Aquella mañana me levanté un poco obsesionado con el hombre de la esquina, con Juanai el loco. Desayuné con bastante prisa, me fui a buscarlo y allí le encontré, incólume. Nos saludamos y me senté en la acera apoyando mi espalda en la desconchada pared. Permanecimos en silencio unos tres minutos.
Después él se sentó a mi lado. Las pocas personas que por allí pasaban nos miraban con recelo, imaginé que pensaban: “¡Otro loco!”.
Mirando a la pared de enfrente le pregunté:
─Oye, Juanai, ¿has pensado alguna vez en cómo las palabras bonitas, al igual que las mujeres bonitas, se arrugan y mueren?
Hizo un amago de silbido que no llegó a concretar y dijo:
─Ah, qué pregunta interesante. Sí, he pasado muchas noches en vela reflexionando sobre ello. Las palabras bonitas, al igual que las mujeres bonitas, pueden cautivar y seducir, pero al final, están destinadas a marchitarse y perder su brillo. Por cierto, la pregunta que me haces es también una frase de Bukowsky.
Confirmé la procedencia de la frase y añadí:
─Es una lástima, ¿no crees? Parece que la belleza, ya sea en las palabras o en las mujeres, es efímera y fugaz. ¿Qué opinas al respecto?
Juanai siempre habla entre grandes pausas, es como si se relamiese en sus propios pensamientos.
─Bueno, mi amigo, la belleza es solo una ilusión temporal. Al igual que las palabras bonitas que una vez encantaron, las mujeres bonitas también envejecen y se enfrentan a las arrugas del tiempo. Pero eso no significa que no haya una belleza duradera en ellas.
Ahora pasó por delante de nosotros una señora que nos miró con extrañeza haciendo un gesto con los labios y la boca.
De nuevo le ataqué con una pregunta:
─¿A qué te refieres con una belleza duradera?
Pienso que debo acostumbrarme a sus enormes pausas. Al cabo de unos interminables momentos me dijo:
─Creo que la belleza que perdura no está en la apariencia externa, sino en las experiencias de vida, en las cicatrices y en la profundidad de las emociones. Esas mujeres que han pasado por situaciones difíciles, que han amado y han sido amadas, que han sentido la tristeza y la alegría en su máxima expresión, llevan una belleza que no se desvanece con los años.
Me pareció una bonita respuesta y le respondí de inmediato:
─Interesante perspectiva, Juanai. Entonces, ¿crees que lo mismo se aplica a las palabras?
─Definitivamente. Las palabras que han sido escritas desde las entrañas, las palabras que expresan los verdaderos sentimientos y las experiencias vividas, esas palabras no se arrugan y mueren. Permanecen como testigos de la vida y la pasión que las generó.
La pregunta me surgió de inmediato:
─Entonces, ¿cuál es el propósito de escribir palabras bonitas si están destinadas a desvanecerse?
─Quizás es que el propósito de escribir palabras bonitas no es conservar su belleza eternamente, sino capturar momentos de verdad, de emoción y de humanidad. A través de esas palabras, podemos encontrar consuelo, comprensión y conexión con otros seres humanos. Aunque las palabras bonitas se desvanezcan, su impacto en los corazones y las mentes de quienes las leen puede perdurar.
Estar sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y las piernas replegadas no era cómodo y opté por ponerme de pie. Mientras lo hacía le dije:
─Opino que esa es una visión poderosa. Me has dado mucho en qué pensar. Tal vez, al aceptar la fugacidad de la belleza, podemos encontrar un nuevo significado en las palabras y en las mujeres que va más allá de su apariencia efímera.
También él se levantó del suelo:
─Así es, amigo mío. La vida es un constante fluir de experiencias, y es en ese flujo donde encontramos la verdadera belleza. Las palabras y las mujeres pueden desvanecerse, pero lo que importa es cómo las vivimos y cómo dejamos una huella en el mundo mientras estamos aquí.
Pensé que quizá era un buen momento para marcharme y dije:
─Gracias, Juanai. Ha sido un placer tener esta conversación contigo.
Y muy cortés contestó él:
─El placer ha sido mío. Recuerda, amigo, que en la brevedad de la belleza hay una eternidad de significado y que las palabras, al igual que las mujeres, tienen el poder de transformarnos.
Me encanta lo de hoy, igual que me gustó el que escribiste ayer, creo sinceramente, que son lecciones de vida, que tal y como está el Mundo, a muchos , les parecerán locuras, pero que encierran un contenido cierto, y verdadero. Pensar así, puede contribuir a que tengamos una vida, y un mundo más feliz.
ResponderEliminarGracias Ignacio.
¡Qué bonitooooooo!
ResponderEliminarTambién me ha gustado 😄
ResponderEliminar¡Qué bonita y práctica reflexión...estoy de acuerdo, en ambas: la mujer y la palabra!
ResponderEliminarMuy bonito ! 👏👏
ResponderEliminarTanto el cuento de hoy como el de ayer, me han encantado. A través de este personaje entrañable, un vagabundo loco y cultivado, nos hablas de dos conceptos importantes y eternos: la locura y la belleza. La primera se me antoja utopía, no por irrealizable, sino por los condicionamientos autoimpuestos por los compromisos que vas adquiriendo con otras personas a lo largo de la vida.
ResponderEliminarEn cuanto a la belleza, esta vez compartida por las palabras y las mujeres, puede ser aparentemente efímera para los sentidos, pero siempre será perdurable para el espíritu, como la Verdad, el Bien, el Amor...
Que lindo texto...de admiração aos homens e as mulheres...que nos enriquecem em ouvir e compartilhar....
ResponderEliminarBuenos dias Ignácio querido amigo professor....