jueves, 10 de septiembre de 2020

El binomio de la realidad


     Puedo asegurar que hoy no tenía interés ninguno de hablar sobre el binomio pesimismo-optimismo, es más, al levantarme de la cama creía tener cierto sesgo optimista, pero para que se me quitara esa incipiente señal bastaron unos minutos escuchando la radio. Da igual la emisora.
     Y precisamente no parloteaban del antivirus ni de las vacunas, estaban con el asunto de la economía. Una señora rubia del gobierno (lo de rubia lo sé por las fotos, evidentemente, el color del pelo no se traslucía a través de las ondas radiofónicas) persistía en pronunciar la palabra “reactivación”, quizás la ha pronunciado veinte veces en los pocos minutos de su entrevista. Era como si tratara de inocularnos la convicción de que esto está en las mejores manos y que vamos hacia arriba a tope. La visión de los entrevistadores no era tan optimista, aunque lo expresaban muy educadamente.
     Me asombraba la estolidez de la señora rubia. Su voz, casi meliflua, insistía en la palabra “reactivación” y de convencer de que estamos en esa senda. También repetía cansina eso de la responsabilidad de todos y de arrimar el hombro, aunque creo que ─en el fondo─ trataba más bien de decir lo de arrimar el ascua a la correspondiente sardina.
     El binomio optimismo-pesimismo, lo digo así, es como un potenciómetro deslizante, ¿saben qué es eso? Es un dispositivo que se utiliza en los circuitos eléctricos y electrónicos para variar la resistencia al paso de la corriente eléctrica entre dos puntos del mismo. Así que unos días el botón deslizante del artilugio lo tengo en puntos de optimismo y otros, al extremo contrario, en el del pesimismo. Lo peor es que desde hace una temporada apreciable no se mueve del sitio del pesimismo.


8 comentarios:

  1. Pues yo también estoy instalada en ese mismo punto del pesimismo.

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  2. Un escenario que se cae por momentos y nadie que le ponga un leve remedio. Yo pesimista del todo.

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  3. El panorama es para llorar desde luego.

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  4. Estoy en un punto en el que prefiero mantenerme lo más alejada posible de esta fauna.
    Quiero estar tranquilamente disfrutando del final del verano y a ver qué pasa.

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  5. "Era como si tratara de inocularnos la convicción de que esto está en las mejores manos y que vamos hacia arriba a tope".
    ¡Anda ya! ¡Encima cachondeo!

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  6. Pues estoy totalmente de acuerdo con tu reglexión, como siempre, Ignacio. Creo, no obstante, que la sensación de optimismo o pesimismo no siempre está en función de lo que nos digan por radio o TV o de lo que leamos en la prensa, sino en nosotros mismos, en esa sensación injustificada que a veces nos hace sentirnos como el rey del mambo y otras veced los seres mas desgraciados e incomprendidos del mundo.

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