lunes, 19 de agosto de 2024

Las preocupaciones de alrededor

      Escribo esto con rapidez para no olvidar lo hablado esta mañana por “Zoom” con mis amigos Kimura y Lantíaca. La conversación fue variada, pero nos entretuvimos más hablando de la preocupación y de las preocupaciones. Aquí expongo, en líneas generales, nuestro diálogo. Aunque ─y perdónenme─ me habré olvidado de muchos detalles.

      No sé ahora quién puso sobre el tapete la siguiente cuestión, creo que fue Lantíaca:

      ─He estado pensando en cómo la preocupación es realmente un estado mental basado en el temor.

      Kimura se involucró enseguida:

      ─Es cierto. Lo peor es que funciona poco a poco, lentamente, pero es persistente. Se va abriendo camino de forma astuta y sutil hasta que, sin darte cuenta, paraliza tu capacidad de razonar y destruye tu confianza en ti mismo.

      ─Sí ─añadí yo─, es como un círculo vicioso. La preocupación es básicamente un temor mantenido, que nace de la indecisión. Pero lo bueno es que, al ser un estado mental, es algo que sí podemos controlar.

      Lantíaca intervino para decir:

      ─Es lo que yo pienso. Exacto. Cuando nuestra mente está desequilibrada, nos volvemos impotentes. Y la indecisión es lo que descompensa la mente. Claro, aunque me parece que a muchos nos falta la fuerza de voluntad para tomar decisiones con rapidez y mantenernos firmes y sólidos en ellas una vez las hemos tomado.

      ─Es verdad ─continuó Kimura─. Pero cuando finalmente tomamos una decisión firme, dejamos de preocuparnos tanto por las circunstancias.

      Lantíaca siguió comentando:

      ─Es impresionante cómo una decisión puede traer serenidad, incluso en situaciones extremas. Eso demuestra que tomar decisiones puede ayudarnos a aceptar nuestro destino o evitar situaciones no deseadas. Y es que, a través de la indecisión, nuestros temores básicos se convierten en preocupación. Si eliminamos la indecisión, podríamos suprimir esos temores. Por ejemplo, aceptando la muerte como inevitable o decidiendo acumular riqueza sin preocuparnos por la pobreza.

      A Kimura le entró risa y exclamó:

      ─¡Se nota que eres griega! Tienes sentido dramático, trágico...

      También Lantíaca le contestó riendo:

      ─¡Pues vaya! ¿Y vosotros los japoneses?

      Retomando el hilo de la conversación dije:

      ─O decidiendo no preocuparse por lo que la gente piense o diga, y aceptando la vejez como una bendición, llena de sabiduría y autocontrol. Incluso podemos liberarnos del temor a la enfermedad al decidir no centrarnos en los síntomas, o del temor a la pérdida del amor al decidir que podemos seguir adelante sin ese amor, si es necesario. Todo se reduce a desbaratar la costumbre de la preocupación. Si tomamos la decisión de que no hay nada en la vida por lo que valga la pena preocuparse, alcanzaremos paz mental, serenidad y claridad de pensamiento. Y con eso, una alta dosis de felicidad.

      Kimura apostilló:

      ─Eso es exactamente. Un hombre cuya mente está llena de temor no solo arruina sus propias posibilidades de actuar con inteligencia, sino que también contagia ese temor a los demás, destruyendo sus oportunidades.

      Ahora fue Lantíaca la que intervino para terminar:

      ─Yo creo que incluso los animales, como un perro o un gato, pueden percibir cuando su dueño tiene miedo. Captan esas vibraciones de temor y se comportan en consecuencia. Estoy convencida que la capacidad de captar el temor no es exclusiva de los humanos, sino que está presente en toda la línea de inteligencia del reino animal. Por eso es tan importante aprender a dominar nuestros temores y preocupaciones.

      A Kimura lo vi asentir con la cabeza...


7 comentarios:

  1. Muy interesante. Nunca había pensado que preocupación = temor + indecisión 👍🏻 creo que tienes razón.

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  2. Es estupenda la solución que das para no tener preocupaciones, pero es ideal: hay muchas situaciones en las que no puedes relativizar el problema. Yo introduciría un mucho de esperanza y un poco de lo que dice Epícteto. Por lo ideal; aunque algunas veces sí que te resignas a que si no puedes hacer nada, mejor es aceptarlo. Pero aún y así no creo que desapareciera la preocupación, y más si se tiene una mente obsesiva. Yo me muevo por ahí.

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  3. Epíteto tenía mucha razón, ojalá fuera directamente proporcional... pero somos tan distintos y nos mandan tendencias tan diversas... en cualquier caso muy interesantes reflexiones.

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  4. Gonzalo Díaz-Arbolí19 de agosto de 2024, 17:43

    Siempre, es mi opinión, hay algo en la vida por la que preocuparse, ¿Quien rechazaría al amor? Es el motor y el motivo para seguir viviendo...

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  5. Un debate muy interesante. Yo estoy con Epícteto y los estoicos en evitar la preocupación y aceptar aquello sobre lo que no tienes poder de decisión. Lo difícil es, una vez tomada ésta en los casos que puedas, seguir con la duda de si no te habrás equivocado.

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  6. Creo que es necesario decir que no debemos confundir "preocupación" con "intranquilidad" o "inquietud" porque, aunque estas palabras se relacionan con el malestar emocional, tienen matices diferentes en cuanto a su significado y las situaciones a las que se refieren.

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