Sí, es cierto, me quejo y emito mil lamentos por el confinamiento, por la pandemia y por otras muchas cosas. Pero he de reconocer que también hay algunos efectos positivos que me han sido traídos por toda esta hecatombe. Y uno de estos son los amigos que he ido haciendo en este trayecto.
Es curioso todo lo que he aprendido, todo lo que he disfrutado en mis conversaciones con ellos, a veces ─como es natural─ teñidas de alguna polémica. ¡Qué cantidad de horas de charlas interesantes sobre mil y un temas! También he podido conocer un buen puñado de programas de comunicaciones que desconocía; sin un buen software la cosas no hubiesen sido tan fáciles. La práctica de idiomas ha tenido un protagonismo fundamental. A veces, y a trompicones, he logrado la fluidez suficiente para entenderme con ellos a la perfección. Algunos hablan un español estupendo, como Kimura y el padre Horst Seehofer. Y no quiero olvidar a mi gran amiga, Zenaide, brasileña, que este año pasado ha conseguido defenderse en español de manera admirable. Además ha sido una profesora excelente para enseñarme ese portugués ─tan musical y vivo─ del Brasil.
Desde luego quiero recordar también las charlas con Briseida, llenas de pasión y activismo frente al “Nuevo Orden Mundial” y sus tentáculos. Pero hoy quería hablarles de mi amigo ─al cual no he citado nunca antes en ningún artículo─ Cooper George Wright, que vive muy lejos, en Nueva Zelanda, ¡nada menos! Por la cuestión horaria tengo un poco complicada la comunicación con él, pero casi todos los días nos echamos una buena charla o nos intercambiamos audios. Cooper es pastor protestante, casado y con varios hijos, ya esta semijubilado. Lo conocí por medio de Kimura. Claro, con él, los temas frecuentes de charla son: la Biblia, teología, la religión en general, la sociedad, el estado del mundo...
Cooper, desde Wellington, habló esta mañana del Apocalipsis de San Juan e hizo una síntesis fantástica del mismo. De estos resúmenes que se quedan grabados para siempre en el cerebro. Se lo agradecí de verdad. Entró en el tema diciéndome que no estaba claro que este san Juan del libro fuese el apóstol y que algunos creían que era otro Juan desconocido, pero que eso le daba igual y prefería la idea de que fuese el mismo apóstol. Esta postura ecléctica me gustó. Comentó que para él, el Apóstol Juan escribió el libro cuando ya era muy anciano. De hecho, él era el único discípulo de Jesús que no había muerto por aquel tiempo. Dijo que estaba en prisión en la isla de Patmos, que es como una roca gigante y fea en medio del Mar Adriático y que a Cooper le gustaría conocer. Habló mi amigo que mientras el apóstol estuvo allí, experimentó las visiones contenidas en el “Libro del Apocalipsis” (al que él denomina “Revelación”). Y que tiene que ver con el fin de los tiempos y con todas las cosas que ocurrirán. Añadió que el libro está repleto de símbolos y visiones que son muy difíciles de entender. Y que eso, quizás, es porque aún no es el momento de comprenderlas.
Le pregunté por la fecha aproximada en la que pudo ser escrito el libro y me respondió que sobre el año 95 d.C. Le comenté que mis conocimientos bíblicos son bastante insuficientes, datan de hace mucho tiempo, de cuando estudié Historia Sagrada en el bachillerato y poco más. Y que mi idea del Apocalipsis se resume en saber que se refiere principalmente al fin de los tiempos que rodean la venida de Jesús a la tierra.
─¿Qué versículo del Apocalipsis te gusta más? ─se me ocurrió preguntarle.
Lo pensó unos segundo y contestó rápido:
─Sí, quizás Apocalipsis 3:20, «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré y cenaré con él y él conmigo.»
─¿Te lo sabes todo de memoria? ─le dije asombrado.
─Ya me gustaría, pero no, únicamente se cosas sueltas de casi todos los libros, versículos importantes de cada libro. Además con la edad voy olvidando algunos.
Un poco en plan provocador le pedí:
─Dime otro párrafo del Apocalipsis.
Ahora fue más rápido:
─Te digo el 21:1: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya.»
Este versículo lo vi optimista.
Pensé que el Apocalipsis no era tan apocalíptico...
Ignacio, si lees el Apocalipsis e intentas imaginar sus descripciones verás que son muy artísticas. La representación de la "Inmaculada" es una de ellas: "Vi una mujer vestida de sol... El dragón a sus pies... La luna..."
ResponderEliminarMuchas gracias Fernando, tenía pensado empezar a leerlo hoy, pero no se me había ocurrido que podía hacer una lectura de carácter artístico. Ya te diré...
EliminarUn abrazo.
Muchas gracias por este magnífico artículo y por tu amistad, nuestras charlas siempre me han hecho ir para delante y mejorar como ser humano, desde que te conocí esto me encanta, háblame de asuntos que nunca he pensado que hablaría y entendería, contigo me di cuenta que un buen escritor haz todo muy sencillo y comprensible a todos, gracias por acordarte de mi y sientome halagada con tu elogio cerca de mi español admirable.
ResponderEliminarAdmirable es la forma como me enseñó del español y lo mucho que me enseñas de la vida, intento de mi humilde manera hacer lo mismo por ti, ojalá sea posible.
Hoy me he levantado muy temprano (no siempre es así) y pronto he leído tu comentario. Inmediatamente me ha venido a la cabeza aquella respuesta a un halago del célebre escritor norteamericano Mark Twain, él dijo: «Puedo vivir de un elogió durante dos meses». Pues bien, tú me has proporcionado con esas palabras, elogios para varios años.
EliminarMuchas gracias.
Un fuerte abrazo.
Es verdad, es artístico y poético nada más empezar: "... vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza." (Apocalipsis 1:12-16)
ResponderEliminar