No quiero llegar a las cuatrocientas palabras, no soy capaz hoy...
Estoy escribiendo con dificultades, sin apenas ganas, intento conocer en qué momento estoy, trato de desbrozar las emociones y los pensamientos que me aturden. Escucho música clásica tratando de afinar la mente y ver a través de ella las imágenes de lo que puede ayudarme, o de lo que me atribula. Pienso que eso sería una medida terapéutica recuperadora.
Miro a la calle, el cielo está gris, la lluvia emborrona los cristales y veo el exterior con intermitencias: entre gotas.
Intento enumerar los recursos con los que afrontar la situación, el confinamiento. Administrarlos ─o gestionarlos, utilizando esta palabra que se repite ahora hasta la saciedad─. Quiero enumerar todas las actividades que puedo realizar en la mitad (¿en la mitad?) de esta pandemia y son bastantes; eso ─desde luego─ consuela algo... Me faltan horas...
Salgo confortado de estas ideas, tengo estrategias para enfrentarme al tedio, y he aprendido en los encierros algunas más. Estar convencido de que existe una exigencia de coexistir con el coronavirus y del tremendo peligro al que nos enfrentamos los que somos de riesgo, hace que no sea demasiado difícil adoptar medidas de cuidado y seguridad, éstas se aceptan bien.
Parece que se aclara un poco día, ha dejado de llover, quizás sólo por un breve rato.
Todo se va modificando, todo nuestro alrededor se va traduciendo en cambios muy sustanciales en lo cotidiano. La prolongación de este marco tan perturbador, incierto y singular me genera desgaste emocional, agotamiento mental...
Es posible que este autodiálogo, y con todo lo que digo a mí mismo, reconforte mi alma y recargue las pilas.
En realidad no hay mucha complicación, se trata de una actuación sistémica: interpretar nuestro universo, evaluar constantemente (tener un "feedback" ininterrumpido) y ponernos a actuar en consecuencia.
¿O no?
(He llegado hasta aquí en mi autoterapia expresiva escritural y no he alcanzado las cuatrocientas palabras, he quedado atrancado en las trescientas treinta.)
Bonita reflexión, Ignacio. Además, nos sentimos reflejados en tus sentimientos. A nuestra edad se ve este tiempo que nos hace vivir la pandemia, con miedo real.
ResponderEliminarSe nota en tu relato, una nostalgia que se acrecienta con la suave lluvia...
Y lo bueno de todo ello es que, al mismo tiempo que levanta el día, tu ánimo va subiendo. Así es la vida, amigo. Pero lo que no debemos perder es la ESPERANZA. Todo irá pasando, aunque no sepamos de qué manera... ¡¡Ay!!
Te comprendo Ignacio. Esta muy bien expresado y la escritura es un buen desahogo y consuelo. Observar la lluvia también. Seguro que tus palabras llegan a muchos que comparten esos sentimientos. Nada dura para siempre. Un saludo.
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