Los niños pequeños siempre son sorprendentes,
ayer me pidieron que les contara un cuento de los que yo me invento para ellos.
Suelen ser cuentos un tanto surrealistas en los que evito poner un final y les propongo
que ellos piensen en finales posibles; pueden ustedes suponer que eso les
estimula bastante la imaginación. Sin embargo, ayer, se me ocurrió contarles
una anécdota adaptada en plan de chiste. Básicamente la historieta era la siguiente
atribuida al célebre dramaturgo irlandés George Bernard Shaw:
Una bellísima actriz de teatro abordó un día a Shaw, en esos días ya era bastante mayor y hacía poco
que le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. Su aspecto no era
precisamente el de un hombre atractivo y agraciado. La actriz le dijo:
─Usted y yo deberíamos tener un hijo. Sería una
criatura perfecta, tan hermoso como yo y tan inteligente como usted, sería
ideal.
Lanzándole una mirada circunspecta Shaw le
respondió:
─Es probable... ¿Pero puede usted imaginarse que
salga con mi cara y su inteligencia?
Creía que no lo iban a entender, tardaron un
poco en reaccionar y después empezaron a reír, a casi llorar de risa.
Me quedé mirándolos muy asombrado...
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