Hace un rato abrí "facebook" para ver qué había allí. Quizás ─pensé─ algún amigo ha dejado escrito algún comentario en alguna de las múltiples entradas que suelo poner.
"Facebook" me asaltó de nuevo con su eterna e impertinente pregunta: ¿Qué estás pensando?
En realidad, no estaba pensado en nada, sólo cruzaban mi mente algunas burbujas de esas que contienen pensamientos inmaduros, blandos, sutiles, que vienen y van a gran velocidad. Esas cosas que hay que detener para que se conviertan en verdaderos pensamientos.
Estuve unos segundos, o minutos, contemplado esas burbujas y agarré una al azar. La rompí y en ella estaba la historia de Nam-în, que era un monje Zen japonés que vivió en la era Meiji bajo el mandato del emperador Mutsuhito entre 1852 y 1912. En aquella época Japón empezó a abrirse al mundo y experimentó una reestructuración de los sistemas político, económico y social, llevando el país a una modernización extremadamente rápida.
Nam-în recibió a un profesor universitario americano que había viajado a Japón para estudiar qué era aquello del Zen y quería hacerle una serie de preguntas acerca de esa misteriosa forma del budismo.
En el primer encuentro Nam-în le sirvió un té cortésmente. Y echó el líquido hasta llenar la taza del visitante y, no obstante, siguió vertiéndolo. El profesor contempló el té que se derramaba hasta que ya no pudo contenerse y exclamó:
─¡No cabe una gota más! ¡La taza está completamente llena!
─Al igual que esta taza ─le dijo Nam-în─, usted está lleno de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo puedo mostrarle qué es el Zen a menos que primero vacíe su taza?
Noticieros, informaciones, incidencias de contagios, muertes, vacunas sí y no, elucubraciones, pronósticos, planes...
Necesito vaciar mi taza...
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