jueves, 30 de marzo de 2023

Un reencuentro casual


      En pleno siglo XXI, es más importante que nunca preocuparse por el tipo de mundo en el que vivimos y por el legado que dejaremos a las generaciones futuras. El sistema político-social actual se está colapsando, y está llevando a todo el mundo a una situación sin precedentes en todos los niveles. No podemos seguir ignorando esta verdad ni esperar a que alguien más resuelva esta situación global de esta sociedad que se dirige a un abismo a una velocidad alarmante.

      Harto de malas noticias salgo al balcón que da a la calle estrecha, allí recibo un triángulo de espléndida luz solar que deja pasar el edificio de enfrente. Veo un grupo de chicas jóvenes que juegan con una pelota de poco peso, lo mismo le dan patadas que la impulsan con las manos, oigo perfectamente sus risas, exclamaciones y comentarios.

      Por el extremo derecho de la calle camina con cautela una señora con aspecto adorable, vestida con elegancia, se desplaza con prudentes pasos. Se acerca ─peligrosamente─ al grupo de niñas. Cuando se encontraba bastante próxima a ellas, se les escapa la pelota y va directamente hacia la señora mayor quien con destreza y rapidez pone delante de su cara el brazo izquierdo y, con el codo del mismo, detiene el impacto. La blanda pelota sale disparada hacia la pared de enfrente.

      Las chicas se quedan un tanto desoladas; creo que a la espera de una riña indignada de la mujer. Pero, inexplicablemente, la señora ríe con simpatía y les dice que se acerquen a ella. Todas las chicas ─sorprendidas─ forman un coro alrededor y se disponen a escucharla.

      Afino mi oído para no perderme ni una palabra. Entonces la señora les cuenta que hace muchos años ─en otra ciudad─ le sucedió algo parecido: un niño con pantalones cortos, piernas delgaditas, rubito y buen corredor, dio una patada a un balón que salió incontrolado y casi le pegó en la cara.

      Con cierto descaro me desplacé hacia el extremo del balcón para escuchar mejor lo que hablaban.

      Decía entonces que el chico se quedó lívido, paralizado, y que le dijo que si le llega golpear con el balón le partía la cabeza del mamporro que le daría. Añadió que el chiquillo caminó de espaldas unos pasos hacia atrás y luego salió despavorido. Continuó contándoles que ya no se cruzó nunca con él y que cuando la veía de lejos salía corriendo como quien lleva encima el diablo.

      ─¿Y que pasó después? ─preguntó, curiosa, una de las chicas.

      ─Ya no lo vi nunca más de cerca. Al cabo de unos pocos años, desaparecí de aquella zona de la ciudad y él también, la vida nos llevó a otros lugares.

      ─¿Terminó ahí la historia? ─pregunto otro niña con cara espabilada.

      Tardé unos segundos en responder para dar un poco de intriga, después dije:

      ─Sí, ahí acabó la historia. Pero... un día, hace poco, le vi en una red social y le pregunté si él fue aquel niño escuálido y corredor de pantalones cortos.

      Casi se atropellaron todas ellas para inquirir a la vez:

      ─¡¿Era el mismo?!

      ─Sí ─les contesté─. Era él mismo. Pusimos en pie un montón de recuerdos de muchos años atrás y no había ninguna duda, era él.

      ─¿Y qué pasó después? ─dijo una impaciente.

      ─Pues nada, esto es una historia real, aquí no hay elementos de novela. Después de reconocernos mutuamente en la red social hemos comenzado a intercambiar mensajes y a compartir muchísimos recuerdos de aquella época: lugares, personas, anécdotas y curiosidades mil... A veces nos reímos de cosas de ayer y de hoy, otras compartimos alguna pena. Pero, desde aquel día de nuestro reencuentro en los espacios de Internet, mantenemos una hermosa amistad.

      Se dio cuenta que yo lo había escuchado todo asomado a la calle desde allá arriba. Me miró sonriendo e intentó agitar la mano derecha en señal de saludo, no lo logró, parecía que le dolía o no la tenía bien. Con naturalidad levantó el otro brazo y me saludó moviendo su mano.

      Le correspondí saludándole también y creo que me sonroje un poco.

      Me pareció una linda historia.

5 comentarios:

  1. Como siempre muy interesante.
    ¿Hoy no se trata de un cuento?

    ResponderEliminar
  2. Qué bonita historia.. 🥰

    ResponderEliminar
  3. Este curioso relato no es un cuento, estoy seguro que tiene cosas que son reales, pero están entremezcladas con productos de tu imaginación, hay un par de cosas, o tres, que no me cuadran. Pero me gusta la historia, o lo que sea.

    ResponderEliminar
  4. Ya lo he cuadrado todo. Desde tu otra casa de F., se puede escuchar perfectamente todo lo de la calle, tanto desde la ventana de la cocina o desde el dormitorio de abajo, desde la del Puerto es imposible. Eso era lo que no me encajaba de ninguna manera. ¿Es así?

    ResponderEliminar