A los niños siempre se les pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor? En estos tiempos el espectro de respuestas ha cambiado mucho, antes las más corrientes eran bombero, futbolista, torero e, incluso, cura. En estos tiempos hay mucha más amplitud. Hace unos días interrogué a mi nieta pequeña al respecto:
─¿Tú que quieres ser cuando seas una niña grande?
Me miró unos segundos con ojos de sorpresa, como de extrañeza ante mi ignorancia de sus cosas y deseos:
─¿No lo sabes? Quiero ser influencer y youtuber. Bueno, también me gusta ser cajera de Aldi y famosa en Tik-Tok.
Me quedé callado reflexionando, no sabía qué explicarle, quizás le podría haber dicho que lo de ser famosa no es una panacea, y que en la vida, incluso las personas más populares no están libres de tener detractores y críticos. También podría hablarle respecto a que la diversidad de intereses y personalidades entre la gente hace que resulte imposible agradar a todos aquellos que nos rodean. Posiblemente le tendría que aclarar que si nuestra meta es ganarnos el afecto de todos, estamos destinados a sufrir una gran decepción.
Después debería exponerle que la clave para consolidar nuestras relaciones con los demás radica en convertirnos en personas de carácter, íntegras, rectas y éticas. Y que al adoptar un código de conducta sólido, es probable que aquellos que no compartan nuestros valores se alejen, pero a cambio seremos respetados por todos aquellos que nos conocen. Al final, el respeto propio se convierte en algo más valioso que la mera fama.
Pensé que sería muy importante hacerle entender que cada persona tiene sus propias perspectivas y preferencias. Nuestras diferencias son lo que nos hace únicos y, por lo tanto, es natural que no todos nos aprecien o se sientan atraídos hacia nosotros. En lugar de intentar cambiar para agradar a todos, debemos centrarnos en ser auténticos y genuinos en nuestra forma de ser.
¿Cómo explicarle que la popularidad es efímera y puede basarse en aspectos superficiales y volátiles?
Posiblemente sería más sencillo decirle que, si optamos por ser amables y considerados en nuestras relaciones con los demás, es posible que no lleguemos a caerles bien, pero les resultará imposible sentir aversión hacia nosotros.
También le podría hacer comprender que es importante ser amable y considerado y que eso no significa que debamos sacrificar nuestros principios o comprometer nuestra integridad. Decirle que podemos expresar nuestras opiniones y defender nuestros valores de manera respetuosa, sin imponerlos a los demás. Y que al actuar de esta manera, transmitimos una imagen coherente y confiable, lo cual generará respeto y admiración en aquellos que nos rodean y que el respeto propio es el resultado de una autenticidad arraigada en nuestros principios fundamentales.
Quizás le debería sumar a todo lo dicho que el respeto propio nos brinda una sensación de satisfacción interna y tranquilidad, ya que nos conocemos y valoramos a nosotros mismos. Cuando nos respetamos a nosotros mismos, somos menos susceptibles a las opiniones y críticas negativas de los demás. La búsqueda de la popularidad a toda costa nos deja en una posición vulnerable, siempre dependiendo de la aprobación externa para nuestra felicidad y autoestima.
Después me arrellané en sillón tomando distancia del teclado, pero pronto regresé a él y añadí hablando solo:
─¿No nos deberíamos repetir estas palabras también los mayores?