sábado, 8 de marzo de 2025

El tiempo es un regalo


      Takumi Kimura estaba esta mañana muy optimista, después de los saludos, siempre algo ceremoniosos como corresponde a la mentalidad japonesa. Nada más comenzar nuestra conversación me dijo:

      ─Mi querido amigo, cada día es un regalo. Saludar al tiempo por la mañana es una metáfora poderosa para recordarnos que cada instante es una oportunidad única para vivir en plenitud. Si logramos percibir el tiempo como un regalo en lugar de una carga, nuestra relación con él cambiará, y con ello, nuestra manera de experimentar la vida. Te digo que ahí está la clave para una vida más plena, esta clave no está en controlar el tiempo, sino en aprender a vivirlo conscientemente. Si logramos esta conexión, el tiempo dejará de ser un adversario y se convertirá en un aliado que nos permite experimentar la vida con mayor autenticidad y paz, ¿tú cómo lo ves?

      Intenté ganar tiempo para reflexionar un poco y le respondí:

      ─Sí, el tiempo es una de las realidades más fundamentales de la existencia humana. Y es cierto que, muchas veces, lo vemos como un enemigo implacable, una cuenta regresiva que nos acerca a la muerte. Creo que es importante cambiar esta perspectiva y entender el tiempo como un regalo, como el espacio en el que realmente podemos vivir. La realidad más verdadera es que la vida no puede existir sin el tiempo.

      No tardó ni un segundo en contestarme, observo que lleva bastantes horas despierto:

      ─Efectivamente, todo lo que experimentamos sucede en él, y aprender a vivirlo de manera consciente nos permite armonizarnos con nuestra propia existencia. Sin embargo, en nuestra sociedad acelerada, solemos matar el tiempo, llenar cada instante con actividades sin detenernos a experimentar el presente. Pienso que esto se debe en parte a que el paso del tiempo nos recuerda nuestra mortalidad, algo que intentamos evitar. Pero paradójicamente, solo cuando nos confrontamos con la idea de la muerte podemos realmente apreciar el tiempo de manera plena.

      Tuve que dejar de pasar unos instantes para poder contestarle bien, aún estoy un poco dormido:

      ─Sí, creo que tienes razón en lo que dices. También creo que es fundamental estar completamente presentes en cada momento. Si aprendemos a disfrutar el instante sin preocuparnos por el futuro inmediato, sin obsesionarnos con lo que vendrá después, podremos vivir sin sentirnos desgarrados o abrumados. En lugar de sentirnos presionados por el reloj, podemos aprender a fluir con el tiempo, realizando cada acción con total presencia y concentración. ¿Es esa a la conclusión que llegas?

      ─Exacto, sin duda. Creo que esta visión nos ayuda a escapar de la sensación de urgencia constante. Nos recuerda que, aunque tengamos múltiples responsabilidades, lo importante es centrarnos en cada tarea con atención plena. De este modo, incluso en medio de un día ajetreado, podemos sentirnos en paz, sin la sensación de estar luchando contra el tiempo.

      Le comenté que esta deseando tomarme un café bien cargado para despertar del todo...

viernes, 7 de marzo de 2025

Después de lo que vemos día tras día manifiesto que:


      En tiempos de incertidumbre, donde la humanidad se enfrenta guerras devastadoras, corrupción rampante, ansias desmedidas de poder, inmoralidad flagrante, egoísmo exacerbado, falta de compasión y persecuciones criminales contra los cristianos, se hace evidente que nos encontramos en una encrucijada extremadamente peligrosa, incluso de catástrofe nuclear. No soy, ni mucho menos, un cristiano ejemplar, mi fe no es robusta ni sigo preceptos; más bien soy un heredero orgulloso de una civilización construida sobre el cristianismo que ha sido faro del mundo. No obstante, cada día me convenzo más de que sin Dios y sin principios poderosos, la humanidad está destinada al caos y a destrucción.

      Vivimos en tiempos de lucha y de Cruz, momentos que ponen a prueba la fe y la resistencia. Pero así como la Cruz representa el sacrificio, también simboliza la esperanza y la redención. Es en este contexto donde el cristianismo, con su mensaje de amor, compasión y redención, emerge como una solución única y válida para la deriva moral y ética que enfrentamos. En un mundo donde la violencia y la injusticia parecen prevalecer, el mensaje de Jesucristo nos recuerda la importancia del perdón y la reconciliación. Las enseñanzas cristianas nos instan a amar a nuestro prójimo, a actuar con integridad y a buscar la justicia.

      En lugar de seguir el camino de la autodestrucción, pienso que debemos volver nuestra mirada hacia los valores que el cristianismo promueve. Es imperativo recordar que somos responsables no sólo de nuestras propias almas, sino también de la comunidad global. La paz, la compasión y la justicia no son meros ideales; son principios fundamentales que pueden guiar a la humanidad hacia un futuro mejor.

      En estos momentos críticos del mundo en que vivimos, me gustaría invitar a todos mis lectores y amigos a reflexionar sobre el papel del cristianismo en nuestras vidas y a considerar cómo sus enseñanzas pueden ayudarnos a superar los desafíos que enfrentamos. No se trata de imponer una fe, sino de reconocer la sabiduría y la guía que nos ofrecen las enseñanzas de Cristo para vivir de manera más humana y justa.

      Que encontremos en la esperanza, la fe y en la práctica de los valores cristianos la fuerza para enfrentar nuestros desafíos y construir un mundo más compasivo y justo para todos.

miércoles, 5 de marzo de 2025

¿Se pierden las tradiciones?


      Sabía que hoy era el Miércoles de Ceniza y se me ocurrió preguntarle a mi amigo, el pastor neozelandés Cooper George, si ellos celebraban la Cuaresma empezando por la ceniza. Me dijo que dependía de la denominación protestante. Algunas iglesias protestantes, especialmente las más tradicionales como la anglicana, la luterana y algunas metodistas, sí observan el Miércoles de Ceniza y la Cuaresma de manera similar a la Iglesia católica. En estos casos, se realizan servicios de imposición de ceniza y se anima a los fieles a la reflexión, el ayuno y la oración durante los cuarenta días antes de la Pascua. Y añadió que  muchas otras denominaciones protestantes, como las iglesias evangélicas, bautistas y pentecostales, no suelen celebrar estas prácticas litúrgicas. En su lugar, se centran más en la preparación espiritual para la Semana Santa sin seguir el calendario litúrgico tradicional. 

      Después seguimos hablando de esta tradición, coincidimos en que el paso del tiempo y la evolución de la sociedad han provocado la transformación y, en muchos casos, la desaparición de tradiciones que alguna vez fueron el pilar de la identidad cultural y espiritual de los pueblos. Tanto para él como para mí, el Miércoles de Ceniza es un ejemplo claro de esta realidad. Esta celebración, que marca el inicio de la Cuaresma en el calendario cristiano, ha sido durante siglos un símbolo de penitencia, humildad y reflexión. Sin embargo, en la actualidad, su significado se diluye en un mundo donde las costumbres religiosas y comunitarias han sido relegadas por el individualismo y el frenesí de la modernidad.

      El Miércoles de Ceniza es una fecha en la que los fieles acuden a la iglesia para recibir la imposición de la ceniza en la frente, acompañada de la frase "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás". Este gesto, de gran carga simbólica, recuerda la fragilidad de la vida humana y la necesidad de la redención espiritual. Durante siglos, la tradición incluía el ayuno y la abstinencia como actos de sacrificio y compromiso con la fe. Sin embargo, hoy en día, muchas personas ven estos rituales como una mera formalidad o, en el peor de los casos, como prácticas obsoletas.

      Desde luego, debemos tener en cuenta, que este fenómeno no es exclusivo de la religión. Otras tradiciones que han acompañado a distintas sociedades a lo largo de la historia han ido perdiendo relevancia debido a la globalización, el avance de la tecnología y el cambio en los valores de la sociedad. Festividades que antes unían a las comunidades ahora son vistas como simples fechas en el calendario, sin el sentido profundo que las originó. En el caso del Miércoles de Ceniza, la práctica del ayuno y la abstinencia se ha reducido en muchos países a un acto simbólico, también la costumbre del "entierro de la sardina", una representación satírica del fin del Carnaval y el inicio de la Cuaresma, es cada vez menos corriente.

      Creemos que el problema no radica en el cambio en sí mismo, sino en la falta de reflexión sobre lo que implica perder estas tradiciones. Cuando una costumbre desaparece, no solo se pierde un acto simbólico, sino también una parte de la identidad y de la memoria colectiva de un pueblo. Las tradiciones no son estáticas y pueden evolucionar con el tiempo, pero es fundamental conservar su esencia y transmitir su significado a las nuevas generaciones. Solo así se podrá evitar que la riqueza cultural y espiritual de la humanidad se diluya en la indiferencia.

      En un mundo donde la inmediatez y el consumismo dominan, es importante hacer una pausa y preguntarnos: ¿qué valoramos realmente? Tal vez, en ese ejercicio de introspección, podamos redescubrir el verdadero sentido de nuestras tradiciones y encontrar maneras de mantenerlas vivas en nuestra sociedad moderna.

El Zodiaco, Carlos y Laura

    Hay veces en las que ejecutamos acciones de modo automático y que no responden a un pensamiento anterior. Por ejemplo, esta mañana metí en mi bolsillo una pequeña grabadora que suelo utilizar como agenda o para almacenar algunas cosas en mi memoria a base de la repetición de audios; no la utilizo muy a menudo, pero esta mañana me fui con ella (con la grabadora, quiero decir) a desayunar a una cafetería cercana. El mostrador tiene forma de “L” y me encanta ponerme en el vértice, allí también se toman el desayuno una pareja joven y simpática que trabajan en una oficina de por allí cerca. Los conozco de frecuentar esa cafetería, les gusta también sentarse en el mismo sitio de la “L”. Suelo pasármelo muy bien escuchando sus disparatados diálogos, el de hoy lo grabé de modo improcedente, sin pedirles permiso. Les mando desde aquí mis disculpas y espero que no se molesten.

    Laura, que así se llama ella, es una ferviente creyente del zodiaco y los horóscopos, y Carlos, un escéptico total.

    Así fue la conversación:

    Laura: No te puedes creer lo que me pasó esta mañana. Fui a comprar el pan y, justo, cuando me puse en la cola, una mujer se me coló por la cara. Inmediatamente supe que era del signo Aries.

    Carlos: ¿Y cómo lo supiste? ¿La mujer iba con un cartel que decía "Hola, soy una Aries y me cuelo en todas las filas"?

    Laura: No, Carlos. Lo supe porque los Aries son impulsivos, temperamentales, competitivos, y no pueden evitar adelantarse. Es básico.

    Carlos: Claro, claro. ¿Y no puede ser que simplemente se tratase de una tipa maleducada?

    Laura: Mira, no puedes negar que los signos influyen en nuestra personalidad. No es casualidad que los Leo sean líderes natos y orgullosos, o que los Virgo sean maniáticos del orden y reservados.

    Carlos: Laura, ¿no crees que es un poco absurdo pensar que la posición de los planetas al nacer determina si alguien es un desastre respecto al orden de su habitación o su despacho?

    Laura: No es absurdo, es ciencia. La energía de los astros nos afecta.

    Carlos: ¡Qué ciencia ni que gaitas! Entonces explícame por qué millones de personas nacidas el mismo día no tienen exactamente la misma personalidad y el mismo comportamiento.

    Laura: Porque también influye el ascendente, la Luna, los tránsitos... Es un sistema muy complejo. Ahí las cosas no son blanco o negro, Carlos.

    Carlos: Lo que es complejo es entender cómo alguien con tus estudios y tu cultura crea en todo eso.

    Laura: ¡Ay, claro! Ahora vas a hacerte el intelectual. Seguro que eres Escorpio. Los Escorpio son gente que siempre quiere tener la razón.

    Carlos: Pues no, no soy Escorpio, te equivocas.

    Laura: Entonces debes ser Capricornio. Los Capricornio son inteligentes y pragmáticos, pero tercos como mulas.

    Carlos: Tampoco soy Capricornio. No das ni una.

    Laura: ¿Lo ves? Esa es la típica respuesta evasiva que indica claramente que eres un Acuario.

    Carlos: De nuevo has errado, soy Sagitario.

    Laura: ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Los Sagitario son impulsivos y siempre quieren desafiar las creencias establecidas!

    Carlos: ¿Y qué pasa si te hubiera dicho que soy Piscis?

    Laura: Pues que los Piscis son impredecibles, cambiantes, así que cuadra igual.

    Carlos: Mira, me rindo; no puedo con tu fanatismo.

    Laura: ¿Ves? Esa actitud te describe totalmente, al 100%, eres un sagitariano irredento.

    Carlos simuló darse topetazos en la frente contra el borde del mostrador.

    Ella se terminó de beber el café tranquilamente.

    Me marché del bar y dejé una buena propina.

martes, 4 de marzo de 2025

¿Muletilla o actitud auténtica?


      Hoy nuestra sesión de charla ha sido muy completa, hemos hablado por “Zoom”. Briseida desde Alemania, Kimura desde su Japón y el pastor Cooper George Wright en la lejana Nueva Zelanda. Claro, y un servidor desde aquí. No sé cómo surgió el tema del “respeto” ─o más bien el de la sacralización del respeto─. Todos estuvimos de acuerdo en aceptar que en la sociedad actual, la palabra "respeto" se ha convertido en un término recurrente en discursos, debates y medios de comunicación. Es común escuchar a distintas personas hacer un llamado al respeto, ya sea en programas de televisión, redes sociales o en el ámbito cotidiano. Sin embargo, ¿realmente comprendemos el significado profundo de esta palabra? ¿O simplemente la utilizamos como una muletilla que encubre una actitud de indiferencia ante las diferencias?

      También llegamos a la conclusión de que el abundante el empleo del término "respeto" es para justificar una postura de neutralidad absoluta, casi como un acuerdo tácito de no interferencia: "Tú con tus creencias y yo con las mías, y que haya paz". Este uso del respeto, aunque en apariencia positivo, puede reducirse a una simple estrategia para evitar conflictos, sin implicar un verdadero esfuerzo por comprender al otro. El pastor Cooper G. dijo que la idea de respeto se desvirtúa cuando se usa como una excusa para evitar el diálogo o para no cuestionar posturas que podrían enriquecerse a través del intercambio de ideas.

      A mí se me ocurrió decir que, en contraste con este uso superficial del respeto, existe un concepto que ha caído en desuso pero que guarda una relación estrecha con su significado original: "tener miramiento". Y que se trata de una expresión va más allá de la simple tolerancia; implica una consideración real hacia los demás, una actitud que nace de la empatía y del reconocimiento de la dignidad del otro. Mientras que el respeto, entendido de manera pasiva, puede significar simplemente no interferir ni cuestionar, el miramiento implica una acción consciente de atención y cuidado hacia los demás.

      A Briseida también le gustó lo de “tener miramiento” y añadió:

      ─Es verdad eso. “Tener miramiento” con los demás significa reconocer sus circunstancias, ser capaces de ponernos en su lugar y actuar en consecuencia. No se trata solo de aceptar la diversidad, sino de esforzarnos por entenderla y valorarla de manera genuina. Esto supone un cambio en nuestra manera de relacionarnos, pasando de una indiferencia disfrazada de respeto a una actitud activa de consideración y sensibilidad.

      Kimura nos ha hablado largo y tendido sobre el “respeto”. Nos contó que el concepto de "respeto" en la cultura japonesa es complejo y multifacético, arraigado en una rica tradición de valores confucianos y budistas. Él cree, que a diferencia de las culturas occidentales, donde el respeto a menudo se asocia con la igualdad y los derechos individuales, en Japón, el respeto se entiende principalmente como una forma de armonía social y jerarquía. Y se manifiesta a través de una serie de comportamientos y rituales que reflejan la importancia de la jerarquía, la cortesía y la empatía en la sociedad japonesa.

      La conversación ha sido extensa y fructífera, mi conclusión va por la línea de que en un mundo donde la comunicación está cada vez más mediatizada por las redes sociales y la tecnología, es fácil caer en una versión simplificada ─e incluso me atrevo a decir vulgar─ del “respeto”. No obstante, si realmente queremos construir una sociedad más armónica, quizás sea momento de rescatar valores como el “miramiento”, que nos invitan no solo a convivir en paz, sino a hacerlo con una verdadera intención de entendimiento y aprecio por los demás.

domingo, 2 de marzo de 2025

La importancia de una comunicación armónica

      Hoy me llamó Kimura, muy temprano para mí y me despertó, casi no entendí la pregunta que me lanzó a bocajarro.

      ─¿Crees que no comunicarse es estar muerto?

      Dejé pasar unos instantes y le contesté:

      ─Bueno... La comunicación es una herramienta esencial en nuestras vidas, ya que nos permite establecer relaciones y expresar nuestras ideas, emociones y necesidades. Ahora, sin embargo, no siempre nos comunicamos de manera efectiva o armoniosa. Pienso que a lo largo del tiempo, hemos aprendido formas de comunicación que pueden generar conflictos, deteriorar relaciones y alejarnos de nuestra naturaleza compasiva.

      Kimura no tardó en preguntar de nuevo.

      ─Entonces ¿tú crees que la comunicación se ha ido pervirtiendo y deteriorando a lo largo del tiempo?

      ─Algo sí, y creo que uno de los principales obstáculos para una comunicación armoniosa es el uso de juicios moralistas. A menudo, emitimos juicios sobre las acciones o creencias de los demás, asumiendo que lo que es diferente a nuestros valores es erróneo o inmoral. Este tipo de comunicación genera tensión y rechazo, dificultando el entendimiento mutuo y bloqueando la posibilidad de una conexión genuina basada en la comprensión y la empatía.

      Veía por la pantalla que Kimura asentía y añadí:

      ─Y hay otro factor que afecta negativamente la comunicación, y es la tendencia a compararnos con los demás. Las comparaciones pueden generar sentimientos de inferioridad o superioridad, lo que interfiere con la capacidad de conectar desde la empatía. No solo afectan la manera en que percibimos a los demás, sino también nuestra propia autoestima, impidiendo el desarrollo de una relación sana con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

      ─Es cierto ─intervino Kimura─. Desarrollar una comunicación consciente y compasiva implica asumir la responsabilidad de nuestras palabras y emociones, promoviendo un diálogo basado en la comprensión mutua y la cooperación.

      ─Sí ─afirmé─. La comunicación nociva puede hacernos perder de vista un principio fundamental: la responsabilidad personal sobre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Muchas veces, culpamos a otros por nuestras emociones o reacciones, sin reconocer que la manera en que interpretamos los acontecimientos influye en nuestra respuesta.

      No sé que bebía Kimura en ese momento, creo que sería algún té, y aproveché para seguir hablando:

      ─También, la forma en que expresamos nuestros deseos puede determinar la calidad de nuestra comunicación. Cuando convertimos nuestros deseos en exigencias, generamos resistencia y distanciamos a los demás. En cambio, si expresamos nuestras necesidades de manera clara y respetuosa, favorecemos una comunicación efectiva y armoniosa, basada en la comprensión y el respeto mutuo. Yo creo que cultivar una comunicación armónica y compasiva es esencial para mejorar nuestras relaciones y fomentar una convivencia basada en la empatía y el respeto, ¿no?

      Kimura respondió rápido:

      ─Cierto, cierto, al ser conscientes de nuestras palabras y la manera en que nos expresamos, podemos construir un entorno donde la comunicación fluya de manera positiva, fortaleciendo los lazos con los demás y con nosotros mismos.

      Entonces, riéndome, le dije para concluir:

      ─Sin duda ninguna, comunicarnos es estar vivos. 

      Y me quedé pensando en el "dialogo" de Zelensky y Trump.