lunes, 16 de septiembre de 2024

La novela culinaria

      Me dejé llevar un poco por la publicidad ─el bombardeo diario lo hace inevitable─ y compré el libro “Los misterios de la Taberna Kamogawa” del odontólogo y escritor japonés Hisashi Kashiwai; quizás creyendo que me iba a encontrar con otro Haruki Murakami. “Los misterios de la taberna Kamogawa” es una novela bastante particular que combina elementos de la gastronomía japonesa con la estructura de un misterio. El enfoque narrativo es ciertamente original al centrar la historia en una taberna donde los personajes resuelven misterios culinarios.

      Sin embargo, la originalidad puede diluirse por lo que parece ser una estructura repetitiva: cada capítulo funciona como un pequeño episodio en el que la cocina se convierte en el vehículo para resolver el problema, casi como si estuviéramos leyendo entradas de un recetario intercaladas con diálogos narrativos. La abundancia de detalles culinarios puede ser sugerente y atractiva para quienes gozan de la gastronomía japonesa, pero para otros puede volverse tediosa o parecer poco relevante para la trama principal.

      La novela dedica bastantes páginas a tratar ingredientes, tareas de cocina y platos típicos japoneses, lo que puede desviar de la historia central. Esto genera una sensación de que la trama avanza poco o se vuelve secundaria frente a la exhibición de la cultura culinaria. Aunque es cierto que la comida en Japón tiene un significado simbólico y cultural muy profundo, la novela a veces parece utilizarla más como un recurso técnico que como un elemento narrativo con verdadero peso emocional o simbólico para los personajes.

      Aunque la novela está ambientada en Japón y su núcleo es la cocina japonesa, la traducción ─o la manera en que se presenta el lenguaje─ puede sentirse excesivamente occidentalizada. Esto podría ser un intento de hacer la obra más accesible para un público no japonés, pero termina sacrificando parte de la esencia cultural que uno esperaría de una historia así. Es posible que en la traducción se puedan haber perdido matices del japonés original, o quizás se ha simplificado en exceso, lo que contribuye a esta sensación de desapego cultural.

      Insisto en que la idea de resolver problemas a través de la comida es bastante original y puede ser atractiva desde el punto de vista de cómo la comida conecta a las personas con sus recuerdos y emociones. Sin embargo, en muchos casos, los personajes parecen superficiales, y los problemas que enfrentan no logran desarrollarse a un nivel más profundo. La conexión emocional entre los personajes y los misterios que resuelven a través de los platos no siempre logra generar un verdadero impacto. Por lo tanto, a pesar de la frescura del enfoque, la novela no logra mantener un nivel alto de interés emocional o narrativo.

      Para mí, la novela carece de esa autenticidad japonesa en cuanto al lenguaje y la he sentido más como una colección de recetas que como una historia seductora. Pero, en fin,... hay muchos gustos y muchos colores...

martes, 10 de septiembre de 2024

Escribir es rezar

      Leí hace unos días que Jon Fosse, Nobel de Literatura de 2023, ha repetido en numerosas ocasiones la frase: “Escribir es rezar”. Creyó durante bastante tiempo que era suya hasta que descubrió que Franz Kafka la había acuñado unos cuantos años antes, pero da igual, escribir es rezar y muchas cosas más. Escribir es una manera de abrir ventanas y puertas, para ventilar y para ventilarnos.

      Lo que digo está en relación con el artículo de ayer en el blog, “No hay mal que...”.

      Uno piensa, a veces, que ha escrito algo que puede ser de interés para bastantes lectores e incluso que va a acumular un montón de comentarios, pero la realidad nos baja de la tarima y el resultado es que lo escrito pasa sin pena ni gloria. Sin embargo, otras veces damos luz a un relato, al que “a priori”, no hemos prestado especial atención y, asombrosamente, agrupa a centenares de lectores y da pie a un buen número de comentarios. ¿Dónde está el secreto?

      La verdad es que no lo sé, aunque estimo que siempre está ahí ─en el escrito─ ese ingrediente especial que es la controversia. Y es de la controversia suscitada de lo que quería hablar un poco.

      La controversia (entendida, como la R.A.E. dice, como discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas) me interesa aquí como activador del sentido crítico. Y saben que el sentido crítico no es más que la capacidad de analizar, evaluar y cuestionar información ─o también situaciones─ de manera objetiva, sin aceptar todo de manera automática como si fuésemos robots. Implica pensar de forma independiente, buscando evidencias y razones antes de llegar a conclusiones.

      Estoy muy convencido de que en la sociedad actual, es fundamental tener sentido crítico para tamizar la gran cantidad de información que nos aturde desde todos los frentes y así evitar caer en desinformación, manipulación o prejuicios. Poseer un buen sentido crítico nos puede ayudar a tomar decisiones más informadas y responsables en un mundo cada vez más complejo.

      La controversia puede ser un catalizador poderoso para desarrollar el sentido crítico, pero su resultado depende de cómo se maneje la situación y de la disposición de las personas involucradas a reflexionar de manera abierta y constructiva. Aquí algunos factores a considerar, por ejemplo, cuando un escrito genera controversia, las ideas o creencias establecidas se ven desafiadas. Esto obliga a las personas a revisar sus propios puntos de vista y a explorar nuevas perspectivas. Para muchos, la controversia abre la puerta al cuestionamiento y a la reconsideración y ambos son aspectos relevantes del pensamiento crítico.

      Con frecuencia la controversia conduce al debate público. Cuando las personas con diferentes perspectivas exponen sus argumentos, es necesario discernir, analizar y evaluar los puntos de vista, lo que fortalece la capacidad crítica de quien se implica. Normalmente ─en situaciones controvertidas─ las respuestas no suelen ser claras o absolutas. Esta incertidumbre obliga a las personas a pelear con la ambigüedad, lo que puede fortalecer la habilidad para evaluar argumentos complejos o contradictorios sin caer en respuestas simplistas.

      Tampoco me cabe duda que para argumentar o defender un punto de vista controvertido, es necesario informarse lo mejor posible y considerar las evidencias que puede estar en contra de la posición propia. Este proceso de investigación y contraste de fuentes contribuye a perfeccionar el sentido crítico.

      Sin embargo, la controversia no siempre conduce a un pensamiento crítico más afinado y certero. Si las personas se encapsulan en sus posiciones de manera rígida, rechazan el diálogo o se polarizan, el efecto puede ser contraproducente. En este caso, la controversia no mejora el sentido crítico, sino que refuerza prejuicios y posturas dogmáticas y sectarias. El impacto depende del enfoque que se le dé: si la controversia genera debate saludable y apertura mental, sí puede conducir a un tipo de pensamiento crítico eficaz; pero si fomenta polarización o reacción emocional, puede tener el efecto contrario.

      ¿Y del maniqueísmo?

      Bueno, del maniqueísmo hablaremos mañana...

lunes, 9 de septiembre de 2024

No hay mal que...

      Todos sabemos que durante nuestra existencia periódicamente nos vamos encontrando con desafíos y contratiempos. Algunas veces estos momentos pueden parecer insuperables y llenos de desesperanza. Sin embargo, el refrán "No hay mal que por bien no venga" nos intenta convencer que a menudo estos obstáculos pueden ser oportunidades escondidas.

      Con esta perspectiva nos ayudamos para mantener una actitud positiva y resiliente ante las adversidades. La resiliencia (eso tan de moda en la actualidad) es una cualidad que nos permite adaptarnos y superar las dificultades. Al adoptar la mentalidad de "No hay mal que...", parece que cultivamos la capacidad de ver más allá de los problemas inmediatos y concentrarnos en las posibles soluciones y beneficios a largo plazo. Esta actitud, dicen, que no solo nos ayuda a enfrentarnos a los desafíos con mayor fortaleza, sino que también nos permite crecer y aprender de nuestras experiencias.

      Pero...

      Hay refranes que me molestan, y molesta más que me los repitan. Por ejemplo el citado. Sé que se trata de una expresión popular que encierra unas dosis de sabiduría estoica y bastantes pizcas de optimismo. Realmente parece que este dicho nos induce a ver el lado positivo de las situaciones adversas, sugiriendo que incluso de los momentos más difíciles, puede surgir algo bueno.

      Pero...

      Sí, vale, pero no me gusta...

      Y no me gusta incluso mirándolo desde un punto de vista estoico. Creo que desde una perspectiva estoica ─quizás un tanto radical─ este refrán podría ser criticado por su dependencia de factores externos, por la esperanza de un resultado positivo futuro y por una posible actitud pasiva hacia las adversidades, lo que contradice la autonomía moral y la autosuficiencia de la virtud promovida por el estoicismo. ¿No? Y aunque los estoicos creían en la providencia divina ─o en un orden racional del cosmos─ la frase puede llevar a una dependencia de la creencia en que todo mal trae algo bueno necesariamente.

      En medio de la tormenta prefiero tener agallas para detenerme, prestar atención y tratar de percibir las cosas tal como son. Si nos fijamos bien, siempre hay una cantidad asombrosa de información disponible en cada fugaz instante de nuestras vidas. Podemos sentir una suave brisa sobre la piel, una gota de lluvia perdida, o el jeroglífico de luces y sombras en una pared cualquiera. Tenedlo por seguro, para navegar bien dentro del temporal es posible que baste hacerse la siguiente pregunta:

¿Qué hay aquí, en lo que me rodea, que antes nunca había notado?

sábado, 7 de septiembre de 2024

El tiempo pasa. 8 de septiembre del 2024


      Pasa el tiempo,... ¡qué barbaridad! Ya ha transcurrido la primera semana del mes de septiembre del 24, estamos de nuevo ─mañana─ en el día de la Virgen de los Milagros, la Patrona. Quería escribir algo al respecto de este día y su significación para El Puerto, pero he manchado varios papeles y no me ha salido nada mediano, así que he optado por enlazar al artículo en memoria de mi tío abuelo el P. Ignacio Pérez Muñoz S.S. que era un gran devoto de su Virgen del Puerto, esta necrológica está escrita por otro sacerdote salesiano también nacido en nuestra ciudad, el P. Francisco Villanueva (1910-1967).

“Y en la hora de nuestra muerte...” 


jueves, 5 de septiembre de 2024

Leyendo a Orwell

      Hoy temprano leía una estupenda novela de George Orwell que tenía pendiente desde hacía años, “Subir a respirar” ("Coming Up for Air"). La escribió en el 1939 del pasado siglo y la publicó al siguiente. Casi la he devorado ─me quedan pocas páginas para terminar─ quizás porque contiene varios matices dickensianos, especialmente en cómo aborda temas sociales, económicos y el conflicto entre la nostalgia por el pasado y las realidades del presente. En ella podemos encontrar una clara preocupación por las condiciones sociales de la época, particularmente las clases trabajadoras y medias. El protagonista, George Bowling, experimenta una sensación de alienación en una sociedad que ha cambiado radicalmente debido al capitalismo moderno y la industrialización. Orwell, al igual que Dickens, utiliza la historia del individuo para criticar un sistema que, aunque trae un progreso indudable, también genera desigualdad y deshumanización. 

      Recuerdo que en la obra “Tiempos felices”, de 1854, Dickens también se inquieta por los efectos destructivos de la industrialización sobre la vida de los seres humanos. Ambas obras critican un mundo donde el progreso económico no necesariamente mejora la vida de las personas comunes, sino que a menudo las oprime más.

      De igual modo, George Bowling siente una profunda nostalgia por su juventud y por el mundo rural y bucólico que existía antes de la Primera Guerra Mundial. Esta nostalgia por el pasado perdido tiene un fuerte eco en la obra de Dickens, quien a menudo retrata el contraste entre la infancia, vista como un tiempo de inocencia, y la dura realidad adulta. ¿Recuerdan ustedes que en “David Copperfield”, Charles Dickens también aborda el tema de la infancia perdida y la nostalgia por un tiempo más simple y menos alborotado por las fuerzas económicas y sociales? A través del personaje de Bowling, Orwell expresa la tensión entre el deseo de volver a un pasado mejor y la inevitabilidad del cambio. Orwell, como Dickens, ve en esa nostalgia una respuesta a la alienación del presente, aunque reconoce que esa visión idealizada del pasado no es del todo realista.

      El protagonista de "Subir a respirar" está atrapado en una vida que ya no le satisface, similar a los personajes de Dickens que se ven sofocados por el sistema social en el que viven. Orwell, como Dickens, muestra a sus personajes luchando contra fuerzas que están fuera de su control, como la burocracia, las normas sociales y la economía. Aunque Bowling no es tan desesperadamente pobre como algunos personajes dickensianos, su sentido de impotencia y opresión ante las fuerzas de la modernidad refleja una angustia similar.

      Aún voy por la pagina 163, en el último párrafo dice: “Y ahora estamos en 1938, y en cada astillero del mundo están acabando de remachar los barcos para otra guerra...”

      Orwell, escribiendo antes de la Segunda Guerra Mundial, muestra en "Subir a respirar" una ansiedad similar por el futuro y la destrucción que la guerra inminente traerá. Esta sensación de un mundo a punto de desmoronarse es otro punto en común con la obra de Dickens, que a menudo refleja el malestar de una sociedad al borde de un cambio importante.

      Habrá que seguir leyendo a Orwell y por supuesto a Dickens.

      Mañana seguiré...