Ayer falleció Amando de Miguel, padre putativo de la moderna sociología española. Me acordé de una de sus frases, que él repitió de variadas formas en los últimos tiempos, la de la España tremendamente singular: “España no es que sea diferente; es que es inverosímil”.
En realidad toda la vida está repleta de experiencias inverosímiles, momentos en los que nos encontramos cara a cara con lo inexplicable, lo misterioso y, a menudo, lo desesperante. Y sí creo que hay una conexión entre lo inverosímil y la desesperanza que, quizás, puede parecer tenue a primera vista, pero en realidad, estas dos facetas de la existencia humana están intrincadamente relacionadas.
La desesperanza es esa emoción abrumadora que surge cuando enfrentamos situaciones aparentemente insuperables. Puede manifestarse en momentos de pérdida, fracaso o incertidumbre. Lo inverosímil, al igual que la desesperanza, a menudo nos llega desde la incapacidad de comprender o explicar una situación. La falta de control y la sensación de estar atrapados en un mundo inexplicable pueden llevarnos a sentirnos desesperados; a la desesperanza patológica. Desde siempre la literatura y el cine han explorado esta relación de manera efectiva. Historias de terror y ciencia ficción a menudo juegan con lo inverosímil para crear un sentido de desesperanza en los personajes y los espectadores. Los protagonistas se enfrentan a lo desconocido, lo imposible, y luchan por comprenderlo, lo que puede llevarlos a la desesperanza cuando las respuestas no son evidentes. Todo es como la España de hoy día, una moneda, ─la incertidumbre─ con dos caras: lo inverosímil y la desesperanza.
Vivimos inmersos en la paradoja, estamos en un mundo donde la ciencia y la tecnología a menudo explican lo que era incomprensible, pero todavía nos enfrentamos ─continuamente─ a situaciones que desafían nuestro entendimiento. Desde fenómenos extraños hasta coincidencias extraordinarias, la vida frecuentemente nos presenta lo increíble. Estos momentos pueden dejarnos perplejos, haciéndonos cuestionar nuestras creencias y convicciones fundamentales. La incapacidad para comprender lo insólito siempre siembra la semilla de la desesperanza.
¿Hay alguna manera de gestionar ─lidiar─ con este nudo entre lo inverosímil y la desesperanza?
Algunos responderán que la aceptación de la incertidumbre es un primer paso crucial. Y que reconocer que no siempre podemos entender ─o controlar─ todo en la vida es primordial para mantener la esperanza. Dirán, además, cosas como que el apoyo emocional y la compartición de experiencias con otros puede ayudarnos a luchar contra la desesperanza que muchas veces acompaña a lo inverosímil...
Es cierto que todo está entrelazado en nuestra experiencia humana. Con indeseada frecuencia nos enfrentamos a situaciones que desafían nuestra comprensión y a nuestra capacidad para encontrar significado a las situaciones incomprensibles.
Después de todo, la vida está llena de misterios que, aunque incomprensibles, pueden seguir siendo fuente de asombro y esperanza.
¿Podemos abrazarnos a la incertidumbre y así encontrar formas de enfrentar lo inverosímil sin caer en la desesperanza total?
¿O quizás es más fácil mandarlo todo a la mierda?
Gracias, Ignacio por recordar, con esta esta triste noticia, a este gran sociólogo, aún releo uno de sus libros, que no pierde actualidad, "Sociología del Franquismo" de 1975
ResponderEliminarArtículo antiguo de Amando de Miguel sobre aquellos "trabucamientos" célebres del inefable alcalde de El Puerto Hernán Díaz.
ResponderEliminarSi no quieres trabucamientos, toma dos tazas
¡Muy cierto!
ResponderEliminarQue interesante me parece, cuántas veces estamos entre la desesperanza, por lo inverosímil de las situaciones que vivimos.
ResponderEliminarYo, al menos, muchas.
Yo creo que lo más fácil es mandarlo todo a la mierda, pero tú mismo dices que "Después de todo, la vida está llena de misterios que, aunque incomprensibles, pueden seguir siendo fuente de asombro y esperanza." Y a éso me agarro, porque la palabra "inverosímil " me sugiere poder ahondar en los vestigios de verdad que pueda haber, pero la desesperanza me destruye.
ResponderEliminarTu gran aportación, en homenaje póstumo a Amando de Miguel, me hace comprender situaciones que estamos viviendo que, desde nuestra lógica y valores...¡parecen inverosímiles!
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