Los temas se me acumulan, uno tras otro, pero no tengo demasiadas ganas de escribir; paso los días contemplando cómo pasan los días, valga la redundancia. Voy realizando tareas a tropezones y dando vueltas en la soledad del confinamiento. En realidad tampoco me importa mucho o, al menos, eso me agrada pensar. Este estado de guerra es tan singular que aún es pronto para contar toda su historia. Ahora pasaba un rato escuchando una música estupenda, agrupada y denominada como jazz relajante. Hace un día fresco y con un sol agradable; casi para dormir aquí sentado y viendo esas pompas de pensamientos que van pasando delante de mi frente. He escuchado un repique de campanas, parecen que suenan de otro modo ahora, su sonido es como el que oía cuando era pequeño; pienso que eso será por la menor afluencia de tráfico en las calles y por el poco ruido de la gente. ¿Existen los 'pensares' igual que los cantares?
Me repantingué en el sillón, el jazz me obligaba. El mando de la televisión tonteaba en mi mano y dejé las imágenes solas, sin sonido. Unos señores ─unos sí lo eran y otros no─ hablaban por turnos y me llegaba únicamente su gesticulación. Apuesto que todos “trabajan para el pueblo”, ¿no? Aunque la realidad suele ser otra.
Una vez leí, que ningún sistema político es bueno ni malo y que sólo son instrumentos de música política que deben estar siendo ─continuamente─ afinados y mejorados. ¿El mal está en los que gobiernan para sí mismos?
Me encantaba esa idea de música política y de instrumentos que deben ser afinados continuamente.
Unos periodistas pululaban tomando fotos, otros iban con un pequeño magnetófono en ristre. La democracia siempre termina en eso, en la manipulación de la prensa y los medios para llevar el fiel de la balanza al sitio que convenga.
Creo que me quedé dormido...