viernes, 13 de enero de 2023

La mosca que pulula

 

      Hoy es el día de mi cumpleaños, hace un día soleado y bonito, el azul del cielo andaluz me hace el honor. Frío, un poco frío, sí; pero no importa. Es un día peculiar, los “cumples” siempre son un poco peculiares, tienen cierto poder y algo de magia y cuando se han vivido tantos se observas algunas curiosidades que se repiten siempre.

      Quería hoy escribir algún pequeño texto para no enfriarme y dejar el 'blog' muchos días parado, pero no sabía de qué tratar. No es que no tenga asuntos, tengo muchos, aunque son de los que necesitan más reflexión y cuidado. Lo del “cumple” me trajo una pregunta un poco malvada: ¿Cuánto tiempo vive una mosca? Una, un poco pesada y loca, revoloteaba a mi alrededor, creo que estaba desubicada y perdida. Demasiado frío para ella.

      ¿Cuánto tiempo vive una mosca?

      Hay muchos tipos de moscas, posiblemente miles (después miraré en Wikipedia a ver si me aclara algo). Sé que la mosca común o musca doméstica, esa que lleva un rato dándome la lata, tiene un ciclo evolutivo que dura entre 10 y 14 días, aunque si se encuentra en condiciones favorables podría llegar a vivir hasta un mes, ¡un mes! Buscaré una palmeta de plástico, especial para moscas, que tengo por ahí perdida.

      Aún recuerdo, de aquellos años en los que impartí Ciencias Naturales, que la drosophila o mosca del vinagre se aparea los cinco primeros días de su existencia, ¡que precocidad! Creo que a la mosca común (la que me está fastidiando en este mismo momento) le sucede exactamente igual. Y ─por si fuera poco─ en esos pocos días sus hembras pueden depositar unos 2.000 huevos.

      Consuela saber que hay otras clases de moscas que únicamente viven un par de días y ahí lo hacen todo.

      ¡Voy a por la palmeta!

miércoles, 11 de enero de 2023

La bandera de la innovación

 

      Probablemente una de las palabras más oídas hoy día sea “innovación”, se usa en política, en el mundo de la empresa, en la enseñanza, en el mundo de la cultura... Tenemos la palabra metida en todos los ámbitos de la actividad humana, incluso en la religión. Es como una muletilla que se nos ha colado por todos los sitios, es, también, como la bandera de un progreso pretendido. Según el diccionario, innovación es la acción de innovar: de mudar, cambiar, alterar. Es variar algo introduciendo novedades.

      Creo que entonces podemos decir que innovar es el proceso de crear algo nuevo o mejorar algo existente. El concepto de innovación podría ser aplicado a un producto, un proceso, un servicio o una nueva forma de hacer las cosas. La innovación puede ser incremental, es decir, mejorando poco a poco un producto o proceso existente, o puede ser disruptiva, es decir, creando un nuevo mercado o cambiando radicalmente una industria. La innovación también podría ser incremental o radical, dependiendo del grado de reforma y novedad que introduce en el sistema.

      La innovación es esencial para el crecimiento económico, la competitividad y el progreso en general, por eso cualquier dirigente político, social o empresarial que no tiene en su discurso nada realmente nuevo que ofrecer se refugia en hablar de la innovación ─siempre con engolada voz─ intentando convencer a su audiencia para que considere la sabiduría que reflejan sus palabras.

      Nunca hemos oído hablar tanto de innovación, en tantos diversos campos, nunca se ha percibido como tan necesaria y nunca se han contado tantas mentiras sobre ella. Desafortunadamente, lo cierto es que nada cambia después de un discurso y, aunque sea muy “políticamente correcto”, generará emociones negativas y sensaciones de decepción.

      ¿Será que es muy fácil hablar sobre la necesidad de la innovación, pero llevar a cabo esa idea es otra historia bien distinta?


martes, 10 de enero de 2023

Un poema de Bukowsky

 

      Bukowsky era un desastre de individuo, pero eso no quita que me gusten sus poemas descarnados, explícitos, unas veces suaves y otras agitados y violentos, repletos de matices autobiográficos y con gran carga de desengaño.

      La poesía de Bukowski, a pesar de comenzar a escribirla a una edad ya madura, es relevante por su duro realismo y su estilo lírico a la vez. A lo largo de su trayecto literario, Bukowski nunca dejó de escribir poesía, su estilo se volvió más directo y austero, como puede verse en obras como "El amor es un perro del infierno" y "La última noche de la tierra".

      Era tipo contradictorio en todo, capaz de decir cosas como Mi ambición está limitada por mi pereza” sin alterarse lo más mínimo y ser considerado como uno de los autores más influyentes de la literatura americana. Se dice que sus trabajos literarios pertenecen al realismo sucio y a la ficción transgresora. No sé muy bien qué es eso.

      Me gustan sus poemas.


NIRVANA

Sin mucha elección y casi sin quererlo, él era un joven a bordo de un autobús que cruzaba Carolina del Norte rumbo a algún lugar y empezó a nevar y el autobús paró en un café sobre las colinas y los pasajeros entraron.

Él se sentó en el mostrador con los demás, pidió y le trajeron su comida, que estaba particularmente buena lo mismo que el café.

La camarera no era como las mujeres que él había conocido.

No se hacía la interesante, un humor natural emanaba de ella.

El cocinero decía cosas locas.

El lavacopas, atrás, se reía con una risa limpia y placentera.

El joven miraba la nieve a través de las ventanas.

Quería quedarse en ese café para siempre.

Un curioso sentimiento lo inundó: que todo era bello ahí, que todo permanecería siempre bello ahí.

Entonces el chófer avisó a los pasajeros que ya era tiempo de irse.

El joven pensó, me voy a quedar aquí, me voy a quedar aquí.

Pero se levantó y siguió a los otros hasta el autobús.

Encontró su asiento y miró el café por la ventanilla.

El autobús arrancó, dobló una curva, y fue camino abajo, alejándose de las colinas.

El joven miraba hacia adelante.

Los otros pasajeros charlaban de otras cosas leían o intentaban dormir.

No se habían dado cuenta de la magia.

El joven puso su cabeza contra el asiento, cerró los ojos, fingió dormir.

Nada quedaba sólo escuchar el sonido del motor, el sonido de las ruedas en la nieve.

lunes, 9 de enero de 2023

Lo del derecho a errar

 

      Recuerdo que mi madre leyó una vez ─estoy hablando de algo de hace muchos años─ un artículo que trataba sobre el “derecho a equivocarse”, aquel texto le impactó muchísimo y estuvo hablando del mismo durante una buena temporada. Creo que era de la “tercera” del ABC y que su autor era un escritor muy conocido de aquella época. Quizás, no sé, estoy hablando de la década de los 60 de nuestro siglo anterior. Aquel artículo se convirtió para mi madre en una especie de declaración personal de principios, y lo sacaba a colación siempre y cuando le convenía. También, esa consideración del “derecho a equivocarse” pasó entonces a formar parte de mi vida.

      Cierto que de humanos es equivocarse, pero asumir que se ha cometido un error puede ser la pauta para enriquecernos como personas e iniciar cambios en nosotros. Cuando nos obstinamos en encontrar una sola respuesta, perdemos la ocasión de adquirir conocimiento por el hecho de ignorar las posibilidades no válidas. Posiblemente el estar cercano a lo correcto por medio de la eliminación de las respuestas incorrectas nos proporciona siempre un beneficioso aprendizaje.

      No sé si mi madre se hacía estas consideraciones, pero defendía a capa y espada su derecho a errar de vez en cuando, aunque era razonable y admitía que podía haber matices diferentes y que la dimensión del error era un asunto fundamental que introducía nuevas variables.

      Básicamente, el derecho a equivocarse es aquel que nos permite actuar sin temor a no cumplir con las expectativas de los demás. Nos permite intentar cosas nuevas y no quedarnos estancados en una posición segura y estática. Si no tuviésemos este derecho, estaríamos condenados a repetir siempre lo mismo. En otras palabras, el derecho a equivocarse nos da la libertad de explorar y probar cosas nuevas sin miedo al fracaso.

      En el proceso de aprendizaje ─al que antes nos referíamos─ los individuos nos encontramos en constante transformación: nuestra visión crece y nuestro pensamiento se vuelve mucho más profundo que el anterior. Y gracias a ese cambio que se opera, obtendremos una mejor versión de nuestras personas. Nunca terminamos de aprender y es ese deseo de resolver nuestras dudas y de cuestionar lo establecido lo que nos ayudará a crear nuestra vida.

      Mi madre también sabía ─y tenía muy en cuenta─ que los cambios suelen siempre generar algún temor y que nos conducen a procesos que no son sencillos. Pero podemos facilitar los procesos de cambio y transformación si vemos en cada situación la oportunidad de interrogarnos si vamos por el camino correcto o vamos errados; hacer esto no sólo nos permitirá conocer los riesgos y las consecuencias de las decisiones y de los caminos que estamos eligiendo, sino que también nos permitirá darnos cuenta si nos estamos equivocando o si estamos en el buen camino.

      Ella añadiría ahora ─en plan epílogo─ una cuestión, y estoy seguro que que sería parecida a esta: ¿Eres capaz de aceptar tus errores con naturalidad?

      Quedé pensativo unos instantes recordándola y concluí preguntándome: ¿Será ese el quid de la cuestión?

domingo, 8 de enero de 2023

Con la frente en el cristal

      Mirar por la ventana al exterior en un día de lluvia tenue es de las cosas más inspiradoras para mí. Primero transcurren unos minutos de silencio y después aparece una especie de éxtasis repleto de reflexiones sugestivas. Lo difícil viene después, y es recordarlo todo y ponerlo en un papel en blanco.

      Hoy es domingo, 8 de enero, cae una de esas ligeras lluvias, el día es gris, pero gris muy claro, hasta me atrevería a decir radiantemente gris. Apoyaba mi frente en el frío cristal y pensé que la única manera de encontrar satisfacción con nosotros mismos y nuestra vida es poner de modo consciente las prioridades en todo lo que es verdadero y relevante. Sin embargo, en nuestra realidad actual, lo que prima es la idea de que lo más es mejor.

      La aspiración máxima es tener cada vez más objetos y bienes materiales, incluso en detrimento de nuestra salud física y mental, así que nunca nos encontramos conformes. Estamos sumergidos en la idea de todo aquello que nos falta y de los obstáculos que tenemos afrontar para alcanzarlo. Esta claro, al menos según mi experiencia, que chapoteamos en una sociedad que nos impone expectativas irreales no sólo porque son ─la mayoría de las veces─ demasiado altas, sino porque tienen un enfoque erróneo sobre la felicidad, la salud, la fama y otros aspectos en los que el fracaso parece que no tiene lugar. Es esto que se ha dado en llamar “cultura moderna”, poblamos un mundo lleno de posibilidades en todos los campos habidos y por haber y, sin embargo, nada de esto conduce a la felicidad.

      ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Es quizás el hecho de tener tantas opciones? Tener muchas opciones nos hace querer elegirlas todas. Esa diversidad es una distracción tan grande y poderosa que no permite que nuestra atención se concentre en una sola actividad. Abarcarlo todo es imposible, y la imposibilidad nos lleva a la frustración. ¿Es así?

      El frío penetraba a través del cristal y tuve que separar mi frente en él apoyada.

      En la actualidad hay miles de oportunidades y opciones, y muchas de ellas son accesibles, pero la verdad es que la felicidad parece ser algo que está muy lejos y que es inalcanzable. A todos nos encantaría que esto no fuese así y pienso que como seres humanos deberíamos tener grandes posibilidades de ser felices y de lograr lo que deseamos. Y, sin embargo, aunque la felicidad debería ser un estado perenne, lo cierto es que una parte muy apreciable del tiempo de nuestra vida nos la pasamos estresados, enojados y frustrados.

      Creo que me he enfriado un poco. Voy a tomarme el segundo café de la mañana...

lunes, 2 de enero de 2023

La siembra de mentiras

      Hoy es 2 de enero y también, al igual que ayer, me he decidido a escribir algo. Cuando me desperté temprano esta mañana, miré los periódicos del día y me dije, creo que en voz bastante alta:

      ─¡Vamos a ver las mentiras que hoy nos cuentan!

      Miré al lado por si mi mujer se había despertado con mi comentario y vi que permanecía quieta. Le eché un ojo a la esquina superior del móvil y percibí que vería pocas noticias pues la batería estaba baja, pocas mentiras podría ver, ¡menos mal!

      No me veía despierto del todo y preferí dejar el tiesto en la mesilla de noche, después lo pondría cargar.

      Con los ojos abiertos en la oscuridad, pensé que la mentira está en la raíz de toda violencia. Sembrando el terreno de embustes únicamente podrá germinar la agitación y la violencia. Pero cuidado, también es una gran falsedad creer que todos los males que nos aquejan sean culpa de los demás y que el engaño parte siempre del contrario. Todos ─en mayor o menor medida─ somos responsables. Posiblemente, lanzar diatribas y atribuir los problemas a las estructuras y al gobierno, es un magnífico pretexto para quedarnos en la superficie de las cosas; ello servirá para hablar y no parar de hablar, pero ─raramente─ provocará alguna acción eficaz. Las personas que tienen que lidiar con las necesidades más básicas de otras personas saben que hay muchos humanos que son víctimas de sus propias carencias de virtud, más que de la sociedad en sí. Y algo así nos pasa.

      Sí,... la mentira es la madre de la violencia, ¿somos conscientes?

      Y acabé despertándome del todo. Pondré el móvil a recargar.

domingo, 1 de enero de 2023

No obstante, feliz 2023

      Este día ─el primero del año 2023─ es día de descanso reflexivo. Entra por los cristales un día claro de sol, pero no tengo ganas de salir a pasear, prefiero escuchar ─de fondo─ el concierto clásico de año nuevo.

      Quizás estoy perdiendo el contacto con la naturaleza, con mi propia naturaleza, con esa profundidad interior más íntima de mi mismo; no sé bien. O será que los seres humanos estamos sufriendo un estilo de vida enfermizo, un ritmo de vida demasiado veloz, una naturaleza contaminada y damos un excesivo valor a lo superficial. ¿Somos los enfermos de una sociedad enferma?

      Vivimos ─así lo percibo hoy─ un mundo extraño, raro. Un mundo donde con dinero se puede comprar cualquier cosa: la felicidad a cambio de unas noches de hotel con “spa”, una casa de segunda mano cerquita de una playa o un paraíso de ficción por medio de un viaje a alguna isla del Caribe.

      Es curioso que la ciencia y la tecnología nos estén poniendo en cotas muy altas, incluso alcanzando las estrellas, pero no se ha logrado hacer felices a los habitantes de la tierra; ni siquiera dar de comer y beber a todos.

      Con nuestras creaciones fantásticas y complejas, los seres humanos corremos el riesgo de convertirnos en seres con cantidades ingentes de toda clase de conocimientos pero sin una "cultura del corazón" y sin una “cultura de la ética” y, en lo más profundo de nosotros mismos, estamos petrificados, sentados y estáticos en una piedra del viejo neolítico. Nuestra percepción del mundo se pierde y muere en un progreso que limita la libertad del hombre y lo programa desde el nacimiento hasta la muerte. Nacer y morir son, nada más, dos ideas entremetidas en el lenguaje de unas tecnologías que desconocen el misterio de la condición humana.

      Muy probablemente sea así: somos los enfermos de una sociedad enferma.

      Y no digo nada nuevo...