Hoy es el último día de este 2022 y he querido dejar un poco libre la mente y hacer una reflexión espontánea. He mirado a mi alrededor y únicamente me queda la esperanza, quizás utópica, de que a partir de este nuevo 2023 las cosas nos vayan mejor a todos.
Este año no ha sido un buen año, demasiados dramas, demasiadas muertes, demasiadas expectativas frustradas... Todo ha sido rápido, ráfagas como de metralleta, en las que las balas son las horas, los días y las semanas.
Recosté la cabeza en el sillón y me venían muchas cosas, respiré en profundidad tres veces tratando de calmarme un poco, de centrarme; incluso cerré los ojos.
Luego pensé que parece innegable que vivimos en una época en la que la locura parece ser la norma. Cada día se nos muestran noticias que parecen sacadas de una película de ciencia ficción de ínfima calidad. Profesores son sancionados por enseñar hechos científicos básicos, cuentas de Twitter son suspendidas por afirmar cosas obvias, violadores son trasladados a prisiones femeninas donde continúan cometiendo violaciones, estatuas de personajes históricos son derribadas por quienes aparentemente quieren hacer justicia, atletas mujeres son desplazadas de sus eventos deportivos por personas con genitales masculinos, películas inocentes son denostadas por no cumplir con los cánones de lo políticamente correcto, incluso personajes de cuentos infantiles de siempre como Blancanieves y los siete enanitos son considerados políticamente incorrectos.
Palabras, libros, estatuas e incluso personas enteras son "cancelados" por no cumplir con los estándares de la “corrección política”. ¿Acaso hemos perdido el juicio colectivamente?
Es cada vez más evidente que muchas personas han perdido la cordura al participar en el debate político. Basta con revisar las redes sociales o los medios de comunicación para ver el caos y la histeria que se han vuelto moneda corriente. Cada día hay alguien que se siente ofendido por algo (la llamada cultura del victimismo), ya sea un cartel publicitario, una conferencia o unas palabras.
Vivimos bajo el mandato de la corrección política, en un mundo sin género, raza o sexo, y donde hay muchas personas que se presentan como víctimas de algún sistema opresor (el heteropatriarcado, la bifobia o el racismo). Ser víctima se ha convertido en una aspiración, una etiqueta que otorga cierto prestigio ético e, incluso, permite eludir la necesidad de argumentar. Pero, la víctima no siempre tiene razón y, de hecho, no siempre es víctima.
¿O, acaso, las víctimas somos todos los demás?
Bueno, quedamos a la espera de ese 2023. En principio parece que promete, es un número compuesto, no es primo y puede ser dividido por 1, 7, 17, 119, 289 y, claro, por el mismo 2023. ¡Esos 'sietes' tienen buena pinta! ¡Qué no nos falte la esperanza!
No pierdo ni la fe, ni la esperanza. Tenemos, cada día, una nueva oportunidad para celebrar. Si un día me caigo me daré permiso para sobar y mimar y cuidar mis heridas, pero el resto lo celebrare como una victoria. ¡VIVA LA VIDA!
ResponderEliminarHas rebuscado bastante para encontrar el número 7 escondido, me ha encantado eso. El médico griego Hipócrates (460-370 a.c.), escribió una obra sobre el número 7, y decía que: “El número siete por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes.”
ResponderEliminarEsperemos un buen año, por lo menos que sea mejor que este 22.
Siempre es mejor tener expectativas, aunque pequen de utópicas, que soportar la distopía, pero siendo realista, no espero mucho del 2023, y ojalá me equivoque. Aunque el número siete y el cinco son mis preferidos, y tal vez...
ResponderEliminarBuen sábado, FELIZ 2023, y un gran abrazo !!!