viernes, 19 de marzo de 2021

El joven arquero y Carlitos

 

     Me encanta sorprender a mis nietos con raras historias, ayer le improvisé a Carmen un viaje a la Luna en una expedición de siete naves con siete pasajeros en cada una, se trataba de la primera incursión formada por cuarenta y nueve personas que íbamos a sentar las bases para construir una estación permanente en nuestro satélite. Por supuesto que yo era uno de los expedicionarios de este viaje al espacio. Pero, más adelante, ya contaré esta historieta que necesita varios capítulos.

     La que quería contar ahora es la que le narré a Carlitos basada en una historia de un maestro Zen.

     Empecé diciéndole que una vez en el Japón antiguo existió un joven arquero que tenía una gran destreza en el tiro, sus flechas acertaban con una enorme frecuencia en difíciles blancos y salía siempre como vencedor absoluto de los muchos campeonatos en los que participaba.

     Este joven oyó hablar un día de un anciano maestro Zen casi ciego que le dijeron que tenía unas habilidades increíbles con el arco y las flechas. El muchacho hizo un largo viaje hasta que lo pudo encontrar en una lejana tierra. Con profundo respeto, pero también con una carga enorme de vanidad, se acercó al maestro para pedirle que contemplase sus habilidades con el arma. El anciano asintió complacido y el muchacho realizó varios lanzamientos certeros con sus flechas mostrándose muy ufano de lo conseguido. El anciano no se pronunció respecto a su talento y le dijo solamente:

     ─Ven, acompáñame.

     Caminaron hasta un despeñadero cercano, en el que había un largo y grueso tronco de árbol que unía, a modo de puente, dos de sus partes. Muchos metros abajo discurría un río que apenas se veía por la enorme altitud del barranco.

     El anciano tomó su arco y con paso seguro comenzó a caminar por el tronco hasta la mitad del mismo, encima del vacío, allí tensó su arco y disparó una flecha hacia un árbol lejano acertando con mucha precisión. Regresó junto al joven y le indicó:

     ─Haz lo mismo.

     El chico se acercó al tronco y apenas puso un pie encima miró hacia el abismo y comenzó a temblar; retrocedió paralizado de miedo.

     ─Eres muy diestro con tu arco, ─le comentó el maestro, notando el desasosiego de su desafiante joven– pero tienes poca habilidad con tu mente, esa es la que no te deja lanzar la flecha.

     Mi nieto escuchó toda la historia muy interesado y le pregunté:

     ─¿Qué conclusión has sacado de la historia del arquero?

     Se quedó un poco pensativo mirando a su derecha. Y después, mirándome de nuevo, dijo:

     ─Es que el muchacho se puso demasiado chulito, ¿no abuelo?

miércoles, 17 de marzo de 2021

Tiempos de horror y esperanza

 

     Sigo mirando largo tiempo por mis ventanas. Gran parte de mis reflexiones diarias están vinculadas al azote del corona virus. No paro de pensar que nunca habíamos compartido un miedo a la muerte tan intenso y general. Incertidumbre y desasosiego penetran por nuestras mentes y por nuestros sueños. Poco a poco van pasando los días y comienzo a tener clara conciencia de que muy posiblemente nuestra vida no vuelva a ser como era antes. Antes de ese día nefasto cuando en China, una persona se contagió de un virus que jamás había infectado a los seres humanos.

     Tiempos de horror, estamos en tiempos complicados, es posible que nunca antes hayamos vivido así. Hacía muchos años que el mundo no se encontraba en una situación análoga. Una espada de Damocles sobre todas las culturas y razas de la tierra. Un microscópico enemigo que nos tiene cercados, encerrados y llenos de fatalidad. Muy probablemente, nuestros hábitos, nuestras rutinas, nuestra cotidianeidad, no vuelvan en largo tiempo y que cuando regresen, es muy posible, que toda la superficie del globo terráqueo tal como la conocíamos haya cambiado. Y sin remedio.

     Esta mañana hablaba con mi amigo Cooper George, el pastor protestante de Nueva Zelanda, y me decía con mucha razón que si la gente de alrededor no se cuida poco importa que nosotros nos cuidemos individualmente.

     Cooper añadió:

     ─Aunque estemos en un mundo alejado, en un isla del Pacífico, no vivimos aislados y es prácticamente imposible aislarse del todo, aunque nos encerremos a cal y canto en nuestras casas. Nuestra vida depende, en muy buena medida, de otros, pero especialmente de quienes ejercen el poder, toman decisiones cruciales. El mundo es una especie de trenza revuelta y todo está unido, aunque parezca separado.

     Le contesté con lentitud:

     ─Posiblemente nunca estaremos preparados para las emergencias inéditas, nunca podremos estar del todo preparados...

     Hubo una pausa y después vi en la pantalla una pregunta en la que adiviné cierta sorna:

     ─¿Te mando un versículo?

     Reí y le dije:

     ─Por supuesto que sí.

     ─Es del libro de Job, el 2:10, y dice: «Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?».

     No supe qué responder. Seguí meditando sobre la espera. Esperar a que transcurran estos días para tener otra vez tiempo de mirar paisajes de prados repletos de flores, viendo cómo, por encima del caos, las flores siguen allí, danzando, con la brisa y los vientos...

martes, 9 de marzo de 2021

La "vejez productiva"

     

     Esta mañana tuve ocasión de charlar un rato con Kimura. Por supuesto que uno de los asuntos fue la incidencia del coronavirus en nuestros respectivos países. Allí las cifras son envidiables, si se puede decir así. Han tenido, en total, unos 440.000 casos con un numero de fallecidos que ronda los 8.300 muertos a fecha de hoy, cifra muy baja a tenor de que Japón tiene unos 127 millones de habitantes. Me dijo Kimura que, sin embargo, los japoneses vacunados aún son muy pocos, por debajo de los 48.000. Le comenté que aquello es otro mundo con respecto a las cifras que aquí manejamos.

     Después estuvimos hablando de mi escrito de ayer en el 'blog' sobre los mayores y las facultades que se dilapidan por no existir un proyecto inteligente y para aprovechar toda esa capacidad y talento (“Mayores en Internet: un potencial”).

     Mi amigo Kimura dijo:

     ─Es cierto, hace falta un despliegue mayor de esfuerzos por parte de los gobiernos y de fuerzas sociales. Felizmente, en mi país, cada vez más se ponen en marcha nuevos proyectos para estimular la actividad de los mayores. Los objetivos son los de mantener una buena salud, llegar a altos niveles de bienestar y acrecentar las relaciones sociales que les permitan superar los problemas de la soledad no deseada. Pero todavía hay carencias que el sistema no logra superar.

     Como no contesté inmediatamente, él añadió:

     ─No sé cómo lleváis en España esta cuestión.

     Torcí un poco el labio tratando de lanzar algo como una especie de sonrisa que no logré emitir y le comenté:

     ─Bueno, aquí cualquier cosa debe pasar por una agotadora fase previa de charlatanería, de comisiones poco operativas que discuten y cobran dietas, pero un horizonte a corto plazo que contemple estas cosas no veo.

     ─Sí, ya sé que vuestra situación es bastante diferente, además hay aspectos culturales que nos diferencian mucho. La figura de la persona mayor, en general, no tiene el mismo peso en Oriente que en vuestro Occidente...

     Se quedó un poco en silencio y tomó de nuevo la palabra para decir con deje nostálgico:

     ─Aunque en esto también vamos cambiando.

     Intervine para comentar:

     ─En España, todavía estamos lejos de entrar en la consideración de lo que se ha dado en llamar “vejez productiva”. En la crisis que ya llevamos arrastrando unos años, ha forzado que muchos jubilados hayan tenido que acoger y mantener en sus casas a la familia de alguno de sus hijos contando con el único recurso de la jubilación y siendo esta jubilación bastante escasa con frecuencia. Hay también muchos que se ocupan del cuidado de sus nietos mientras los padres de éstos trabajan. Los hay también que dan su apoyo colaborando a cuidar a algún familiar enfermo dependiente.

     ─En Japón ─dijo Kimura─ hay también personas jubiladas que realizan un trabajo de apoyo social no remunerado, acompañando o asistiendo a personas que viven solas, ayudando en comedores sociales, o colaborando con algunas ONG's en diversas actividades. ¡Ah! Ese concepto que has citado de “vejez productiva” es muy interesante.

     ─Sí, pienso que por ahí deben de ir los tiros. Opino que las estructuras deberán tornarse más flexibles, más moldeables, para que puedan permitir a las personas manejar los diferentes tiempos: de aprendizaje, de trabajo, de ocio y de desarrollo de los valores humanos, a lo largo de todo su ciclo vital.

     Kimura se despidió de mí diciéndome:

     ─Tenemos que seguir hablando de esto, me parece que es un vagón que tenemos que empujar. Hoy día las personas estamos cambiado más rápidamente que las estructuras, ¿no?

     Me quedé con la cabeza impregnada de eso de la “vejez productiva”...

lunes, 8 de marzo de 2021

Mayores en Internet: un potencial

    Estos días anteriores he estado curioseando sobre la utilización de Internet por parte de personas mayores y he quedado muy gratamente impresionado, su uso ya es masivo. Miles, millones, de personas de más 60 años y hasta los 80 y muchos, echan mano de Internet para múltiples tareas. Hacer esta pequeña investigación vino porque estaba pensando en el potencial humano que se pierde ─que queda paralizado─ con la jubilación. En modo alguno la jubilación debe ser un sinónimo de inactividad para la gente mayor y todavía menos, suponer que tienen imposibilidad de contribuir con su esfuerzo al desarrollo económico y social de un país. Quizás todo lo contrario. El incremento de la esperanza de vida facilita que las personas mayores tengan una necesidad continua de mantenerse no sólo activos y operativos, sino también productivos. Aunque, lamentablemente, no tenemos una sociedad preparada para aprovechar este potencial. Se hacen necesarios cauces y oportunidades para el desarrollo de toda esa energía dilapidada.

     Un amigo extranjero me comentaba hace poco que conoce algunos países en los que se aprovecha la experiencia de los mayores, tanto profesional como personalmente, para elevar la actividad económica del país. Algunas empresas,  utilizan a los trabajadores que se jubilan para formar a los más jóvenes. Y lo hacen sin deterioro de su pensión. Otros lo hacen de manera altruista y desinteresada.

     En esta línea, otra cosa que me ha llamado poderosamente la atención es la enorme presencia activa ─y algunas activísimas─ de mayores en Facebook, Instagram, Gab y, supongo, que en otras de las muchas redes sociales que existen. Claro, y también destacar la amplísima utilización que hacen de WhatsApp y Telegram.

     Pero quizás lo que más me ha gustado ─y animado─ ha sido el apreciable número de páginas Web y de 'blogs' desarrollados y mantenidos espléndidamente por abuelos incansables, dignos del mayor encomio y ejemplo para nuevas generaciones. ¡Quién lo iba a decir hace veinte años!

     No quiero dejar de citar aquí a mis amigos Gonzalo y Jesús, que ─con sus más de 75 años─ son unos verdaderos jabatos, difundiendo cultura, saber e información a diario en Internet. 

     Vendrán nuevos tiempos, nuevas tecnologías, nuevos asuntos, pero habrá que contar con estos miles y miles de mayores en la vanguardia, gente ilusionada y perseverante, que recuerda a aquellos pioneros de la radio, que con sus contribuciones técnicas tuvieron tanta influencia en el desarrollo de las comunicaciones en toda una gran época.

lunes, 1 de marzo de 2021

El Apocalipsis no es tan apocalíptico

 

     Sí, es cierto, me quejo y emito mil lamentos por el confinamiento, por la pandemia y por otras muchas cosas. Pero he de reconocer que también hay algunos efectos positivos que me han sido traídos por toda esta hecatombe. Y uno de estos son los amigos que he ido haciendo en este trayecto.

     Es curioso todo lo que he aprendido, todo lo que he disfrutado en mis conversaciones con ellos, a veces ─como es natural─ teñidas de alguna polémica. ¡Qué cantidad de horas de charlas interesantes sobre mil y un temas! También he podido conocer un buen puñado de programas de comunicaciones que desconocía; sin un buen software la cosas no hubiesen sido tan fáciles. La práctica de idiomas ha tenido un protagonismo fundamental. A veces, y a trompicones, he logrado la fluidez suficiente para entenderme con ellos a la perfección. Algunos hablan un español estupendo, como Kimura y el padre Horst Seehofer. Y no quiero olvidar a mi gran amiga, Zenaide, brasileña, que este año pasado ha conseguido defenderse en español de manera admirable. Además ha sido una profesora excelente para enseñarme ese portugués ─tan musical y vivo─ del Brasil.

     Desde luego quiero recordar también las charlas con Briseida, llenas de pasión y activismo frente al “Nuevo Orden Mundial” y sus tentáculos. Pero hoy quería hablarles de mi amigo ─al cual no he citado nunca antes en ningún artículo─ Cooper George Wright, que vive muy lejos, en Nueva Zelanda, ¡nada menos! Por la cuestión horaria tengo un poco complicada la comunicación con él, pero casi todos los días nos echamos una buena charla o nos intercambiamos audios. Cooper es pastor protestante, casado y con varios hijos, ya esta semijubilado. Lo conocí por medio de Kimura. Claro, con él, los temas frecuentes de charla son: la Biblia, teología, la religión en general, la sociedad, el estado del mundo...

     Cooper, desde Wellington, habló esta mañana del Apocalipsis de San Juan e hizo una síntesis fantástica del mismo. De estos resúmenes que se quedan grabados para siempre en el cerebro. Se lo agradecí de verdad. Entró en el tema diciéndome que no estaba claro que este san Juan del libro fuese el apóstol y que algunos creían que era otro Juan desconocido, pero que eso le daba igual y prefería la idea de que fuese el mismo apóstol. Esta postura ecléctica me gustó. Comentó que para él, el Apóstol Juan escribió el libro cuando ya era muy anciano. De hecho, él era el único discípulo de Jesús que no había muerto por aquel tiempo. Dijo que estaba en prisión en la isla de Patmos, que es como una roca gigante y fea en medio del Mar Adriático y que a Cooper le gustaría conocer. Habló mi amigo que mientras el apóstol estuvo allí, experimentó las visiones contenidas en el “Libro del Apocalipsis” (al que él denomina “Revelación”). Y que tiene que ver con el fin de los tiempos y con todas las cosas que ocurrirán. Añadió que el libro está repleto de símbolos y visiones que son muy difíciles de entender. Y que eso, quizás, es porque aún no es el momento de comprenderlas.

     Le pregunté por la fecha aproximada en la que pudo ser escrito el libro y me respondió que sobre el año 95 d.C. Le comenté que mis conocimientos bíblicos son bastante insuficientes, datan de hace mucho tiempo, de cuando estudié Historia Sagrada en el bachillerato y poco más. Y que mi idea del Apocalipsis se resume en saber que se refiere principalmente al fin de los tiempos que rodean la venida de Jesús a la tierra.

     ─¿Qué versículo del Apocalipsis te gusta más? ─se me ocurrió preguntarle.

     Lo pensó unos segundo y contestó rápido:

     ─Sí, quizás Apocalipsis 3:20, «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré y cenaré con él y él conmigo.»

     ─¿Te lo sabes todo de memoria? ─le dije asombrado.

     ─Ya me gustaría, pero no, únicamente se cosas sueltas de casi todos los libros, versículos importantes de cada libro. Además con la edad voy olvidando algunos.

     Un poco en plan provocador le pedí:

     ─Dime otro párrafo del Apocalipsis.

     Ahora fue más rápido:

     ─Te digo el 21:1: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya.»

     Este versículo lo vi optimista.

     Pensé que el Apocalipsis no era tan apocalíptico...