martes, 10 de enero de 2023

Un poema de Bukowsky

 

      Bukowsky era un desastre de individuo, pero eso no quita que me gusten sus poemas descarnados, explícitos, unas veces suaves y otras agitados y violentos, repletos de matices autobiográficos y con gran carga de desengaño.

      La poesía de Bukowski, a pesar de comenzar a escribirla a una edad ya madura, es relevante por su duro realismo y su estilo lírico a la vez. A lo largo de su trayecto literario, Bukowski nunca dejó de escribir poesía, su estilo se volvió más directo y austero, como puede verse en obras como "El amor es un perro del infierno" y "La última noche de la tierra".

      Era tipo contradictorio en todo, capaz de decir cosas como Mi ambición está limitada por mi pereza” sin alterarse lo más mínimo y ser considerado como uno de los autores más influyentes de la literatura americana. Se dice que sus trabajos literarios pertenecen al realismo sucio y a la ficción transgresora. No sé muy bien qué es eso.

      Me gustan sus poemas.


NIRVANA

Sin mucha elección y casi sin quererlo, él era un joven a bordo de un autobús que cruzaba Carolina del Norte rumbo a algún lugar y empezó a nevar y el autobús paró en un café sobre las colinas y los pasajeros entraron.

Él se sentó en el mostrador con los demás, pidió y le trajeron su comida, que estaba particularmente buena lo mismo que el café.

La camarera no era como las mujeres que él había conocido.

No se hacía la interesante, un humor natural emanaba de ella.

El cocinero decía cosas locas.

El lavacopas, atrás, se reía con una risa limpia y placentera.

El joven miraba la nieve a través de las ventanas.

Quería quedarse en ese café para siempre.

Un curioso sentimiento lo inundó: que todo era bello ahí, que todo permanecería siempre bello ahí.

Entonces el chófer avisó a los pasajeros que ya era tiempo de irse.

El joven pensó, me voy a quedar aquí, me voy a quedar aquí.

Pero se levantó y siguió a los otros hasta el autobús.

Encontró su asiento y miró el café por la ventanilla.

El autobús arrancó, dobló una curva, y fue camino abajo, alejándose de las colinas.

El joven miraba hacia adelante.

Los otros pasajeros charlaban de otras cosas leían o intentaban dormir.

No se habían dado cuenta de la magia.

El joven puso su cabeza contra el asiento, cerró los ojos, fingió dormir.

Nada quedaba sólo escuchar el sonido del motor, el sonido de las ruedas en la nieve.

1 comentario:

  1. Un bello poema que probablemente se base en una experiencia propia: ese momento irrepetible de alteración de la consciencia en el que eres capaz de captar la magia y la belleza mientras los que te rodean hacen ruído.
    Y respecto al propio Bukowsky, tiene ese poder de seducción de rara avis, de quién no se atiene a las normas porque está fuera y más allá de ellas.

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