miércoles, 21 de agosto de 2024

¿Y eso del "sentido común"?

      Parece que nos estamos habituando a manejar el “Zoom” y hacer tertulias, medidas, de 40 minutos. Hoy se ha unido a la reunión nuestra amiga Lucía. Kimura y Lantíaca no la conocían y al hacer las preceptivas presentaciones les dije que ella poseía una cualidad excepcional, que es es la de tener el llamado “sentido común” muy desarrollado. También le hablé de su sentido del humor y de sus sorprendentes reflejos a la hora de responder a cualquier cuestión que se le pueda plantear.

      Kimura comentó el primero:

      ─¿En Occidente tenéis alguna filosofía del “sentido común”? En Japón, aunque no lo denominamos así, tenemos mucha tradición en cuanto a los asuntos de lo que en Europa y en todo Occidente consideráis “sentido común”. Y, claro, también nos hace mucha gracia, esa apostilla que siempre añadís; la de que es el menos común de los sentidos.

      Lantíaca rio y dijo:

      ─Sí, claro, hablar de algo “común” parece que atenta contra nuestro individualismo intrínseco y entonces siempre nos vemos obligados a añadir la coletilla de lo “menos común”. Así nos quedamos más conformes.

      En esos momentos pensé que ya teníamos la temática de la tertulia y comenté:

      ─Sí, creo que existe una filosofía del "sentido común" ─aunque no sé mucho de esto─, y ha sido un tema de interés en la historia de la filosofía. Pienso que la idea del "sentido común" ha sido abordada de diversas maneras por diferentes pensadores a lo largo del tiempo. Se ha tratado tanto desde su defensa como base del conocimiento hasta su crítica como una herramienta ideológica. Y quizás su relevancia depende del contexto filosófico y de cómo se interpreta el concepto de "sentido común"; que esa es otra cuestión, la interpretación.

      Me pareció observar que Lucía tenía ganas de intervenir y le dí paso:

      ─Lucía, ¿tú que dices? Al fin y al cabo todo ha comenzado porque he dicho que tú tienes mucho de ese sentido común.

      ─No me gusta meterme en estos berenjenales de tanta profundidad o de tanta filosofía, me gusta más estar a ras del suelo ─comentó Lucía con rapidez─. En mi opinión el "sentido común" se refiere a las creencias y juicios que la mayoría de la gente considera obvios o evidentes sin necesidad de una reflexión profunda. Ahora, también es verdad que con frecuencia, estas creencias se utilizan como punto de partida para construir argumentos filosóficos o para criticar posturas que se consideran demasiado alejadas de la experiencia cotidiana. Pero, insisto, para mí, el “sentido común” son las creencias y juicios de la gente normal y corriente, de los que a diario pisan las calles.

      Lantíaca estaba con la cabeza hacia abajo mirando el móvil y levantó la mano para señalar que deseaba intervenir:

      ─Es curioso, estoy consultando en Internet y veo que ya Aristóteles se ocupó del “sentido común” y también santo Tomás de Aquino. Para ellos el "sentido común" (sensus communis) era considerado como una facultad interna que es capaz de unificar las percepciones de los diferentes sentidos en una experiencia coherente y sensata.

      Lucía respondió al instante:

      ─Sí, pero eso ya se aleja un poco, o bastante, de lo que el hombre de la calle piensa sobre el sentido común.

      Kimura, como hablando consigo mismo, dijo:

      ─En la actualidad, algunos filósofos, especialmente en tradiciones críticas como el marxismo o la teoría crítica, han cuestionado el “sentido común”, argumentando que lo que se considera "sentido común" a menudo refleja ideologías dominantes o prejuicios culturales que pueden ser engañosos o represivos. Pero eso me parece un retorcimiento, ganas de manipular.

      Mientras mis amigos charlaban les prestaba mucha atención a lo que decían, pero también miraba en Internet asuntos relacionados. Encontré que existió una denominada Filosofía Escocesa del Sentido Común, posiblemente una de las formas más explícitas de la filosofía del “sentido común” se encuentra en la tradición escocesa del siglo XVIII, especialmente en la obra de Thomas Reid, del cual nunca he escuchado hablar. Por lo visto Reid argumentaba contra el escepticismo radical de filósofos como David Hume, defendiendo que ciertos principios del “sentido común” tales como la existencia del mundo exterior (ámbito externo) y la fiabilidad de nuestras facultades mentales son autoevidentes y constituyen la base de todo conocimiento. Según Thomás Reid, dudar de estas verdades sería absurdo porque son fundamentales para la vida cotidiana y la comunicación humana.

      Lucía acabó apostillando:

      ─Pues a mí este Reid del siglo XVIII me convence, creo que era un tipo sensato y sabía estar a pie de calle.

      Terminamos riendo y dije:

      ─¿Dejamos para otro día lo de la “mente obsesiva”?

lunes, 19 de agosto de 2024

Las preocupaciones de alrededor

      Escribo esto con rapidez para no olvidar lo hablado esta mañana por “Zoom” con mis amigos Kimura y Lantíaca. La conversación fue variada, pero nos entretuvimos más hablando de la preocupación y de las preocupaciones. Aquí expongo, en líneas generales, nuestro diálogo. Aunque ─y perdónenme─ me habré olvidado de muchos detalles.

      No sé ahora quién puso sobre el tapete la siguiente cuestión, creo que fue Lantíaca:

      ─He estado pensando en cómo la preocupación es realmente un estado mental basado en el temor.

      Kimura se involucró enseguida:

      ─Es cierto. Lo peor es que funciona poco a poco, lentamente, pero es persistente. Se va abriendo camino de forma astuta y sutil hasta que, sin darte cuenta, paraliza tu capacidad de razonar y destruye tu confianza en ti mismo.

      ─Sí ─añadí yo─, es como un círculo vicioso. La preocupación es básicamente un temor mantenido, que nace de la indecisión. Pero lo bueno es que, al ser un estado mental, es algo que sí podemos controlar.

      Lantíaca intervino para decir:

      ─Es lo que yo pienso. Exacto. Cuando nuestra mente está desequilibrada, nos volvemos impotentes. Y la indecisión es lo que descompensa la mente. Claro, aunque me parece que a muchos nos falta la fuerza de voluntad para tomar decisiones con rapidez y mantenernos firmes y sólidos en ellas una vez las hemos tomado.

      ─Es verdad ─continuó Kimura─. Pero cuando finalmente tomamos una decisión firme, dejamos de preocuparnos tanto por las circunstancias.

      Lantíaca siguió comentando:

      ─Es impresionante cómo una decisión puede traer serenidad, incluso en situaciones extremas. Eso demuestra que tomar decisiones puede ayudarnos a aceptar nuestro destino o evitar situaciones no deseadas. Y es que, a través de la indecisión, nuestros temores básicos se convierten en preocupación. Si eliminamos la indecisión, podríamos suprimir esos temores. Por ejemplo, aceptando la muerte como inevitable o decidiendo acumular riqueza sin preocuparnos por la pobreza.

      A Kimura le entró risa y exclamó:

      ─¡Se nota que eres griega! Tienes sentido dramático, trágico...

      También Lantíaca le contestó riendo:

      ─¡Pues vaya! ¿Y vosotros los japoneses?

      Retomando el hilo de la conversación dije:

      ─O decidiendo no preocuparse por lo que la gente piense o diga, y aceptando la vejez como una bendición, llena de sabiduría y autocontrol. Incluso podemos liberarnos del temor a la enfermedad al decidir no centrarnos en los síntomas, o del temor a la pérdida del amor al decidir que podemos seguir adelante sin ese amor, si es necesario. Todo se reduce a desbaratar la costumbre de la preocupación. Si tomamos la decisión de que no hay nada en la vida por lo que valga la pena preocuparse, alcanzaremos paz mental, serenidad y claridad de pensamiento. Y con eso, una alta dosis de felicidad.

      Kimura apostilló:

      ─Eso es exactamente. Un hombre cuya mente está llena de temor no solo arruina sus propias posibilidades de actuar con inteligencia, sino que también contagia ese temor a los demás, destruyendo sus oportunidades.

      Ahora fue Lantíaca la que intervino para terminar:

      ─Yo creo que incluso los animales, como un perro o un gato, pueden percibir cuando su dueño tiene miedo. Captan esas vibraciones de temor y se comportan en consecuencia. Estoy convencida que la capacidad de captar el temor no es exclusiva de los humanos, sino que está presente en toda la línea de inteligencia del reino animal. Por eso es tan importante aprender a dominar nuestros temores y preocupaciones.

      A Kimura lo vi asentir con la cabeza...