domingo, 2 de marzo de 2025

La importancia de una comunicación armónica

      Hoy me llamó Kimura, muy temprano para mí y me despertó, casi no entendí la pregunta que me lanzó a bocajarro.

      ─¿Crees que no comunicarse es estar muerto?

      Dejé pasar unos instantes y le contesté:

      ─Bueno... La comunicación es una herramienta esencial en nuestras vidas, ya que nos permite establecer relaciones y expresar nuestras ideas, emociones y necesidades. Ahora, sin embargo, no siempre nos comunicamos de manera efectiva o armoniosa. Pienso que a lo largo del tiempo, hemos aprendido formas de comunicación que pueden generar conflictos, deteriorar relaciones y alejarnos de nuestra naturaleza compasiva.

      Kimura no tardó en preguntar de nuevo.

      ─Entonces ¿tú crees que la comunicación se ha ido pervirtiendo y deteriorando a lo largo del tiempo?

      ─Algo sí, y creo que uno de los principales obstáculos para una comunicación armoniosa es el uso de juicios moralistas. A menudo, emitimos juicios sobre las acciones o creencias de los demás, asumiendo que lo que es diferente a nuestros valores es erróneo o inmoral. Este tipo de comunicación genera tensión y rechazo, dificultando el entendimiento mutuo y bloqueando la posibilidad de una conexión genuina basada en la comprensión y la empatía.

      Veía por la pantalla que Kimura asentía y añadí:

      ─Y hay otro factor que afecta negativamente la comunicación, y es la tendencia a compararnos con los demás. Las comparaciones pueden generar sentimientos de inferioridad o superioridad, lo que interfiere con la capacidad de conectar desde la empatía. No solo afectan la manera en que percibimos a los demás, sino también nuestra propia autoestima, impidiendo el desarrollo de una relación sana con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

      ─Es cierto ─intervino Kimura─. Desarrollar una comunicación consciente y compasiva implica asumir la responsabilidad de nuestras palabras y emociones, promoviendo un diálogo basado en la comprensión mutua y la cooperación.

      ─Sí ─afirmé─. La comunicación nociva puede hacernos perder de vista un principio fundamental: la responsabilidad personal sobre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Muchas veces, culpamos a otros por nuestras emociones o reacciones, sin reconocer que la manera en que interpretamos los acontecimientos influye en nuestra respuesta.

      No sé que bebía Kimura en ese momento, creo que sería algún té, y aproveché para seguir hablando:

      ─También, la forma en que expresamos nuestros deseos puede determinar la calidad de nuestra comunicación. Cuando convertimos nuestros deseos en exigencias, generamos resistencia y distanciamos a los demás. En cambio, si expresamos nuestras necesidades de manera clara y respetuosa, favorecemos una comunicación efectiva y armoniosa, basada en la comprensión y el respeto mutuo. Yo creo que cultivar una comunicación armónica y compasiva es esencial para mejorar nuestras relaciones y fomentar una convivencia basada en la empatía y el respeto, ¿no?

      Kimura respondió rápido:

      ─Cierto, cierto, al ser conscientes de nuestras palabras y la manera en que nos expresamos, podemos construir un entorno donde la comunicación fluya de manera positiva, fortaleciendo los lazos con los demás y con nosotros mismos.

      Entonces, riéndome, le dije para concluir:

      ─Sin duda ninguna, comunicarnos es estar vivos. 

      Y me quedé pensando en el "dialogo" de Zelensky y Trump.

3 comentarios:

  1. Sin duda, la comunicación es necesaria, e imprescindible, siempre que se haga con respeto y educación, no ridiculizando, intimidando, u ofendiendo al otro.

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  2. Me ha encantado, finísimo escrito sobre la rechinante actualidad y para reflexionar.
    Gracias.

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  3. Una magnífica reflexión sobre la comunicación, el diálogo, el respeto mutuo y la empatía que, desgraciadamente, se queda en utopía en la mayoría de los casos si una de las partes no cuenta con ninguna de ésas cualidades (como en el caso de las escenas que tuvieron lugar en la Casa Blanca) y, de entrada, no estaba dispuesto a escuchar, sino a acallar e imponer.

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