Todos sabemos que durante nuestra existencia periódicamente nos vamos encontrando con desafíos y contratiempos. Algunas veces estos momentos pueden parecer insuperables y llenos de desesperanza. Sin embargo, el refrán "No hay mal que por bien no venga" nos intenta convencer que a menudo estos obstáculos pueden ser oportunidades escondidas.
Con esta perspectiva nos ayudamos para mantener una actitud positiva y resiliente ante las adversidades. La resiliencia (eso tan de moda en la actualidad) es una cualidad que nos permite adaptarnos y superar las dificultades. Al adoptar la mentalidad de "No hay mal que...", parece que cultivamos la capacidad de ver más allá de los problemas inmediatos y concentrarnos en las posibles soluciones y beneficios a largo plazo. Esta actitud, dicen, que no solo nos ayuda a enfrentarnos a los desafíos con mayor fortaleza, sino que también nos permite crecer y aprender de nuestras experiencias.
Pero...
Hay refranes que me molestan, y molesta más que me los repitan. Por ejemplo el citado. Sé que se trata de una expresión popular que encierra unas dosis de sabiduría estoica y bastantes pizcas de optimismo. Realmente parece que este dicho nos induce a ver el lado positivo de las situaciones adversas, sugiriendo que incluso de los momentos más difíciles, puede surgir algo bueno.
Pero...
Sí, vale, pero no me gusta...
Y no me gusta incluso mirándolo desde un punto de vista estoico. Creo que desde una perspectiva estoica ─quizás un tanto radical─ este refrán podría ser criticado por su dependencia de factores externos, por la esperanza de un resultado positivo futuro y por una posible actitud pasiva hacia las adversidades, lo que contradice la autonomía moral y la autosuficiencia de la virtud promovida por el estoicismo. ¿No? Y aunque los estoicos creían en la providencia divina ─o en un orden racional del cosmos─ la frase puede llevar a una dependencia de la creencia en que todo mal trae algo bueno necesariamente.
En medio de la tormenta prefiero tener agallas para detenerme, prestar atención y tratar de percibir las cosas tal como son. Si nos fijamos bien, siempre hay una cantidad asombrosa de información disponible en cada fugaz instante de nuestras vidas. Podemos sentir una suave brisa sobre la piel, una gota de lluvia perdida, o el jeroglífico de luces y sombras en una pared cualquiera. Tenedlo por seguro, para navegar bien dentro del temporal es posible que baste hacerse la siguiente pregunta:
¿Qué hay aquí, en lo que me rodea, que antes nunca había notado?
Estoy impresionada con la potencia de esa pregunta última, "¿Qué hay a mi alrededor que no había percibido nunca?". Creo hacérmela me lleva a vivir mejor. Muchísimas gracias.
ResponderEliminarYo, lo digo mucho, y aunque tú no lo veas así, yo, si creo que todo lo malo que creemos que nos pasa, a la larga vemos que era lo que necesitábamos en ese momento.
ResponderEliminarLas adversidades, y las situaciones difíciles en la vida, nos llevan a cultivar el alma, nos acercan a la salvación, y a tener la conciencia tranquila.
Sabes que soy católica practicante, y mi poca fé, me lleva a pensar eso. Un abrazo.
Al principio después de leer el artículo me he quedado un poco perplejo, después lo he leído otra vez y me parece entender que es un escrito anti-maniqueo, y que ese anti-maniqueísmo se te ve en muchas de tus entradas aquí. Y coincido contigo, nada es blanco blanco ni nada es negro negro, la gama de grises es inmensa, ¿es eso?
ResponderEliminarBueno, lo voy entendiendo , pero............
ResponderEliminarYo soy de la opinión de la veracidad del refrán. Tengo experiencias que lo confirman. A veces no nos!sale algún proyecto cómo esperamos, pero en la espera comprobamos que es
ResponderEliminarBajo esa perspectiva, ¿es factible pensar que el mal es deseable porque después siempre le sucede un bien?
EliminarHola Ignacio, ya estoy de nuevo en Creta, Atenas está insufrible, estoy muy mayor para resistir allí muchos días. De tu escrito me quedo con la belleza y la profundidad del último párrafo, es para ponerle un marco como decís en España. Un beso grande.
ResponderEliminarLantíaca
Mi querida amiga, me encanta que lo hayas leído y me gusta mucho tu comentario. Creo que coincido plenamente contigo, lo único aceptable de este escrito ─ahora lo noto y asimilo─ es ese último párrafo, lo demás es un poco estrafalario todo, especular por especular. Deduzco que no es bueno para mí escribir de noche, me afecta el "síndrome del ocaso", ¡los tiempos, la edad! Prometo enmendarme en el próximo. Besos.
EliminarNo todos los males son iguales, ni todos los bienes parecidos.
ResponderEliminar¡Qué bueno! Eso entra dentro de lo que dice un poco más arriba R.R.L. sobre el maniqueísmo. Nada es blanco totalmente, ni negro totalmente, todo entra dentro de una infinita gama de grises.
EliminarEl refrán: "No hay mal, que por bien no venga"...¡Es el colmo de la resiliencia...! ¿Podemos detener el mal que nos viene, sin nuestra intervención activa o pasiva, por omisión? Entonces, habrá que discernir las ventajas ocultas, o no evidentes, en las consecuencias de ese mal... ¿Hay entrenamiento para esto?
ResponderEliminarPodríamos decir también “ No hay bien que por mal no venga” y estaría bien dicho.
ResponderEliminarLos males no vienen nunca bien. 🥲
Acabo de leer tu entrada en el blog (¿se dice así?) y me gustado la reflexión que, del refrán, haces. Y he disfrutado con los comentarios que hacen tus seguidores.
ResponderEliminarYo lo que te puedo decir es que me pone nerviosa el refrán porque no estoy de acuerdo. A ver, mi pariente, ante una mala noticia o situación, me dice: “todo es para bien”, que es algo así como un resumen del tuyo. Y me lo ha dicho cada vez que me han dicho que hay que volver a operar a mi nieto. ¿ Quién puede “tragar” esa creencia? ¡Me rebelo! No tengo soltura en términos filosóficos, pero ya te digo yo que el resultado de toda la cuestión es a largo plazo. Me alegro que le hayan operado tantas veces porque luego ves que va mejor, pero aceptar la dichosa frasecita , es, para mí, muy cruel, cuando menos. Un abrazo y sigue con tus reflexiones que a nadie nos deja indiferente.
Querida amiga, creo que tu comentario es el que va más en la dirección de lo que yo ─quizás torpemente─ he querido expresar con mi artículo de reflexión.
EliminarMejor: "No hay mal que cien años dure".
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo. No siempre de algo malo llega algo bueno. A veces despues de la tormenta no viene la calma , sino otra tormenta. Magnifico como siempre. Un abrazo
ResponderEliminarYo prefiero el refrán que dice: "después de la tempestad viene la calma". Es más realista y se cumple más veces. Quizás también porque como a tí, no me gusta el otro, y menos que me lo repitan. Sin embargo, la pregunta que es el colofón de tus reflexiones creo que es genial, y hacértela en medio de la tormenta puede llegar a ser clave para entender lo que te sucede.
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