miércoles, 17 de marzo de 2021

Tiempos de horror y esperanza

 

     Sigo mirando largo tiempo por mis ventanas. Gran parte de mis reflexiones diarias están vinculadas al azote del corona virus. No paro de pensar que nunca habíamos compartido un miedo a la muerte tan intenso y general. Incertidumbre y desasosiego penetran por nuestras mentes y por nuestros sueños. Poco a poco van pasando los días y comienzo a tener clara conciencia de que muy posiblemente nuestra vida no vuelva a ser como era antes. Antes de ese día nefasto cuando en China, una persona se contagió de un virus que jamás había infectado a los seres humanos.

     Tiempos de horror, estamos en tiempos complicados, es posible que nunca antes hayamos vivido así. Hacía muchos años que el mundo no se encontraba en una situación análoga. Una espada de Damocles sobre todas las culturas y razas de la tierra. Un microscópico enemigo que nos tiene cercados, encerrados y llenos de fatalidad. Muy probablemente, nuestros hábitos, nuestras rutinas, nuestra cotidianeidad, no vuelvan en largo tiempo y que cuando regresen, es muy posible, que toda la superficie del globo terráqueo tal como la conocíamos haya cambiado. Y sin remedio.

     Esta mañana hablaba con mi amigo Cooper George, el pastor protestante de Nueva Zelanda, y me decía con mucha razón que si la gente de alrededor no se cuida poco importa que nosotros nos cuidemos individualmente.

     Cooper añadió:

     ─Aunque estemos en un mundo alejado, en un isla del Pacífico, no vivimos aislados y es prácticamente imposible aislarse del todo, aunque nos encerremos a cal y canto en nuestras casas. Nuestra vida depende, en muy buena medida, de otros, pero especialmente de quienes ejercen el poder, toman decisiones cruciales. El mundo es una especie de trenza revuelta y todo está unido, aunque parezca separado.

     Le contesté con lentitud:

     ─Posiblemente nunca estaremos preparados para las emergencias inéditas, nunca podremos estar del todo preparados...

     Hubo una pausa y después vi en la pantalla una pregunta en la que adiviné cierta sorna:

     ─¿Te mando un versículo?

     Reí y le dije:

     ─Por supuesto que sí.

     ─Es del libro de Job, el 2:10, y dice: «Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?».

     No supe qué responder. Seguí meditando sobre la espera. Esperar a que transcurran estos días para tener otra vez tiempo de mirar paisajes de prados repletos de flores, viendo cómo, por encima del caos, las flores siguen allí, danzando, con la brisa y los vientos...

2 comentarios:

  1. Es uno de mis libros preferidos de la Biblia, lo he leído varias veces. Después de leer este artículo me he parado en el versículo 6:10: "¿Cuál es mi fuerza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia?". No perdamos la paciencia, todo acaba y la pandemia también acabará, guardemos fuerzas para entonces.

    ResponderEliminar
  2. Perdón, he escrito 6:10, es el 6:11.

    ResponderEliminar