Me dejé llevar un poco por la publicidad ─el bombardeo diario lo hace inevitable─ y compré el libro “Los misterios de la Taberna Kamogawa” del odontólogo y escritor japonés Hisashi Kashiwai; quizás creyendo que me iba a encontrar con otro Haruki Murakami. “Los misterios de la taberna Kamogawa” es una novela bastante particular que combina elementos de la gastronomía japonesa con la estructura de un misterio. El enfoque narrativo es ciertamente original al centrar la historia en una taberna donde los personajes resuelven misterios culinarios.
Sin embargo, la originalidad puede diluirse por lo que parece ser una estructura repetitiva: cada capítulo funciona como un pequeño episodio en el que la cocina se convierte en el vehículo para resolver el problema, casi como si estuviéramos leyendo entradas de un recetario intercaladas con diálogos narrativos. La abundancia de detalles culinarios puede ser sugerente y atractiva para quienes gozan de la gastronomía japonesa, pero para otros puede volverse tediosa o parecer poco relevante para la trama principal.
La novela dedica bastantes páginas a tratar ingredientes, tareas de cocina y platos típicos japoneses, lo que puede desviar de la historia central. Esto genera una sensación de que la trama avanza poco o se vuelve secundaria frente a la exhibición de la cultura culinaria. Aunque es cierto que la comida en Japón tiene un significado simbólico y cultural muy profundo, la novela a veces parece utilizarla más como un recurso técnico que como un elemento narrativo con verdadero peso emocional o simbólico para los personajes.
Aunque la novela está ambientada en Japón y su núcleo es la cocina japonesa, la traducción ─o la manera en que se presenta el lenguaje─ puede sentirse excesivamente occidentalizada. Esto podría ser un intento de hacer la obra más accesible para un público no japonés, pero termina sacrificando parte de la esencia cultural que uno esperaría de una historia así. Es posible que en la traducción se puedan haber perdido matices del japonés original, o quizás se ha simplificado en exceso, lo que contribuye a esta sensación de desapego cultural.
Insisto en que la idea de resolver problemas a través de la comida es bastante original y puede ser atractiva desde el punto de vista de cómo la comida conecta a las personas con sus recuerdos y emociones. Sin embargo, en muchos casos, los personajes parecen superficiales, y los problemas que enfrentan no logran desarrollarse a un nivel más profundo. La conexión emocional entre los personajes y los misterios que resuelven a través de los platos no siempre logra generar un verdadero impacto. Por lo tanto, a pesar de la frescura del enfoque, la novela no logra mantener un nivel alto de interés emocional o narrativo.
Para mí, la novela carece de esa autenticidad japonesa en cuanto al lenguaje y la he sentido más como una colección de recetas que como una historia seductora. Pero, en fin,... hay muchos gustos y muchos colores...