martes, 2 de mayo de 2023

Aprendiendo a escuchar

      Sí. Ahora, a mi edad, estoy aprendiendo a escuchar, poco más puedo hacer. Hace unos pocos días tuve ocasión de hablar con Juan, ha sido mi primer encargo como neuropsicólogo colaborador en prácticas. El objetivo de esta primera experiencia es ese: escuchar y aprender.

      Juan es un hombre de, ¿mediana edad? Me dio un poco de apuro preguntarle su edad, quizás estaba por los sesenta o, todo lo más, sesenta y dos. Juan ha dedicado los últimos años a cuidar de su madre, quien sufre la enfermedad de Alzheimer. La señora había sido siempre una persona activa y enérgica, pero la enfermedad ha ido deteriorando su memoria y sus capacidades hasta ya no poderse valer por sí misma.

      Me contó que dejó su trabajo para poder cuidarla a tiempo completo y se encontró con una tarea ardua y agotadora. A pesar de los desafíos y las dificultades, Juan se sintió agradecido por la oportunidad de cuidar de su madre. Sabía que cada día era un regalo, y que el amor y el cuidado que le daba a su madre eran la mejor manera de honrar su vida y su legado.

      Con admirable paciencia Juan sigue aplicándose en cuidar a su madre con gran cariño y dedicación. Me comentó que con frecuencia, pasaba largas horas sentado a su lado, hablando con ella o simplemente sosteniendo su mano.

      Luego añadió algo que me pareció importante, me dijo que a medida que el tiempo pasaba, él se dio cuenta de que la clave para cuidar de su madre era encontrar un equilibrio entre su propia salud y el bienestar de su progenitora. Así que hubo un momento ─del que hacía más de dos años, de cuando la pandemia─ en el que comenzó a dedicar más tiempo para cuidar de sí mismo, saliendo a caminar, a hacer algo de ejercicio y a dedicar unos minutos diarios a la “atención plena”, buscando tiempo para relajarse y descansar. Al cabo de muy pocas semanas, dice Juan, que comenzó a sentirse más fuerte y con más capacidad de cuidar de su madre. Aprendió a aceptar que el Alzheimer era una enfermedad difícil y bastante inabordable. A partir de ahí se concentró en hacer todo lo posible para mantener a su madre cómoda y feliz, y en encontrar el apoyo y la ayuda que necesitaba para cuidar de ella adecuadamente.

      Pero, a pesar de que ama a su madre y quiere lo mejor para ella, el estrés y la falta de sueño están empezando a pasarle factura.

      Estuvo explicando que, ahora, cada noche, cuando intenta conciliar el sueño, su mente se llena de temores y preocupaciones. Se pregunta si está haciendo lo suficiente por su madre y, también, si estaba tomando las decisiones correctas, o si está cuidando adecuadamente de su salud y su bienestar. Aclaró que tiene la sensación de que el estrés y la falta de sueño están empezando a afectar su propia salud. Juan se siente cansado y agotado casi todo el día, y teme que pronto comenzará a sufrir depresión o alguna otra disfunción orgánica.

      Una vez que le hube escuchado con toda mi atención y tomado algunas notas, le expliqué lo mejor que pude, que esos eran los primeros síntomas del denominado “síndrome del cuidador”. Se trata de un conjunto de síntomas y trastornos que afectan a las personas que cuidan a un familiar con Alzheimer u otra enfermedad crónica. Los cuidadores a menudo experimentan altos niveles de estrés y agotamiento debido a las demandas físicas y emocionales del cuidado continuo de su ser querido.

      Seguí diciéndole que los cuidadores pueden experimentar síntomas de ansiedad y depresión debido a la sobrecarga del cuidado, a la preocupación constante y la falta de tiempo para cuidarse a sí mismos. Los cuidadores a menudo descuidan su propia salud, lo que puede llevarles a problemas físicos como dolores de cabeza, dolores musculares, insomnio e, incluso, trastornos digestivos. Añadí que los cuidadores pueden sentirse aislados socialmente debido a las demandas del cuidado y que este factor de aislamiento también le puede llevar a la depresión y la ansiedad. Le hice ver que el cuidado constante de un ser querido con Alzheimer puede agotar a los cuidadores, tanto física como emocionalmente.

      Aún tenía mucho que decirle pero he preferido dejarlo para otra sesión ─de mañana o pasado─ no quiero dejar que pase más tiempo. Este asunto del “síndrome del cuidador” pienso que hay que abordarlo pronto.

      Terminé la sesión un poco abrumado, parecía como si también me hubiese contagiado algo del síndrome. Deberé aprender rápido a manejar mis emociones de manera efectiva para evitar que afecten a la capacidad para tomar decisiones clínicas objetivas y basadas en la evidencia. Tendré que ser capaz de mantener la distancia emocional apropiada para mantener la objetividad necesaria en la práctica clínica.

      Ahora tenía la ingrata tarea de escribir un informe neuropsicológico más técnico para pasarlo al equipo terapéutico.

      Veremos cómo sale...

5 comentarios:

  1. Pilar Nacarino M.2 de mayo de 2023, 23:28

    👍🏼 conozco gente que son cuidadores, y efectivamente, acaban con esos síntomas.
    La solución es difícil.

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  2. Helcy Cavalcanti2 de mayo de 2023, 23:46

    Com certeza um cuidador tem uma alma nobre ....os seus esforços mostram um grande caráter e dedicação ....sabendo como é difícil esse momento.
    ...eu acredito que ao seu lado está um anjo de Deus!
    Gracias por seu relato...💐

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  3. ¡Qué lío! Ya no sé lo que es verdad y lo que te inventas. Un abrazo.

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  4. Fantástico relato, se lo mando a un amigo que le va a beneficiar mucho.Le aliviará un poco su existencia. Gracias, Dr.

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    1. Gracias Gonzalo yo nosoy elcuidador sino el que necita cuidados.ya en el pasado puente me ingesé en un centro muy coociso de que salí muy decepcionado decepcionado.

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