Cuando terminamos la licenciatura en Ciencias Físicas las salidas profesionales no eran demasiadas, muchos de mis compañeros tuvieron que optar por caminos diferentes, el más habitual entonces era, sin duda, la enseñanza. Algunos colegas muy atrevidos, eligieron el camino de las neurociencias. Entonces este campo era novedoso, de todo ello se sabía poco y sus posibilidades para investigar eran infinitas.
La neurociencia es un cúmulo de disciplinas científicas que tratan sobre el sistema nervioso desde diversos puntos de vista, con el propósito de tratar de comprender los mecanismos que regulan el control de las reacciones nerviosas y del proceder del cerebro.
Para los físicos era muy atractivo saber que las células nerviosas mandan mensajes a otras a través de unas fibras (los axones), en forma de patrones eléctricos codificados o impulsos nerviosos. Ya se conocía que cada uno de esos impulsos era de, aproximadamente, una décima de voltio y que tenía una duración cercana a las dos milésimas de segundo. Entonces también se hacían investigaciones sobre las velocidades del citado impulso y de cómo se movía a lo largo del axón a velocidades de hasta 130 m/s. Era un campo fascinante y atrajo a muchos. También me llamó mucho la atención pero las ocasiones y oportunidades de pasarme al campo de la neurociencia no fueron las propicias.
Desde luego el hecho de pensar que en cada milímetro cúbico de materia gris encierran 4 km de interconexiones es algo espeluznante y sugerente para un físico. Las posibilidades de estudio de maquinaria enormemente compleja que funciona con una media de 86.000.000.000 neuronas que procesan toda clase de informaciones acompañadas de otro número impresionante de neuroglías (células gliales) que asisten y acompañan a todo el sistema neuronal es algo grandioso.
Siempre ha dormido en mí la ilusión de aprender algo del cerebro, de su estructura, sus funciones, sus bases químicas y biológicas, o de las alteraciones patológicas. Desde hace años, cada vez que caía cerca de mí alguna información neurocientífica la absorbía con afán insaciable y hace unos meses me pregunté: ¿por qué no te pones ahora a estudiar lo que siempre has querido?
¿Y sabéis lo que he hecho...? Pues estoy como un chico imberbe ─ilusionado y entregado─ al estudio de la neurociencia.
A mi edad, ya un tanto provecta, poco voy a poder aportar a esta ciencia pero, seguro, que ella me aportará mucho a mí.
Me parece un idea estupendo. Poder hacer algo que otro momento no fue posible. Seguro que lo vas a disfrutar. Tengo envidia sana de tu vocación. Well done Ignacio .
ResponderEliminarMuchas gracias por tus ánimos. Ya lo estoy disfrutando bastante tiempo todos los días, meterse en estos mundos tan sugestivos y hacerlo con apasionamiento es algo grande.
EliminarUn abrazo cordial.
No pasa día sin que los miles de investigadores en Neurociencia que hay en la acutualidad, aporten esperanzadoras novedades. Una que puede tener mucha importancia futura es la relativa a la demostración de una comunicación directa entre la microbiota intestinal y el cerebro.
ResponderEliminarInvestigadores demuestran el diálogo directo entre la microbiota intestinal y el cerebro