Por
la mañana estuve desayunando en mi lugar preferido, aquella era casi
mi mesa particular; es más, si estaba ocupada solía regresar a casa
o ir a otro sitio. Tuve suerte, no había nadie ocupándola. Comencé
a mirar en el móvil algunos periódicos para ver qué cosas, la
mayoría tristes, nos depararía el día.
Había
tres señores a mi derecha en los que no había reparado antes, les oí
la expresión “síndrome de la trinchera”. Comencé a disimular
como si estuviera atento al teléfono pero en realidad me concentré
en lo que hablaban.
Uno
de ellos, el que me daba la espalda, decía que desde la I Guerra
Mundial hay mucha documentación sobre síntomas que afectaban a
muchos soldados, en esa documentación se analizan casos de
combatientes que habían sufrido pérdida del habla, espasmos y
también el síntoma que denominaron de las “miradas vacías” o
también “mirada de las mil yardas”, ya que los soldados parecían
fijar su mirada muy a lo lejos, como si estuviesen oteando las
trincheras del enemigo.
Otro
comentó:
─No
sé si eso tiene mucho que ver con un nuevo síndrome de
trincheras o neurosis, llámale como quieras, que está generando con
este maldito coronavirus. Hay gente que ya padece un tremendo temor y
no se atreven a salir a la calle, a lo sumo pasean un poco por lugares
solitarios en los que difícilmente se cruzan con nadie.
El
que habló de la I GM añadió ahora:
─Sí,
yo creo que algo tiene que ver, alguna relación hay. Probablemente
esa neurosis de la trinchera se debía a que los soldados vivían en
aquellas guaridas como animales asustados. Había combatientes que se
quedaban petrificados e incapaces de reaccionar al ver cómo un
compañero caía muerto a su lado. E, incluso, hay relatos en los que
se dice que esas sensaciones no eran, ni por asomo, comparables con
el gran pavor que les atenazaba al oír el silbato con el que se les
conminaba a abandonar las trincheras y correr hacia el enemigo a
cuerpo limpio, oyendo el terrible estruendo de las balas y obuses a su
alrededor.
El
tercero de ellos, que aún no había dicho nada, intervino:
─No
sé mucho de esto, pero veo algunos paralelismos que me parecen
preocupantes. El confinamiento y estar en las trincheras tienen algún
parecido. El escuchar el silbato como orden de salir y enfrentarse al
enemigo es algo que también veo. La “mirada vacía” de todos
dirigida a la incertidumbre también es algo común. Y, desde luego,
el ruido de las balas y del campo de batalla, creo que es paralelo a
la algarabía de las televisiones, radios y periódicos a todas las
horas del día.
Creo
que se dieron cuenta de que estaba escuchando, no obstante siguieron
hablando.
─El excesivo estrés de las batallas provocó que muchos
combatientes perdiesen la razón. Las horribles pesadillas que muchos
padecían y las enormes dificultades para dormir provocaban que no
pudiesen diferenciar entre lo que realmente habían vivido y lo que habían soñado. Como era previsible,
los casos más severos de este tipo de neurosis hacían que algunos
soldados, sintiesen graves impulsos suicidas...
De
un modo un tanto incorrecto me introduje en la conversación
diciendo:
─Perdonen
ustedes, no he podido evitar escucharles en su interesante
conversación, también creo que hay analogías entre ese “síndrome
de las trincheras” y el que vamos a padecer a causa del coronavirus
y de la gestión de la pandemia. Aunque creo que no debemos olvidar,
que al gran número de soldados muertos, había que sumar todas las
víctimas que una vez terminada la acción bélica quedaron sin
lesiones físicas, pero muy traumatizados y ya fueron incapaces de
acoplarse a una vida sin guerra, quedando afectados por una
experiencia que les había destruido, o dejado muy perturbado, su
mundo emocional y mental. ¿Estaremos pronto en ese mismo caso? ─me atreví a preguntarles.
Uno
asintió con un movimiento de cabeza y los otros dos, a la vez,
dijeron:
A todo ello, creo que hay que añadir el llamado síndrome de Estocolmo. Ya he oído a demasiados que justifican, incluso consideran magnífica, las labores desempeñadas por los gobernantes y parte de la oposición. ¿Realmente son completamente conscientes de de la inmensa cantidad de problemas que tenemos (y los muchísimos más que vienen de camino), gracias a la nefasta gestión de esos, antes indicados, manifiestamente sinvergüenzas?
ResponderEliminar¡Miedo me da!
ResponderEliminarVamos en esa dirección:
ResponderEliminarhttps://www.larazon.es/salud/20200907/eus2psji45ct5mlroycsr2axzy.html