Todos tenemos palabras que nos gustan y satisfacen, aunque casi nunca nos paramos a pensar en ellas e, incluso, no tenemos idea de qué vocablos son. Los hay de todo tipo; adjetivos, verbos, adverbios,...
Le daba vueltas a esto y llegué a la conclusión de que las palabras que más satisfacen son los verbos y, probablemente, gustan los verbos porque marcan acción de muchas maneras. Por ejemplo, uno de ellos es el verbo “inhibir”, o su contrario “desinhibir”, que se utiliza mucho más. Inhibir parece que se utiliza a menudo como término médico para indicar la suspensión por un tiempo determinado una función o actividad del organismo mediante la actuación de algún tipo de estímulo.
Sin embargo, “desinhibir” es intentar que alguien pierda las inhibiciones y se comporte de una manera natural, sencilla y espontánea sin miedos ni vergüenzas. Esto me condujo a considerar que se podrían considerar dos tipos de desinhibición diferenciados: el de la vergüenza y el de los miedos. Aunque hemos de reconocer que entre vergüenzas y miedos hay intersecciones. Incluso se podría añadir que hay desinhibiciones elegantes y desinhibiciones zafias.
No dudo que en todas estas consideraciones puede existir mucha subjetividad, lo admito, pero personalmente me agradan las que llamo desinhibiciones elegantes, que son aquellas que se llevan con donosura y gracia.
Estábamos sentados en un bar disfrutando el agradable sol del mediodía en el invierno del sur. Bebíamos cervezas en vasos grandes y tapeábamos con unas exquisitas croquetas de diseño moderno. Conversábamos y reíamos informalmente.
Pasado un rato, una de nuestras amigas se levantó con la inequívoca intención de ir al baño. Regresó al cabo de unos minutos y ─sin inmutarse─ nos dijo que un inoportuno golpe de tos le habían distendido los músculos del aparato urinario y que se había miccionado en los pantalones dejándolos con una larga y oscura ristra húmeda.
Totalmente desinhibida y con serena solemnidad se volvió a sentar en su silla, habiéndola orientada antes hacia el sol, alargando sus piernas.
Desinhibición elegante; nada le alteró, ni nadie se escandalizó.
La temperatura, el sol, la charla y las risas harían el resto...