
Ser cuidador a tiempo completo de mi esposa, que padece una enfermedad neurodegenerativa, es una experiencia que desborda todo lo que uno podría haber imaginado. No solo cambia la rutina, sino la vida entera. El tiempo se mide de otra forma. Las prioridades también. Todo gira en torno a ella: su bienestar, sus cambios, sus silencios, sus días buenos… y también los difíciles.
Pero cuidar, por más que lo haga con todo el amor, cansa. No lo digo con queja, sino con honestidad. Hay gestiones que no se detienen, compras que hay que hacer, un poco de descanso que el cuerpo y la mente piden casi en silencio. Y a veces, una hora puede ser lo único que uno necesita para seguir adelante.
Hace poco, me atreví a pedir ayuda. No fue fácil. Uno teme incomodar, pedir demasiado, mostrarse vulnerable. Pero lo hice. Y una persona respondió.
Una persona —y ella sabe quién es— nos está regalando una hora de su tiempo. Una hora que, para muchos, podría parecer mínima. Pero para nosotros es todo un mundo. Juega con mi esposa, le habla con cariño, la acompaña. Y en ese rato, yo respiro. Salgo a hacer una gestión, a la farmacia, a comprar algo urgente… o simplemente a no hacer nada durante unos minutos. Esas visitas han traído aire a nuestra casa. Luz. Presencia.
Quiero agradecerle de corazón. Por estar, por venir, por hacer que ese tiempo se transforme en un acto de humanidad profunda. Porque lo que hace no es solo jugar una partida de dominó o de parchís: es sostenernos. A los dos. En silencio, sin alardes. Con bondad.
Y quizá, solo quizá, este agradecimiento sirva también como un pequeño gesto de apertura. Tal vez haya alguien más, entre nuestras amistades, que lea estas palabras y sienta que podría regalarnos también una hora. Solo una. No para grandes cosas, ni todos los días. Solo para estar. Para acompañar. Para ayudarnos a sostener esta vida que, aunque hermosa, a veces pesa muchísimo.
Una hora a la semana. No es mucho, creo. Pero cuando se da con cariño, puede valer oro.
Gracias. De corazón.
Ignacio

Me parece tan tierno,y con tanto amor,la forma de pedir ayuda.Yo pienso que hay mucha soledad,en la personas mayores,y también,y quizás más,en los cuidadores.Tu esposa,es muy afortunada,de tenerte,como compañero.Un abrazo.
ResponderEliminarMi querido amigo: Creo que entiendo algo tu situación, aunque difícilmente puedo considerar comprenderla en su plenitud. Es francamente duro estar pendiente de una persona que no es totalmente consciente de sus limitaciones y de la incidencia de éstas en la persona que le acompaña.
ResponderEliminarComo sabes, estoy algo distante y, ni siquiera puedo hablar -aunque solo fueran unos minutos- en vivo contigo.
Lo que si me atrevo a decirte, es que demuestras, sin aseverarlo, el enorme amor que le profesas.
Un fuerte abrazo.
Sabes que me encantaría ir a echarte una mano, pero -como también sabes- mi enfermedad me lo impide.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y ten confianza y fe.