jueves, 20 de noviembre de 2025

Lo superfluo. El viejo vicio que nadie reconoce


      Muy temprano me habló Kimura desde su retiro en su país, comentó que en la conversación anterior con el pastor Cooper nos habíamos olvidado de hablar lo superfluo y que en su opinión eso está muy conectado con lo que tratábamos de lo esencial y de lo accesorio. Y me hizo varias aportaciones muy interesantes.

      Kimura piensa que todo el mundo dice que odia lo superfluo. Claro. Pero nadie quiere admitir que vive rodeado de cosas que no necesita. Es más cómodo mirar al vecino y señalar su exceso que revisar el propio. Él lo deja claro: criticamos lo superfluo mientras nadamos en él.

      A su juicio, la definición de lo superfluo suele ser la misma trampa de siempre. “Es lo que no necesito realmente". Muy bien, vale. Pero quién sabe con precisión qué necesita. Nadie. Porque todos ajustamos esa línea según nos conviene.

      Lo superfluo, según Kimura, tiene una fórmula sencilla: si te da más preocupaciones que alegrías, es superfluo. No hace falta contabilidad. Solo honestidad. Y parece que eso escasea más que los diamantes.

      A mí me parece que nuestra sociedad no quiere que pensemos en felicidad. Quiere que pensemos en comprar. Y rápido. Porque si disfrutas lo que tienes, tardarás en querer otra cosa. Y eso no conviene.

      Creo que hay cuatro motores que alimentan este consumismo feroz.

      Primero, la inseguridad. Si no sabes qué te hace feliz, cualquier oferta te parece una promesa. No eliges. Te eligen.

      Segundo, la fuga. Mucha gente está convencida de que no basta tal como es. Entonces compra una versión mejorada de sí misma. Una que dure lo que tarda en envejecer la novedad.

      Tercero, la fe ciega en el progreso. Más veloz, más grande, más fuerte. Nadie pregunta si hace falta otro satélite, otro coche potente o el tercer televisor. Es progreso. Y el progreso, al parecer, está por encima del sentido común.

      Cuarto, la incapacidad de disfrutar. Lo nuevo deja de ser nuevo en el momento en que lo tienes. La excitación dura menos que una notificación.

      Al final, hay una pregunta que desmonta cualquier excusa: ¿qué  necesito de verdad para vivir bien? Para trazar la línea entre lo necesario y lo superfluo, primero hay que saber quién es uno y qué quiere. Dos preguntas incómodas. Dos preguntas que muchos prefieren enterrar bajo compras.

      Pero si se responden, pueden cambiarlo todo.

3 comentarios:

  1. Está muy bien y muy lógico.

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  2. Quién eres y qué quieres. Responder necesita presencia, curiosidad y tiempo además de honestidad. Pero es un trabajo del que nunca te arrepentirás. Gracias por tus artículos 🙏🏼😘😘😘

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  3. Muy interesante, primo. Ciertamente la vida se ha ocupado de cambiar los valores y ha creado una gran confusión a la que nos agarramos como "gato panza arriba" con absoluta falta de discernimiento. Consumo, consumo y frivolidad... No sé hace vida interior.
    Me alegro de tu reencuentro con Kimura. Te vendrá ahora muy bien tener una amiga tan especial.
    Un abrazo.

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