comentó:



  ─Bueno, bueno... normalmente se le llama ornamental a todo motivo o elemento que está ahí, que se encuentra en la obra. pero sin otro objetivo que el de estar en ese sitio y que, supuestamente, amplía los horizontes estéticos del cuadro; ya sabéis, como las especias en un plato, que lo enriquecen pero no son el punto central del mismo. Aunque en la actualidad me temo que, en muchos casos, lo ornamental se refiere a hacer juego con el tapizado, ¿no? ─y esbozó una risa con toque irónico.
    Nadie hizo el menor caso de su pretendido sarcasmo y Elisa tomó la palabra para decir:
    ─La ornamentalidad ha tenido un proceso evolutivo propio, quizás no muy estudiado, en el siglo XX. Antes se consideraban ornamentales algunos aspectos del color, de la forma, de la figuratividad y de otros valores tradicionales del arte clásico. En el arte contemporáneo el ornamento se ha convertido muchas veces en un símbolo que concentra importantes significados. Incluso habréis visto obras en las que el tema político es ornamental, de igual forma que en las pinturas del siglo XVII los ornamentos en un cuadro eran alegorías sobre el amor, la primavera, etc.



     Lina intervino para comentar lo siguiente:
    ─Desde luego en ese sentido que tú dices ─dijo dirigiéndose a Elisa─ no veo que el «Op-Art» tenga ornamentos de ningún tipo, a menos que todo sea un ornamento; aunque lo que me llama más la atención es que en estilo no hay transmisión de emociones,  no existe ningún aspecto emocional en las obras.
     ─Es verdad eso que dices, pero hay un aspecto importante que debemos destacar ─señaló Gustavo─ y es que en este arte, el contemplador tiene una participación activa y dinámica desplazándose o moviéndose para poder captar todos los efectos ópticos que la obra intenta proporcionarle.
    ─Los elementos dominantes del arte óptico son las líneas rectas paralelas u onduladas, los contrastes de color muy acentuados, aunque sean de dos colores o de más, los cambios de tamaño o de forma, la repetición  y la combinación de formas y figuras; también la utilización de elementos geométricos simples: triángulos, cuadrados o rectángulos, círculos. Creo que en este sentido el «Op-Art» participa y se emparenta con el minimalismo ─nos aclaró Elisa.

    ─A mi me agradan mucho estas composiciones ─comentó Lina─, creo que atrapan la imaginación del público. Este tipo de obras son entretenidas y también algo intrigantes, hay algunas con efectos ópticos muy curiosos, incluso diría que brillantes, y con frecuencia son realmente cautivadores.
    Gustavo asentía con leves inclinaciones de cabeza a lo que expresaba Lina y añadió:
    ─Creo que Lina tiene razón; en su época, el «Op-Art» con sus efectos ópticos, fueron acogidos con gran entusiasmo y pronto invadieron todos los ámbitos del diseño popular, apareciendo en cualquier cosa, desde las tarjetas de felicitación hasta los azulejos del baño, prendas de moda... Tanto Bridget Riley como Victor Vasarely se entregaron a este proyecto estético con gran seriedad y su arte, creo yo, que queda patente por el incalculable número de falsificaciones de sus obras que circularon durante algún tiempo.
    Cuando marchaba a casa me vino la idea de que en todas estas obras se hacía irresistible, y a la vez ilusoria, la percepción de tres las dimensiones del espacio. Pero en realidad aquellos cuadros me parecían símbolos, que en sí mismos no son nada pero pueden significar mucho utilizados de determinadas formas. Cuanto más poderoso y eficaz sea un símbolo siempre se podrá extraer más de él.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia



Op-art

domingo, 22 de noviembre de 2020

Cabalgando a Samarra

 

     Leía ayer una noticia ─de hace algún tiempo─ en la que se decía que, según investigadores de la Universidad Bar-Ilan en Israel, y el Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon, en cuanto nos damos cuenta de nuestra propia existencia y conocemos el hecho de que algún día moriremos, nuestro cerebro busca formas de protegernos para evitar la preocupación ante nuestro fatal destino. El cerebro, en su búsqueda, siempre encontrará algún modo de protegernos ante la realidad de la muerte.

     Existen también algunas consideraciones de carácter social, de los que piensan que la sociedad ─por múltiples causas─ prefiere ignorar y no entrar nunca en el tema de la muerte, el escritor Pérez-Reverte decía: «Bien mirado, el mundo ha dejado de pensar en la muerte. Creer que no vamos a morir nos hace débiles, y peores».

     Sabemos que la muerte ha sido siempre, desde los albores de la humanidad, algo que ha inquietado y preocupado al hombre. En nuestro mundo de hoy muchas personas consideran este tema como tabú o del que es enojoso hacer comentarios, pero a pesar de ello es un tema recurrente tanto para la filosofía, la ciencia, la religión o el arte.

     Pensaba en todo esto a raíz de las cifras de muertos diarios por el Covid19, y parece que esos número de 50, 60 ó 70 muertos diarios se comienza a aceptar como una cosa rutinaria que ya no genera ningún tipo de reacción y empieza a percibirse como algo tan normal como salir a dar un paseo por un parque en un día primaveral y soleado. ¿Vamos hacia la insensibilización y hacia la indiferencia?

     Lo cierto es que mientras escribía estas notas sentía desazón y una cierta zozobra, entonces recordé el viejo cuento persa que contó mi amigo Antonio Sancho S.J. en la misa funeral de un amigo:

«Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy temprano, el criado fue al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no era como todas; porque esa mañana vio a la Muerte en el mercado y porque la Muerte le hizo un gesto.

El criado regresó aterrado a la casa del mercader.

Amo ─le dijo─, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la lejana ciudad de Samarra.

Pero ¿Por qué quieres huir?

Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo; y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Samarra.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.

Muerte ─le dijo acercándose a ella─, ¿Por qué has hecho un gesto de amenaza a mi criado?

¿Un gesto de amenaza? ─contestó la Muerte─ No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Samarra, porque hoy en la noche debo llevarme a tu criado en Samarra.»

     Creo que Antonio terminó diciéndonos, a los asistentes, algo así: ¿Sufrimiento, desesperación, dolor…? Todo aquello que nos hace daño, nos hiere y nos hace sufrir lo padecemos a lo largo y ancho de la vida, pero no con la muerte. Si esto es así, ¿por qué temerle a algo que no sabemos qué es ni comprendemos?...

lunes, 16 de noviembre de 2020

Pereza mental patológica

 

     Hacía varios días que no sabía nada de mi amigo Kimura, no sabía si estaba viajando o en su casa en Japón, creo que hablábamos desde el cambio de horarios, eso siempre nos despista un poco y hace que interrumpamos durante unos días nuestras conversaciones. Me dijo ─que al igual que yo─ había echado de menos nuestra comunicación y que no se había movido de su finca de la prefectura de Niigata. Después me comentó que había estudiado un poco sobre la evolución de la natalidad en Japón y que la tasa de natalidad (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) estaba era menor del 7,4‰, una tasa de natalidad muy pequeña. Añadió también que el índice de fecundidad ─que es número medio de hijos por mujer─ es aproximadamente 1,42.

     Le recordé que un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (“fecundidad de reemplazo”), supone que no existen garantías para una pirámide de población estable. Dije que en España no estábamos mucho mejor y que el 'índice de Fecundidad' aquí es de 1,23, peor que el de su país.

     Después me habló de una hipotética relación ─que él estudiaba─ entre la 'pereza mental' y la fecundidad.

     Le mostré mi curiosidad e interés por el tema y le pregunté:

     ─¿Crees que únicamente influye la llamada 'pereza mental'?

     ─Pienso que sí ─contestó. Aunque las otras “perezas” también están correlacionadas en este asunto.

     ─Recuérdame cuáles son las otras “perezas”.

     ─Aunque no hay una gran comunión de pareceres a este respecto, considero que hay cuatro clases bastante diferenciables: la mental, la física, la existencial y la espiritual. Y aparte de estos tipos hay que citar un factor que es común a todas ellas y se trata de la “ansiedad”. Estoy convencido de la existencia de una relación muy estrecha entre los tipos de pereza y la ansiedad. Observa que la pereza, en general, es un modo de no-acción, o de no-actuación, con vistas a protegernos de agresiones (supuestas o reales) del mundo exterior.

     ─¿Y no está por ahí metido el miedo, o los miedos? ─interrogué con afán.

     ─Por supuesto. El miedo es otro de los factores que juega un papel importante en esta partida.

     De pronto se me ocurrió preguntarle:

     ─¿Puede la 'pereza mental' afectar a un país o a una civilización?

     ─Estoy convencido de ello y, es más, creo que ahora hay varios, o bastantes, países afectados por este síndrome ─afirmó Kimura.

     ─Imagino que sabes que España empieza a ser calificada, en algunos ambientes internacionales, como un 'Estado Fallido', y eso es muy perjudicial y peligroso, incluso, pone en cuestión la permanencia en la UE y también le va a afectar a las inversiones imprescindibles para nuestro desarrollo económico. Sin embargo no hay reacciones, el pueblo se encuentra como adormilado, con una resaca de la que no se ve capaz de salir, ¿puede ser que estemos atenazados por una 'pereza mental' patológica?

     No sé qué pasó en las ondas en ese momento, nuestra comunicación se cortó...

jueves, 5 de noviembre de 2020

«Desde 1850»: Natalia Goncharova

  

     Fuimos aquella tarde a la exposición retrospectiva de la pintora, artista gráfica y diseñadora rusa Natalia Goncharova (1881-1962), una figura central en la vanguardia rusa de principios del siglo XX.  Después estuvimos sentados al fresco en una terraza, tomando algunos refrescos, charlando y comentando cosas relativas a la muestra de Goncharova. También se sentaron con nosotros Paloma y su marido, Paloma es una pintora apasionada por la luz y el color; a ella le agrada definirse como una artista embrujada por las claridades del sol y del mar de Joaquín Sorolla.

    Gustavo estuvo hablándonos sobre el Zeitgeist frase alemana que significa «el espíritu de la época» y que en el mundo del arte tiene un significado relativo a todo lo que se encuentra en el ambiente ─en el aire─ y que consecuentemente depende de la dirección en la que sople el viento, y decía que la dirección del ventarrón era decidida por un grupo de influyentes en todo lo del arte contemporáneo y de él salía qué tipo de obras debían producirse, quiénes las debían producir, y la viabilidad económica de cada dirección que tomase el aire.  Gustavo suele hacer estas interpretaciones de una forma suave ─como si no se dirigiera a nadie─ y con un deje mordaz que sus amigos conocemos bien.
    Elisa habló de la visita a España de Natalia Goncharova en 1916, donde Serguéi Diáguilev le encargó el diseño de vestuario para dos producciones. Nos recordó que Diáguilev fue un célebre empresario ruso fundador de los Ballets Rusos, una compañía de la que surgirían muchos bailarines y coreógrafos famosos.
    

     Lina se había leído muy bien el programa de mano que había tomado de la sala, y contó:
    ─Goncharova nació en Nagaevo, una población de Siberia. En 1901 se matriculó en el Instituto de Moscú de Pintura, Escultura y Arquitectura, allí conoció al hombre que sería su acompañante toda la vida, el también artista Mikhail Larionov. En los años siguientes los dos celebraron varias exposiciones en Moscú y colaboraron con el grupo expresionista alemán Der Blaue Reiter(El jinete azul), en Munich. Goncharova se hizo famosa por sus actividades provocativas, por ejemplo, se pintó la cara y en topless hizo un singular desfile por las calles de Moscú, lo hizo el día de la inauguración de una exposición de sus pinturas de desnudos en el año 1910, fue detenida y acusada de realizar actividades pornográficas lo que provocó su arresto, aunque pudo evitar la cárcel.
    ─Me entusiasma conocer la obra de mujeres pintoras ─señaló Paloma─ hay que poner de manifiesto la aportación de las mujeres al desarrollo de la sociedad y la cultura, tan silenciada en todos los ámbitos y por tanto también en los libros de texto. Estaréis de acuerdo conmigo en que las pintoras son las grandes ausentes de los libros de texto de la Historia del Arte, puesto que la pintura ha sido considerada como una creación masculina hasta hace bien poco.
    ─¡Tienes toda la razón! ─apostilló Lina con vehemencia.
    ─Pero no me siento atraída por este tipo de pintura ─siguió diciendo Paloma─ no me hace disfrutar, me desazona el color, tan pardo, tan sin luz. Incluso cuando utiliza colores más vivos los apaga con duros contrastes. El único cuadro que me ha convencido más es "La bicicleta".  Del estilo no sé qué decir ─dijo mirando a Elisa.

    ─Afortunadamente el arte no es una experiencia repetitiva a lo largo de generaciones y generaciones, el cambio ─puso especial énfasis al pronunciar a palabra─ es una constante artística de considerable relevancia también.
    Elisa hizo una pausa muy breve y prosiguió diciendo:
    ─Natalia Goncharova es conocida en el arte contemporáneo principalmente por su contribución o creación del Rayonismo ─y añadió─ un estilo abstracto del paisaje basado en formas lineales que se suponen derivadas de los rayos de luz al incidir sobre los objetos. Ella y su pareja, Mikhail Larionov, manifestaban que: «El rayonismo es una síntesis de cubismofuturismo y orfismo».

     Lina comentó que debió de ser una mujer muy avanzada para su época, en aquellos comienzos del siglo XX. Y Gustavo dijo:

    ─Ya sabéis, fueron los padres del vanguardismo ruso pre-revolucionario, organizaron la exposición «El rabo del burro», en  1912, que fue muy famosa y expusieron con el grupo Der Blaue Reiter en Múnich el mismo año. Me parece que eso lo ha citado Lina hace un momento, ¿no?
    Paloma quiso saber cómo se cotizaban las obras de la artista en la actualidad y Gustavo le respondió:
    ─Alto, muy alto, creo que en 2006 una obra suya, se subastó por casi diez millones de dólares americanos, pero en la segunda década del anterior siglo ya sus cuadros alcanzaron un valor muy elevado.
    Elisa levantó un dedo para indicar que deseaba intervenir, e inmediatamente dijo:
    ─Quiero añadir que Natalia Goncharova fue muy prolífica, creo que pintó alrededor de 700 obras, pero ha sido muy falsificada. Parece que circulan por ahí numerosas obras falsas de ella. Por otra parte decepciona, o entristece, saber que los siete últimos años de su vida los vivió casi en la miseria.
    Pensé en lo dijo Gustavo del Zeitgeist: los vientos de entonces no le habían sido propicios.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


Vídeo con algunas obras de Natalia Goncharova en YouTube: 

lunes, 26 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Lino Enea Spilimbergo

     Llegué un poco tarde aunque me habían avisado con tiempo. En la amplia sala de estar de la casa de Gustavo y Elisa estaban, además, Lina y Aurora. Aurora es una joven de espléndido criterio artístico y de gran formación intelectual. En el momento de mi llegada estaban riendo por algo que les había contado el anfitrión. Después de aceptar mis disculpas por mi involuntaria tardanza fui informado de que las risas procedían de las respuestas que Gustavo había dado a una pregunta de Aurora. Le había interrogado sobre esa clase peculiar de público que entra en un museo o en una galería de arte pretendiendo hacerse pasar por un experto o entendido.  Gustavo les había contado que para los profesionales del mundo del arte era fácil conocerlos pero que los había con tal despliegue de habilidades que eran casi de admirar.  Dijo que aquellos que intentaban pasar como entendidos, y cierto éxito en la impostura, tenían dos virtudes básicas, una de ellas era su capacidad de lanzar faroles ─como un buen jugador de poker─ y la otra, que eran conscientes de que la tarea era delicada y exigía una buena memoria e inversión de tiempo. Las risas surgieron cuando Gustavo les había realizado una pequeña dramatización de las posturas que adoptaban cuando se situaban frente a una obra; se paraban a una cierta distancia, fruncían los labios como en actitud de profunda reflexión, se alejaban un poco otra vez, para después acercarse entrecerrando los ojos y comentar algo en bullshit y aprendido de memoria la noche anterior:  "Creo que en esta pieza confluyen influencias tan diversas como de Roy Lichtenstein y Francis Bacon, aunque con  nuevas variaciones que se sintetizan a partir de significados opuestos".

     Elisa también añadió que un verdadero simulador debe esforzarse en pronunciar muy bien los nombres de los artistas extranjeros pues si lo hacen mal eso les delataría inmediatamente. Nos dijo que la capacidad de engaño de esta gente estaba muy en relación a la cantidad de frases-tipo que tenían almacenadas en su memoria y, claro, también en la capacidad de colocarlas en el momento más adecuado y oportuno.

     Gustavo nos dijo que en los museos tradicionales a él le hacían sospechar aquellos individuos que sin venir muy a cuento decían algo así como: "Me encanta la Italia del Renacimiento; los artistas: Brunelleschi, Masaccio, Tiziano, Donatello... ¡realmente me conmueven!".

     Aurora hizo la siguiente observación:

     ─Imagino que actualmente con Internet estos impostores tendrán más fácil su tarea, ¿no?

     ─Cierto ─afirmo Gustavo─ ahora suelen buscar algún hecho poco conocido sobre el artista de que se trate y cuando lo sueltan suelen impresionar a su público, y claro nadie sabe que eso es lo único que saben de ese artista. ¡Ah! También son muy buenos en dar una larga cambiada cuando la conversación se hace oscura y compleja para ellos, entonces maniobran en la conversación para cambiar el tema y dicen algo así: "Sí, por supuesto... que me recuerda a ..." y desvían el asunto.

     Le dije que había sido muy de mi agrado la tertulia que dedicamos hace unos días a Cándido Portinari y que me gustaría conocer a algún otro gran pintor iberoamericano.

     ─¡Vale! ─exclamo Lina─ Vamos a ver a otro, así dejamos un poco de lado a tanto alemán y a tanto anglosajón.

     ─Yo apuesto por Lino Enea Spilimbergo ─propuso Elisa.

     Gustavo hizo un gesto aprobatorio y dijo:

     ─Spilimbergo, sí, interesante. Pintor importante, también muralista, grabador, litógrafo. Gran dibujante, de trazo suave, sutil, de fina sensibilidad. Su obra es todo un trayecto por lo humano. Rostros, figuras, que a veces discurren por paisajes arquitectónicos. Creo que nació en Buenos Aires hacia finales del siglo XIX.


     Aurora intervino y comentó lo siguiente:
     ─Conozco algo de Spilimbergo (1896-1964), me gusta. Sus primeras obras respondían al típico lenguaje naturalista y se inclinaba por representar áridos y desolados paisajes y personajes humildes de las tierras interiores de Argentina. Efectivamente ─miró a Gustavo─ se dedicó mucho a la figura humana, a los retratos, a la naturaleza muerta y al paisaje. Sin olvidar las escenas de crítica social.
     ─Recuerdo que se le citaba mucho como pintor que siempre desconcertó a la crítica ─añadió Elisa─ y se le adjudicaba una especie de doble personalidad. Una que era en su obra arrebatada, lírica, sensual y espontánea y otra personalidad rígida, académica, deliberada y mental.

     En ese momento Lina exclamó:
     ─¡Cuánto sabéis! ¡Me tenéis agobiada! Es la primera vez que escucho hablar de este pintor y resulta que vosotros lo conocéis todo, ¡que barbaridad!
     Nos reímos de su cómica intervención y traté de animarla diciéndole que yo tampoco sabía nada de este artista al que tanto parecían ellos conocer.
     Gustavo observó:
     ─Lo extraordinario de este artista es que su obra no era extrema; ni abstracta ni clásica y también estaba exenta de sensibilidades barrocas, todo coexistía en él, era una hermosa combinación de todo. 
     A mí me parecía que además de lo que expresaba Gustavo, en sus obras se veía algo patético, algún drama oculto, de sentimientos encontrados.
     Regresé a casa, la luna era enorme y parecía sonreír; se me ocurrió una pregunta inoportuna: ¿sabía sonreír Spilimbergo?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

Vídeo de YouTube con algunas obras de Spilimbergo: 

domingo, 25 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Cándido Portinari

     Ayer estuve cenando con Gustavo y Elisa, resultó una velada estupenda, ellos son unos excelentes conversadores y la charla fue muy fluida. Hablamos de tantas y tantas cosas que ahora sería muy difícil para mí recordarlas todas, por supuesto que el tema central era el arte contemporáneo, su mundo y sus peculiaridades. Además Gustavo estaba de un socarrón subido y con sus exageraciones (¿o no?) reímos con placer.

    Me impactaron muchos de los asuntos sobre los que nos habló, ahora recuerdo algo referente a las subastas, vino a decir que una subasta era el lugar en donde el arte abandona su virginidad, el sitio en el cual ─finalmente─ el arte pierde toda la pretensión de ser algo con un valor abstracto y se desvela, con meridiana claridad, que el objetivo final del arte es comprar y vender. Señaló también un objetivo secundario ─pero muy significativo─ que es el de incrementar el valor de la obra de un artista. Dijo que si una obra no se vendiese, el prestigio de un artista se vendría abajo, esta posibilidad lleva a negociaciones y arreglos para que la obra sea comprada, incluso con el propio capital del artista, si ello fuese necesario.
    Le pregunté sobre qué artistas de los que había conocido a lo largo de su vida le habían impresionado más, y me respondió que le impresionaban más antes de conocerlos, y que una vez que los conocía todos perdían su "capelo cardenalicio". Así lo dijo. Después añadió que a los artistas que realmente admiraba no había tenido ocasión propicia para conocerlos. Comentó que a uno que le habría encantado conocer fue el primer pintor suramericano que expuso en el MoMA de Nueva York  en 1940.
    ─¿Quién fue ese? ─le pregunté rápidamente.
    Elisa no dejó escapar la ocasión y me replicó:
    ─El brasileño Cándido Portinari.

    ─Sí, cierto ─añadió Gustavo─. Portinari es de los artistas que me hubiese gustado conocer, nació en 1903 en Brodowsky un pueblo brasileño al noroeste de Sao Paulo. Se le clasifica como del movimiento "realismo social". En cierta manera es un pintor con amplias resonancias españolas, al inicio de su carrera recibió una gran influencia del español Ignacio Zuloaga, y también del escultor y grabador sueco Anders Zorn. Los estudiosos de su obra coinciden en declarar que en algunos de sus retratos se manifiesta el influjo de Amedeo Modigliani. Portinari también conoció muy bien la obra de Pablo Picasso; el Guernica fue la obra que más le marcó.
    Me sentí conmovido cuando me mostraron algunas láminas de sus cuadros. Elisa intervino para decir que procedía de una familia de inmigrantes italianos, y que con su obra se había convertido en cronista de la cruda y dura realidad que se vivía en las explotaciones cafeteras, él decía que en aquellos campos "los pies grandes y deformes de los labradores, semejantes a mapas, son siempre capaces de contar historias".


    Su pintura es muchas veces descarnada en la denuncia de la injusticia social, aunque siempre resulta cálida y emotiva, de gran riqueza de colorido y con composiciones muy atractivas. Portinari supo recoger de forma magistral la vida y los padecimientos de aquellos personajes que solía representar en movimiento.
     Les dije que en su obra me parecía palpar algo de sentimiento religioso y Elisa respondió:   

     ─Es cierto, no te equivocas, en muchas de sus obras y junto a todo el paisaje humano que nos muestra, hay un fervor religioso al que supo revestir de matices de protesta. En realidad esto conformó toda la temática de su obra, proyectada, principalmente, a través de murales y basada en un dominio asombroso de la composición y del dibujo.
     Gustavo añadió el siguiente e interesante comentario:
     ─A pesar de esas acentuadas características religiosas, a las que alude Eloisa, tuvo enormes dificultades para que algunas de sus obras más importantes fueran aceptadas por las clases más conservadoras del Brasil. Eso es lo que sucedió con el mural dedicado a San Francisco de Asís en la iglesia de Pampulha, diseñada por el famoso  arquitecto Oscar Niemeyer; la estética de Portinari fue tachada de demasiado impía y las autoridades eclesiásticas impidieron la consagración del templo durante cerca de veinte años.
    ─Sí ─afirmo Elisa─ al artista debemos la decoración de varios edificios religiosos, recuerdo la obra Vía Crucis en la catedral de Belo Horizonte, y las magníficas pinturas de la iglesia de Minas Gerais realizadas en 1944. Añadiría ─siguió diciendo Elisa─ que su estilo pictórico en sus principios era bastante tranquilo y sosegado, después evolucionó hacía momentos de un intenso expresionismo dramático para pasar, al final, a efectos mucho más sobrios.

     Cándido Portinari murió, enfermo, intoxicado por el plomo de las pinturas con las que trabajaba, con 59 años en 1962. Abandonó el mundo como uno de los más grandes pintores del siglo XX. Sus obras están presentes en lo principales museos del mundo, habiendo recibido reconocimientos tan importantes como la Legión de Honor en Francia o el Premio Guggenheim en los Estados Unidos. Ningún otro artista de Brasil había gozado antes de tanta admiración ─y tan generalizada─ en el extranjero.
    Me marché tarde a casa, iba cansado como mal noctámbulo que soy. Recordé a Nena y a Lina, pero... ¿les habría gustado Portinari?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia