Sería muy difícil transcribir una conversación entera, literal, de las conversaciones que he tenido en las tertulias de amigos esta Navidad, tendría que escribir ─reposadamente─ un libro y, aún así, me dejaría cosas en la faltriquera de la memoria. Intentaré, no obstante, repasar las cosas que mejor recuerdo.
Hemos hablado de algunos libros, de esos libros que recordamos, de los de siempre. Nos hemos referido varias veces a la capacidad casi profética ─tristemente premonitora─ de George Orwell en su obra «1984».
Hago una breve sinopsis de ella. Todo se desarrolla en una imaginaria ─me dan ganas de ponerle comillas a la palabra imaginaria─ sociedad coercitiva y policial. El Estado ha logrado un control absoluto sobre los individuos, no hay lugar para la libertad, ni siquiera hay una pizca de posibilidad para cualquier intimidad personal; en esa sociedad oscura el sexo está perseguido, las emociones son un crimen de lesa humanidad y la sumisión total al sistema es condición ineludible para estar vivo. La llamada 'Policía del Pensamiento' tiene fiscalizado e intervenido hasta lo más mínimo y es la encargada de torturar y ejecutar a los conspiradores, aunque tenga que sacrificar a inocentes; su fin les justifica todos los medios.
Winston Smith y Julia, son miembros del Partido, pero a pesar de ser conscientes de la vigilancia del todopoderoso “Gran Hermano”, se tornan rebeldes contra ese poder que se ha adueñado de las conciencias de los ciudadanos. La novela relata las peripecias de la pareja y el trayecto de sus vidas en un incierto viaje hacia la libertad.
Recordé a mis contertulios la pregunta que nos quedó pendiente de análisis en el relato anterior («La cosa va de “influencers”»). Terminé el escrito así: ¿Qué “producto” nos venden? ¿Cómo nos influye ese “producto”? La conclusión de muchas personas, incluida la mía, es que nos venden emociones. Si alguien ejerce dominio sobre lo que un individuo siente, desactivará sus aspectos racionales y lo anulará radicalmente. Desgraciadamente esto es algo muy real y cotidiano.
En la novela de Orwell, se ve perfectamente. Uno de los métodos que se aplica, para moldear las mentes y manipularlas a capricho (vendiéndonos todo lo que quieran vendernos) son los denominados “Dos minutos de Odio”. Se trata de un procedimiento del gobierno del "Gran Hermano". Esta estrategia para el control mental de la población se realizaba en lugares de trabajo, en escuelas... Básicamente consistía en que a un aviso por altavoces, los individuos se debían de concentrar frente a una enorme pantalla que les ponía imágenes del supuesto gran enemigo de la patria, un tal Goldstein. Se proyectaban escenarios bélicos y secuencias preparadas para modelar la psicología de los habitantes, acompañadas de sonidos y ruidos insufribles: «Un momento después se oyó un espantoso chirrido, como de una monstruosa máquina sin engrasar, ruido que procedía de la gran telepantalla situada al fondo de la habitación. Era un ruido que le hacía rechinar a uno los dientes y que ponía los pelos de punta. Había empezado el Odio.»
Después de unos minutos el público comenzaba a maldecir y a injuriar con furia a Goldstein o a quien se le ordenase desde la pantalla y los altavoces. Este sistema simple representaba también un desahogo para la agresividad de los ciudadanos y una forma de crear un chivo expiatorio para culparlo por las dificultades económicas y por la ausencia de bienestar. Los "dos minutos de odio" eran una táctica infalible para mantener un férreo control sobre las personas y los miembros del partido.
Un amigo extrapolaba ─y creo que con bastante razón─ diciendo que los “dos minutos de odio” de «1984» se parecen mucho a las cotidianas “guerras” que se producen en las RR.SS., especialmente en “Twitter”. A través de los smartphones y tablets, mucha gente arroja venenos contra los gobiernos, contra los enemigos de los gobiernos, contra escritores que no gozan de sus preferencias, contra artistas a los que odian, contra el portero de su equipo y contra el delantero que falló el gol, contra el árbitro... Posiblemente la diferencia con «1984» estriba en que en “Twitter” se puede hacer de forma anónima y el odio circula por la red por gusto y afición y no por inducción.
Nos “venden” miedo, tristeza, ira, alegría, sorpresa y asco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario