
No es mi costumbre poner aquí, en mi blog, escritos de esos encontrados en Internet sin autor conocido, pero hago hoy una excepción con este que sigue y que me ha llamado mucho la atención. Quizá porque, sin proponérselo, dice verdades que muchos pensamos y pocos nos atrevemos a verbalizar. Habla del tiempo —ese bien tan escurridizo y cada vez más valioso con los años—, de cómo cambian nuestras prioridades cuando entendemos que la vida no es eterna, y de la sabiduría que solo la experiencia puede entregar. Este texto, con buen cargamento de sensibilidad y reflexión, creo que no pretende aleccionar, sino recordar. Y nos recuerda que la felicidad no está en acumular cosas, ni en vivir para los demás descuidándonos a nosotros mismos, sino en disfrutar lo simple, en soltar lo que pesa, y en amar más ligero y más presente.
Me conmovió también porque, en su aparente sencillez, guarda una gran verdad: no somos eternos, pero todavía estamos a tiempo. A tiempo de reír, de perdonar, de disfrutar un café, de abrazar a quien amamos. Ojalá a vosotros también os deje algo.
Aquí va:
LO QUE APRENDÍ CUANDO ENTENDÍ QUE EL TIEMPO YA NO ME SOBRABA
Un día te despiertas y, sin darte cuenta, la vida ya no te espera como antes. Ya no tienes veinte, ni treinta. Quizá ya pasaste los 60… y aunque aún queda camino por recorrer, sabes que los años por venir no son para acumular cosas, sino para sentir, disfrutar y soltar.
Aprendí —no sin tropezar— que uno no se lleva nada cuando parte. Ni el dinero guardado, ni las cosas que tanto costaron. Por eso hoy gasto lo que deba ser gastado, no por capricho… sino por bienestar. Disfruto lo que tengo y, si puedo, comparto con quienes lo necesitan. Porque al final, dar también es vivir.
He dejado de preocuparme por lo que pasará cuando ya no esté. Cuando me convierta en polvo, ni las flores ni los olvidos me cambiarán el destino. Lo único que cuenta es cómo vivo este instante.
Y créeme: ahora es el momento para disfrutar. Ya no es tiempo de vivir por y para los hijos. Ellos tienen su propio camino que aprenderán a recorrer, como tú lo hiciste.
Lo que me queda —y me llena el alma— es el amor de mis nietos: consentirlos, abrazarlos, reír con ellos como si el mundo se detuviera. Ellos son mi recompensa silenciosa.
La vida no puede ser solo trabajo, facturas y preocupaciones. Ya no corro tras el reloj, ahora lo abrazo. Despierto cada día con el deseo de estar en paz, sin enojos, sin rencores, sin prisas.
No espero demasiado de nadie… y menos de mis hijos. No por desilusión, sino por comprensión. Tienen su mundo, su caos, sus urgencias. He visto familias que se deshacen por herencias que aún no han sido entregadas. Por eso decidí que la verdadera riqueza que quiero dejar… no es una propiedad, sino un recuerdo feliz.
Si ya pasaste los 65, cuida tu salud más que tu dinero. No sigas cavando tu tumba trabajando en exceso. De mil hectáreas de arroz, solo necesitas ½ taza al día. De mil mansiones, solo ocupas 8 metros cuadrados para dormir. Entonces… ¿para qué tanto?
La vida es corta y es una sola. No te compares. No midas tu éxito por los logros de tus hijos ni por tu cuenta bancaria. Mejor invítalos a buscar su propia felicidad, su paz interior, su salud.
Y tú… tú también encuéntrala.
Haz cosas que te alegren el alma. Un café, un paseo, una canción vieja, un chiste tonto. Un día sin sonreír… es un día perdido.
Y si la enfermedad aparece —como visitante inesperada— enfréntala con ánimo. El cuerpo sana con medicina, pero el alma sana con alegría.
Cuida tu carácter, muévete, come bien. Toma tus vitaminas si hace falta. Pero sobre todo: rodéate de amor, gratitud y buena compañía. Dicen que cuando uno pierde el techo… gana las estrellas. Y es cierto.
No dejes pasar las oportunidades. El río de la vida no devuelve el agua que ya pasó. Cada minuto vale oro… pero solo si lo usas bien.
No te enamores solo de la apariencia, porque el tiempo la borrará. Y no busques perfección en nadie. Busca a alguien que te valore como eres. Y si no lo encuentras… disfruta tu soledad, que es mejor que una mala compañía.
Cree en Dios —como tú lo entiendas— y mientras puedas, vive con todo lo que tengas. Porque al final… nadie te dará las gracias por haber renunciado a tu felicidad. Y tú mereces ser feliz.
¡Qué la salud y el bienestar te acompañen siempre!

Concordo plenamente meu amigo, nunca li nada tão sábio e verdadeiro, obrigada por compartilhar algo tão sensível e na minha opinião algo que acredito vai tocar o coração das pessoas que ainda não se deram conta de que o nosso tempo aqui é precioso e deve ser gasto com sabedoria.
ResponderEliminarGracias querida amiga Zenaide. Un fuerte abrazo.
EliminarBueno, bueno !! Sólo queda decir amén a una exposición tan sencilla y a la vez tan sabia, que dan los años y la experiencia cuando ya estamos en tiempo de descuento.
ResponderEliminarCuando leí el escrito, me quedé pensando en cuántas veces posponemos lo esencial por lo urgente, lo sencillo por lo complejo, lo humano por lo material. Tal vez no podamos cambiar todo de un día para otro, pero sí podemos comenzar con algo: elegir mejor en qué empleamos nuestro tiempo, con quién lo compartimos y qué dejamos de nosotros en los demás.
ResponderEliminarOjalá este texto os haya tocado a vosotros como a mí. Que nos sirva para hacer una pausa, mirar alrededor con gratitud y recordar que la vida no espera… pero sí se disfruta cuando decidimos vivirla con conciencia, amor y presencia.
Gracias a todos por leerme.
¡Pues ha merecido la pena "romper" con tus costumbres...! 👍👍
ResponderEliminarIgnacio, me encanta, he disfrutado leyéndolo.
ResponderEliminarYo, creo que pienso las mismas cosas del escrito, la vida es tan corta, que solo debemos hacer, lo que nos haga feliz, y por supuesto, procurar valernos por nosotros solos, y no hacer que nuestros hijos carguen con más de lo que ya tienen.
Y por supuesto, gastar lo que es nuestro para vivir cómodos y felices.
Yo creo que nosotros ( los de nuestra generación ) lo estamos haciendo bien.
Un abrazo Ignacio, feliz tarde.
Muy buen artículo. Sí Señor 👍
ResponderEliminar