martes, 12 de enero de 2021

¿No parece que estamos viviendo de milagro?

     

     La pandemia nos está llevando progresivamente a una nueva realidad, el futuro ya no es tan prometedor y seguro, no es ese paso obligado desde el presente. El vivir lo estamos empezando a considerar un milagro.

     Mañana cumpliré años, hoy ya, cuando alguien esté haciendo una lectura amable de estas letras. Muchos años, siempre demasiados; el tiempo va pasando de forma avasalladora deshaciendo la vida. Este año es peculiar y distinto para todos, hemos perdido aquel hermoso horizonte de rutina que guiaba nuestra existencia, nadie pensaba en una plaga destructora ni nada parecido, el mañana era una continuación homogénea del hoy, sin más.

     Escribo estas líneas mirando de reojo al televisor repleto de dramas; nieve, frío como singular propina. Me sobresalta la visión de las camas de los hospitales, los sanitarios enfundados en inhumanas escafandras, esas agujas afiladas que penetran en los brazos desnudos. Las pieles arrugadas.

     Hay dos palabras que se entrelazan continuamente en mi mente, son inseguridad e incertidumbre. Pero además existen otros ingredientes como confusión, duda, zozobra y desasosiego. De todo hay en esta viña. Y ─por supuesto─ están esas preguntas que intento esquivar por todos los medios, pero que vienen de nuevo reiterativas, incansables. Son puntiagudas y dolientes.

     Procuro suavizar un poco los interrogantes y me digo: ¿Será todo igual este 2021?, ¿remontaré los 365 días de este nuevo ciclo anual? ¿Qué pasará con el coronavirus?

     Miro de nuevo al aparato de TV; la tercera ola está desatada, los contagios se multiplican locos, la vacuna aún va para largo, ¿funcionará bien? Quiero ponérmela, sin duda...

     Llevo días obsesionado ─mis neuras─ haciendo cálculos tratando de predecir cúando nos corresponderá la inyección a los de mi edad. ¿Cuál será?, ¿cuál me tocará?, ¿la de Pfeizer, la de Oxford, la de AstraZeneca...?

     No sé cómo decirlo: ¿Me respetará el virus?, ¿podré evitarlo?

     ¿Si me asalta cómo me afectará?, ¿seré de esos que casi ni se enteran que lo tienen?

     ¿La esperanza?

     De todas maneras la esperanza es un impulso frenético, brutal. Y ─quizás─ no haya nada ni mágico ni espiritual en ella, pero si somos plenamente conscientes de que queremos vivir y ese deseo lo alzamos como una antorcha brillante, nos podrá alumbrar el camino que nos llevará a que las cosas ocurran como un milagro de verdad y llegaremos a varios próximos cumpleaños.

     No obstante ─y ahora miro otra vez a la pantalla─ parece que seguimos viviendo de milagro...

2 comentarios:

  1. Pilar Nacarino Moreno12 de enero de 2021, 23:51

    La frase final lo aclara todo, la vida comienza donde termina el miedo. Hay que vivir sin miedo, cuando no está en tus manos la solución a un problema, es que esta en las de Dios, por eso hay que vivir tranquilos, sabiendo que sólo será lo que Dios quiera. Él nos quiere y solo nos dará lo que sea bueno para nosotros, así que relájate, deja de pensar en el virus, y disfruta tu cumpleaños y tu maravillosa vida. �� ��

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    1. Sí, descubrí ayer esa frase y es estupenda, digna de meditarla con profundidad y con el debido detenimiento. Gracias, Pili, por tu acertado comentario.
      Un afectuoso saludo.

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