domingo, 12 de enero de 2025

El poder de los números y las palabras


      Esta mañana me levanté pensando en el poder de los números; mañana es mi día de cumpleaños. Diré eso tan manido de ¡cómo pasan los años! ¡Qué barbaridad! Pero los números, al igual que las palabras, son más que sonidos articulados o símbolos escritos; son herramientas poderosas capaces de construir o destruir, de unir o separar. Sin embargo, en un mundo saturado de información y conversaciones superficiales, es fácil olvidar la responsabilidad inherente al acto de comunicarnos. No tomemos los números y las palabras, nuestros números y nuestras palabras, a la ligera.

      Pensaba que hablar ─y escribir─ con autenticidad no solo implica expresar lo que pensamos, sino hacerlo con la intención de ser claros y genuinos. Esto exige un nivel de introspección que muchas veces evitamos. ¿Qué significa, entonces, decir lo que realmente sentimos? Significa que nuestras palabras deben alinearse con nuestras emociones y valores. No se trata de hablar impulsivamente, sino de hacerlo desde un lugar de verdad personal.

      La comunicación genuina es poderosa precisamente porque es poco frecuente. Cada día ─y creo que la política tiene mucho que ver con esto─ estamos acostumbrándonos a frases automáticas, respuestas ensayadas y conversaciones vacías. Pero cuando alguien se expresa desde el corazón, sus palabras resuenan y generan un impacto real. Una disculpa sincera, un elogio auténtico o un "te quiero" dicho con intención pueden cambiar el curso de una relación o incluso de una vida.

      Y sabemos, que por el contrario, las palabras descuidadas pueden herir profundamente. Un comentario lanzado sin pensar puede dejar cicatrices duraderas, y una promesa vacía puede destruir la confianza. Es por eso que debemos asegurarnos de que nuestras palabras (aquí no sé si nuestros números también) sean una extensión fiel de nuestras intenciones. Decir algo que no sentimos no solo engaña a los demás, sino que nos desconecta de nuestra propia autenticidad.

      Realizar una comunicación consciente requiere esfuerzo. Implica pausar antes de hablar, reflexionar sobre el impacto de lo que decimos y asumir la responsabilidad de nuestras palabras. En esta práctica, no solo nos convertimos en mejores comunicadores, sino también en personas más conscientes y empáticas.

      En un mundo donde una fastidiosa inmediatez parece reinar, el verdadero acto de rebeldía es comunicarnos con intención y verdad. Nuestras palabras ─y nuestros números─ son un reflejo de quiénes somos; usémoslas con respeto y propósito. Después de todo, en ellas reside un poder capaz de transformar tanto nuestras vidas como las de quienes nos escuchan.

      Pero, en este caso, lo que me desazona del número es que ya es demasiado alto.

5 comentarios:

  1. Buena y exacta reflexión, Ignacio. Y puestos ya, aprovecho para felicitarte por adelantado. Un abrazo muy fuerte y que tengas un estupendo día. 👋🏾👋🏾👋🏾😘🫠☀

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo contigo, muchas veces decimos cosas porque las hemos oído antes ¿Pero de verdad se corresponden con lo que creemos?
    Ésto me ha llevado a recordar una época, allá por los setentas, en la que se pusieron de moda las frases hechas, y las utilizábamos e inventábamos continuamente, pero era para reírnos, nunca fueron expresiones serias de lo que sentías o pensabas.
    Creo que la política tiene mucho que ver en lo que escribes.

    ResponderEliminar
  3. Buenos días y bonita reflexión, Ignacio. Lo malo de que se piense antes de hablar es que, a los impulsivos, nos hace cortarnos y quedarnos al margen, por si acaso. De todos modos es un aprendizaje, claro.

    ResponderEliminar
  4. No puedo estar más de acuerdo contigo, Ignacio !!
    Si no somos conscientes de las palabras que pronunciamos, no sabemos qué deriva llevarán. Se puede herir sin intención de hacerlo. Pueden ser un bálsamo o un proyectil.
    Me encanta tu forma de expresar lo que es el sentir de muchos.
    Espero que mañana tengáis un día estupendo para celebrar tu cumpleaños, que seguro que el número será inferior al mío !!

    ResponderEliminar
  5. Querido amigo; cómo siempre, tus reflexiones dan en el blanco.
    No obstante, tengo que recordarte una frase que me dijo mi nieta (tenía entonces ocho años): "abuelo, ¿los mayores no piensan?", relatando a posteriori el motivo de su pregunta, dotado de pura lógica. Y es cierto, pues parece que pensar duele mucho y, por consiguiente, no se hace. De ahí las consecuencias que aduces.
    Un fuerte abrazo.


    ResponderEliminar