lunes, 21 de abril de 2025

Francisco: un pastor entre luces y sombras

      Escribo con rapidez, sin pensar mucho. He salido de compras y cuando he vuelto me he dado de bruces con la noticia: el papa Francisco ha muerto. Creo sinceramente que el papa Bergoglio deja detrás de sí una Iglesia más viva, más incómoda y más interpelada. No ha sido un pontífice de fórmulas ni de brillos, sino un pastor con polvo en los zapatos, que entendió el valor del silencio tanto como el peso de la palabra.

      Su llegada al papado en 2013 fue una bocanada de aire fresco para una institución asfixiada por sus propios ritos y contradicciones. Fue el primer hispanoamericano en ocupar el trono de Pedro, pero nunca pareció cómodo con él. Eligió la sencillez del nombre Francisco, y desde entonces marcó distancia con el boato, prefiriendo hablar de periferias, pobreza, y misericordia. Más que proponer una nueva doctrina, sacudió conciencias.

      Lo suyo, su papado, ha sido una renovación sin espectáculo. Se enfrentó con coraje a los abusos sexuales dentro de la Iglesia, aunque a veces con pasos más lentos de lo esperado. Dudó, corrigió, escuchó. No buscó la perfección, sino la verdad, aunque doliera. Su valentía no fue la del que impone, sino la del que se atreve a cambiar de opinión.

      Francisco ha incomodado a muchos, tanto de dentro como de fuera. Sus palabras sobre la emigración, el medio ambiente, la economía que “mata” y el clericalismo que ahoga, golpeó a muchos nervios sensibles. Pero también supo callar cuando otros hubieran hablado por impulso. En sus silencios hubo más de una respuesta. En sus grises, una humanidad que pocos líderes religiosos se atreven a mostrar.

      No fue infalible. Fue hombre. Y eso, tal vez, es lo que más lo acercó a los suyos.

      Hoy la silla de Pedro queda vacía. Pero su huella permanece en los márgenes, en las villas, en los gestos pequeños. Francisco no buscó que lo sigan como a un santo, sino que cada uno cargue con su cruz. Sin espectáculo. Sin escapismo. Solo fe, y dudas. Como él.

      Descanse en paz.

viernes, 18 de abril de 2025

Demasiada opinión, poco cerebro

      Hace pocos minutos he tenido una conversación muy interesante con el pastor Cooper George, hemos pasado un rato estupendo conversando sobre lo que él llama la “sacro-santa opinión”. Decía que allí, en las antípodas, sucede lo mismo que aquí con pocas variantes, el opinar se ha convertido es una especie de mística que está, incluso, por encima de la verdad.

      Comentamos que hoy todo el mundo tiene una opinión y, al parecer, todas valen lo mismo. Da igual si están bien pensadas o sacadas de un “meme”. Da igual si contradicen los hechos. Basta con decir “yo opino que…” y ya está: blindaje automático, debate cancelado. La opinión se ha convertido en una especie de becerro de oro moderno. Y lo peor es que muchos lo adoran sin hacerse una sola pregunta.

      Le dije que a mí me parecía que antiguamente, opinar implicaba haber reflexionado un poco, saber de qué hablabas, tener argumentos. Hoy, en cambio, basta con tener emociones. Se confunde “esto me molesta” con “esto está mal”. Se confunde “yo lo veo así” con “esta es la verdad”. Y cuando todo el mundo opina, pero casi nadie razona, el ruido tapa cualquier intento de pensar con claridad.

      Contestó que, desde luego, no es que esté mal tener opiniones —eso sería absurdo—, pero sí está mal que se hayan convertido en dogmas personales. Intocables. Irrefutables. Como si el simple hecho de que algo se te ocurra le diera valor. El resultado es que el debate se ha vuelto una batalla de egos en lugar de una búsqueda común de verdad. ¿Y los hechos? Bien, gracias. Esperando que alguien los consulte.

      Coincidimos en que, además, cada vez que alguien intenta argumentar, matizar o cuestionar algo con lógica, se le acusa de “intelectual”, “soberbio” o “elitista”. Como si usar la cabeza fuera un defecto. Como si pensar estuviera pasado de moda. Pero sin pensamiento crítico, sin razonamiento sólido, lo único que nos queda es un festival de opiniones lanzadas como si fueran piedras.

      Y ojo: esto no solo es molesto, es peligroso. Porque cuando se deja de valorar la verdad, cualquier disparate puede tomar fuerza. Cuando el razonamiento pierde valor, gana terreno la manipulación. Y cuando el debate se sustituye por el “yo tengo derecho a opinar”, da igual si lo que dices tiene sentido o no.

      Concluimos en que la cuestión es que estamos saturados de opinión. Pero lo que falta es pensamiento. Falta humildad para aceptar que no siempre tenemos razón. Falta curiosidad por contrastar ideas. Falta respeto por el conocimiento y por quienes se esfuerzan en construir argumentos de verdad.

       Para nosotros está claro que no todo lo que uno piensa merece ser aplaudido. Y no, tener una opinión no te hace automáticamente interesante. Pensar bien, eso sí que escasea. Y eso, justo eso, es lo que deberíamos empezar a valorar otra vez.

jueves, 3 de abril de 2025

Soltar las cargas


Hoy es uno de esos días grises. De esos en los que la lluvia golpea la ventana con una cadencia hipnótica y el cielo parece aplastarte con su peso. Hay momentos en los que la vida se siente así, como una interminable cuesta arriba, un esfuerzo constante por llegar a una cima que ni siquiera sé si quiero alcanzar.

      Selena llegó pronto hoy, con sus prisas habituales. Le leí el párrafo anterior, lo único que he alcanzado a escribir. Se quedó pensativa haciendo un exagerado visaje doblando sus labios y dijo:

      ─¡Uf! ¡Eso me huele demasiado a seis de espadas! Mira, yo estaré aquí, callada, jugando con mis cartas, sin mirarte, y tú sigue escribiendo, no te voy a estorbar, ¿vale?

      ─¿Cómo?, no sé si podré estando tú ahí delante.

      ─¡Venga, olvida que estoy aquí! ─exclamó en plan conminatorio.

      Mastiqué el bolígrafo y estuve pensado un rato. Intenté seguir el escrito.

Me pregunto cuántos de estos pasos son realmente míos y cuántos son solo el eco de las voces que me han acompañado desde siempre. "Tienes que esforzarte más", "No puedes rendirte", "Debes llegar más alto". Frases dichas con buenas intenciones, pero que se han convertido en cadenas invisibles. Y me doy cuenta de que llevo demasiado tiempo cargando con expectativas que no son mías.

A veces pienso que este peso lo fui aceptando sin cuestionarlo, como quien se acostumbra a una mochila demasiado llena y olvida cómo se siente caminar ligero. Pero hoy, mientras miro la lluvia resbalar por el cristal, siento el cansancio de los años acumulados, de los “deberías” impuestos, de las metas que nunca me pregunté si eran realmente las mías.

      De nuevo me detuve a pensar.

¿Qué pasaría si me detuviera? Si sacudiera los hombros y dejara caer todo lo que no me pertenece. ¿Si soltara la carga y me atreviera a caminar sin ese peso?

Da miedo. Porque sin esa carga, ¿quién soy? Si dejo de perseguir lo que otros esperan, ¿qué queda de mí? Pero tal vez, solo tal vez, lo que queda es lo más auténtico, lo más real.

Hoy, en este día gris, no tengo todas las respuestas. Pero sí sé que estoy cansado de subir montañas que no elegí. Y tal vez, solo por hoy, me permito imaginar cómo se sentiría caminar sin ese peso.

Tal vez la lluvia no solo moje, sino que también limpie.

      Me quedé parado y vi que Selena tenía un perfecto abanico de las 78 cartas desplegado en la mesa y dijo:

      ─Elige la que tú quieras, una sola.

      Iba a coger una de las de las situadas a la mitad, pero cuando mi mano se acercaba a una posición central, la desvié ─casi de forma involuntaria─ y opté por una que estaba casi en el extremo de la derecha. La arrastré lentamente y la mantuve oculta. Me quedé mirando muy fijo a mi amiga. Ella dijo:

      ─Dale la vuelta.

      ¡Era el seis de espadas invertido!

viernes, 28 de marzo de 2025

Selena y El Ermitaño



      Selena viene a veces con alto voltaje, desplegando una enorme energía. Hoy venía con prisa. En un instante, sacó del bolsito azul y dorado una baraja distinta: un Tarot de Marsella. Barajó no más de cinco segundos, hizo con ellas un abanico y, de manera un tanto conminatoria, dijo:

      —¡Elige la que tú quieras!

      Obedecí rápido y destruí el abanico por la parte central. Inmediatamente le mostré la carta.

      —¡Lo presentía, lo sabía! ¡"El Ermitaño"!

      Yo miraba a Selena sin saber qué decir. Ella prosiguió:

      —Cuando subía las escaleras, me vino a la cabeza, no sé el porqué, esta carta. Ahora ya lo veo.

      La miré un poco sorprendido y le dije:

      —A ver... ¿qué tienes tú contra el pobre ermitaño?

      —¿Yo? Nada. Pero es una carta llena de simbolismo y con múltiples interpretaciones. Su significado siempre depende del contexto y de la intuición con la que se lea.

      —Bueno, dime algo de lo que dice el monje —comenté para que no se dispersara.

      —A veces, "El Ermitaño" señala un período necesario de descanso y recarga energética, ya sabes: cargar las pilas. Después de un tiempo de intensa actividad o interacción social, retirarse puede ser esencial para recuperar el equilibrio y la perspectiva. No se trata de desconectar del mundo para siempre, sino de tomar un respiro para alimentar el espíritu antes de volver a la lucha.

      —¿Nada más?

      —Hay mucho más. En un mundo que empuja hacia la conformidad, "El Ermitaño" reivindica la autenticidad. Su retiro es una elección para alinear sus valores sin la influencia de los demás. Es una carta que puede aparecer cuando necesitas reafirmarte y tomar decisiones desde tu verdadera esencia. No es una soledad impuesta por la tristeza o el miedo, sino un retiro estratégico para escuchar la voz interior que a menudo se ahoga en el ruido del mundo.

      Hizo una pausa y continuó:

      —Piensa en esto: tienes dentro de ti una silenciosa biblioteca, llena de experiencias y aprendizajes. "El Ermitaño" te invita a entrar en ella.

      —¿Y el farolito que lleva?, ¿qué quiere decir?

      —Ilumina su propio camino, pero también representa la claridad mental y espiritual que se alcanza a través de la introspección. A veces guía a otros, pero su principal objetivo es encontrar su propia verdad. En momentos de confusión o decisiones difíciles, la carta nos recuerda que la respuesta está en nuestro interior.

      —¿No da la impresión de estar cansado?

      —Quizá, pero no porque esté perdido. Ha recorrido un largo camino y ha acumulado experiencia. Su aparente cansancio es más bien la señal de una reflexión profunda sobre lo aprendido. Puede ser el maestro silencioso que enseña con el ejemplo.

      Ya se había puesto de pie para irse y añadió:

      —Concluyo. "El Ermitaño" no representa un aislamiento negativo, sino la búsqueda consciente de sabiduría. Es una invitación a mirar hacia adentro, a encontrar la verdad propia sin miedo a la soledad.

      Sonrió y, con su energía habitual, dijo mientras se alejaba:

      —Bueno, me voy. Espero haberte iluminado un poco. ¡Mañana nos vemos!

 

martes, 25 de marzo de 2025

El peligro de vivir atrapados en la mente

      Ayer me decía Selena que ─después del artículo anterior en el blog─ ha recibido muchas llamadas y correos pidiéndole lecturas del Tarot, y quiere que hoy anuncie, en su nombre, que ella ya no se dedica a atender a consultantes (clientes), dejó el trabajo de cara al público, se jubiló hace algún tiempo. Aunque sigue estudiando y haciendo investigaciones sobre sus cartas mágicas.

      Aproveché la ocasión para hacerle una pregunta que me rondaba por la cabeza en aquel momento:

      ─¿Qué ocurre cuando la mente deja de ser una herramienta y se convierte en un tirano?, ¿qué dicen tus cartas de eso?

      Con gran delicadeza extrajo ─de un bolsito azul con bordes dorados─ una funda en la cual guardaba una preciosa baraja de cartas, me dijo que fueron diseñadas por Salvador Dalí ─probablemente contó con la inspiración de su esposa Gala─ en el año 1984. Las fue mostrando una a una, eran muy atractivas y sugerentes (en ese momento me prometí que me compraría un Tarot así de bonito).

      Mientras barajaba las cartas con destreza iba diciendo :

      ─Vivimos en una era donde la mente tiene un papel protagonista absoluto en nuestras vidas. Nos han enseñado que el pensamiento es la herramienta suprema para entender el mundo, resolver problemas y alcanzar el éxito. Sin embargo, esa pregunta tuya tiene mucho sentido: ¿qué sucede cuando la mente deja de ser una herramienta y se convierte en un tirano?

      Selena hizo cinco montones con las 78 cartas y los recogió en uno, procediendo en distinto orden. Le comente:

      ─Sí, es muy cierto lo que dices. Muchas veces nos identificamos completamente con nuestros pensamientos, creyendo que cada idea, opinión o argumento que surge en nuestra cabeza es una verdad incuestionable. Nos perdemos en un laberinto de análisis interminables, justificaciones y juicios, sin darnos cuenta de que no estamos realmente pensando, sino siendo arrastrados por un flujo incesante de ruido mental.

      Colocó el mazo de cartas delante de mí y pidió que lo cortase en dos partes. Selena prosiguió hablando:

      ─Si alguna vez has intentado aquietar tu mente, te habrás dado cuenta de lo difícil que resulta. Un ejercicio interesante es sentarse en un lugar tranquilo y hablar en voz alta todo lo que pasa por la cabeza sin filtro alguno. Al hacerlo, uno puede sorprenderse de la cantidad de pensamientos caóticos, repetitivos y en ocasiones absurdos que emergen. Esto nos muestra que la mente, lejos de ser un mecanismo impecable de razonamiento, muchas veces actúa como una fábrica de ruido constante que contamina nuestra percepción de la realidad.

      Amontonó de nuevo las cartas y me pidió que separase la de encima. La miró con cierta curiosidad y dijo:

      ─Esta contaminación de la que estamos hablando no es solo individual, sino colectiva. Vivimos rodeados de opiniones incesantes, debates polarizados y una constante necesidad de imponer puntos de vista. Las redes sociales y los medios de comunicación amplifican este fenómeno, generando una atmósfera donde la mente no descansa ni un instante. El exceso de información, lejos de esclarecer, abruma y confunde.

      Me mostró la carta que había extraído y prosiguió hablando:

      ─Observa que el problema no es la mente en sí misma, sino el lugar que le hemos dado. No hay nada de malo en pensar, analizar y cuestionar, pero cuando estos procesos mentales nos dominan, nos desconectamos del presente y de nuestra intuición. Nos convertimos en prisioneros de nuestra propia cabeza, incapaces de encontrar paz en el silencio o en la simple experiencia de estar vivos.

      Respiró muy hondo, suspiró y continuó diciendo:

      ─El desafío está en recuperar el equilibrio. La mente debe ser un instrumento a nuestro servicio, no un amo que nos controle. Creo que para ello, es esencial aprender a observar nuestros pensamientos sin identificarnos con ellos, practicar el silencio interior y reconocer que no todo lo que pensamos es verdad. Cuando logramos este desapego, descubrimos que hay una dimensión más profunda de la existencia que solo se experimenta cuando la mente se aquieta.

      El naipe que había salido era la sota de espadas.

lunes, 17 de marzo de 2025

El Tarot de Selena


      Ayer, después de ver un noticiario de la televisión, me quedé un tanto consternado, la situación mundial que relató el aparato era desalentadora: rearme europeo, guerras y tensiones bélicas en muchas partes, desordenes y desastres variados, inquietud global...

      Se me ocurrió llamar a mi amiga Selena, que es una gran experta en la lectura de las cartas del Tarot para ver si me decía algo positivo y me animaba un poco; entre la lluvia persistente y las noticias estaba de moral muy baja. Dijo que venía a casa, que en media hora llegaría y me contaría.

      Después de los saludos, le hablé de mis miedos ─muy naturales─ sobre la posibilidad trágica de una conflagración de grandes dimensiones.

      Muy rápida, pero con mucha delicadeza, desplegó un tapete de color azul marino, en la mesa y extrajo de una bolsa pequeña una baraja de cartas muy vistosa y con muchos colores. Comenzó a barajar, hizo tres cortes del mazo y volvió a amontonarlos de nuevo en uno solo.

      Selena dijo:

      ─Mira, como no tengo mucho tiempo ahora, vamos a hacer un ensayo rápido y con una única carta, ¿te parece? Otro día, si quieres, hacemos una exploración más amplia de la situación.

      Le dije que sí y añadió:

      ─Exactamente ¿cuál es la pregunta que quieres hacer?

      Lo pensé unos segundos y le dije:

      ─Sí. La pregunta es: ¿Es posible una próxima conflagración mundial?

      Entonces me pidió que eligiese una carta de cualquier lugar del mazo. Tomé una de la mitad, más o menos, y se la di, con la imagen hacia abajo. Ella le dio la vuelta y exclamó:

      ─¡El Loco!

      La miré con un poco de asombro y comenté:

      ─¿Eso qué quiere decir?, ¿qué el mundo está loco?, eso ya lo sé ─dije sonriendo.

      ─Mira. La carta de El Loco en el tarot es ambigua y puede interpretarse de varias maneras dependiendo del contexto. En relación con tu pregunta sobre una posible conflagración mundial, hay algunas lecturas posibles. La primera es la impresión de incertidumbre y caos: El Loco representa un salto al vacío, lo impredecible. Esto sugiere que la situación mundial es altamente volátil y que no hay un destino fijado. Todo puede pasar, pero no hay una dirección clara todavía. Podría también señalar que existe imprudencia o falta de control por parte de los líderes mundiales, sugiere que están actuando sin plena conciencia de las consecuencias, llevados por impulsos, ideologías o decisiones poco calculadas.

      Perplejo le pregunté:

      ─¿Todo eso dice la carta?

      ─Pues aún dice más. Creo que sugiere que el mundo está entrando en una nueva etapa, aunque no necesariamente significa una guerra total. Puede ser una advertencia de que la humanidad está en un punto de inflexión. Y, también, a veces, El Loco indica una actitud despreocupada ante el peligro, lo que puede implicar que la humanidad aún no toma en serio la posibilidad de un conflicto global.

      Quedé muy sorprendido por todas las deducciones salidas de ver una sola carta sacada al azar por mí. Despidiéndose me dijo:

      ─He de decirte que, en general, la carta no da una respuesta definitiva, pero sí sugiere que el futuro está abierto y en manos de decisiones que pueden tomarse de manera irracional o impulsiva. Puede ser una advertencia de que aún hay oportunidad de cambiar el rumbo, pero se requiere conciencia y responsabilidad. Si te viene bien otro día seguimos con más tiempo.

      Estaba atónito, no me repuse de la sorpresa hasta mucho rato después.

domingo, 9 de marzo de 2025

Soñar es más que soñar


      El día ha amanecido con un gris denso, de esos que invitan a la introspección. La lluvia golpea suavemente los cristales, y en este sosiego húmedo, la mente se deja llevar por los sueños, no como evasión, sino como senderos que llevan al alma a su verdad más honda.

      Calderón de la Barca escribió:

"¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son."

      Pero, ¿realmente los sueños son sólo sueños? No lo creo, los sueños son más que eso. No son simples visiones sin peso en la realidad, sino reflejos de lo que late en lo profundo de nuestro ser. En ellos se expanden nuestras certezas y temores, se revelan misterios que de otro modo permanecerían ocultos.

      Pero no basta con soñar, es necesario despertar a la realidad que nos interpela. Únicamente en la vigilia podemos dar forma a aquello que el sueño nos susurra. Los sueños, cuando se acogen con osadía, nos enseñan un camino, nos revelan todo aquello a lo que debemos enfrentarnos y aquello en lo que podemos convertirnos.

      A veces, los sueños nos encaran con nuestras propias verdades. Otras veces, nos abren puertas a lo numinoso, a lo sagrado. En ellos resplandece la luz de algo más grande que nosotros mismos. Soñar no es un acto pasivo; es un encuentro, un diálogo con lo divino, con el destino, con las posibilidades que laten en nuestra alma.

      Esta mañana gris me lleva a reconocer que soñar no es solo un juego de sombras. Es escuchar con atención lo que el alma susurra en la penumbra del descanso y tener el coraje de despertarnos a la luz de su verdad. Porque los sueños no son solo sueños: son invocaciones, promesas, destellos de lo que podemos ser realmente.

sábado, 8 de marzo de 2025

El tiempo es un regalo


      Takumi Kimura estaba esta mañana muy optimista, después de los saludos, siempre algo ceremoniosos como corresponde a la mentalidad japonesa. Nada más comenzar nuestra conversación me dijo:

      ─Mi querido amigo, cada día es un regalo. Saludar al tiempo por la mañana es una metáfora poderosa para recordarnos que cada instante es una oportunidad única para vivir en plenitud. Si logramos percibir el tiempo como un regalo en lugar de una carga, nuestra relación con él cambiará, y con ello, nuestra manera de experimentar la vida. Te digo que ahí está la clave para una vida más plena, esta clave no está en controlar el tiempo, sino en aprender a vivirlo conscientemente. Si logramos esta conexión, el tiempo dejará de ser un adversario y se convertirá en un aliado que nos permite experimentar la vida con mayor autenticidad y paz, ¿tú cómo lo ves?

      Intenté ganar tiempo para reflexionar un poco y le respondí:

      ─Sí, el tiempo es una de las realidades más fundamentales de la existencia humana. Y es cierto que, muchas veces, lo vemos como un enemigo implacable, una cuenta regresiva que nos acerca a la muerte. Creo que es importante cambiar esta perspectiva y entender el tiempo como un regalo, como el espacio en el que realmente podemos vivir. La realidad más verdadera es que la vida no puede existir sin el tiempo.

      No tardó ni un segundo en contestarme, observo que lleva bastantes horas despierto:

      ─Efectivamente, todo lo que experimentamos sucede en él, y aprender a vivirlo de manera consciente nos permite armonizarnos con nuestra propia existencia. Sin embargo, en nuestra sociedad acelerada, solemos matar el tiempo, llenar cada instante con actividades sin detenernos a experimentar el presente. Pienso que esto se debe en parte a que el paso del tiempo nos recuerda nuestra mortalidad, algo que intentamos evitar. Pero paradójicamente, solo cuando nos confrontamos con la idea de la muerte podemos realmente apreciar el tiempo de manera plena.

      Tuve que dejar de pasar unos instantes para poder contestarle bien, aún estoy un poco dormido:

      ─Sí, creo que tienes razón en lo que dices. También creo que es fundamental estar completamente presentes en cada momento. Si aprendemos a disfrutar el instante sin preocuparnos por el futuro inmediato, sin obsesionarnos con lo que vendrá después, podremos vivir sin sentirnos desgarrados o abrumados. En lugar de sentirnos presionados por el reloj, podemos aprender a fluir con el tiempo, realizando cada acción con total presencia y concentración. ¿Es esa a la conclusión que llegas?

      ─Exacto, sin duda. Creo que esta visión nos ayuda a escapar de la sensación de urgencia constante. Nos recuerda que, aunque tengamos múltiples responsabilidades, lo importante es centrarnos en cada tarea con atención plena. De este modo, incluso en medio de un día ajetreado, podemos sentirnos en paz, sin la sensación de estar luchando contra el tiempo.

      Le comenté que esta deseando tomarme un café bien cargado para despertar del todo...

viernes, 7 de marzo de 2025

Después de lo que vemos día tras día manifiesto que:


      En tiempos de incertidumbre, donde la humanidad se enfrenta guerras devastadoras, corrupción rampante, ansias desmedidas de poder, inmoralidad flagrante, egoísmo exacerbado, falta de compasión y persecuciones criminales contra los cristianos, se hace evidente que nos encontramos en una encrucijada extremadamente peligrosa, incluso de catástrofe nuclear. No soy, ni mucho menos, un cristiano ejemplar, mi fe no es robusta ni sigo preceptos; más bien soy un heredero orgulloso de una civilización construida sobre el cristianismo que ha sido faro del mundo. No obstante, cada día me convenzo más de que sin Dios y sin principios poderosos, la humanidad está destinada al caos y a destrucción.

      Vivimos en tiempos de lucha y de Cruz, momentos que ponen a prueba la fe y la resistencia. Pero así como la Cruz representa el sacrificio, también simboliza la esperanza y la redención. Es en este contexto donde el cristianismo, con su mensaje de amor, compasión y redención, emerge como una solución única y válida para la deriva moral y ética que enfrentamos. En un mundo donde la violencia y la injusticia parecen prevalecer, el mensaje de Jesucristo nos recuerda la importancia del perdón y la reconciliación. Las enseñanzas cristianas nos instan a amar a nuestro prójimo, a actuar con integridad y a buscar la justicia.

      En lugar de seguir el camino de la autodestrucción, pienso que debemos volver nuestra mirada hacia los valores que el cristianismo promueve. Es imperativo recordar que somos responsables no sólo de nuestras propias almas, sino también de la comunidad global. La paz, la compasión y la justicia no son meros ideales; son principios fundamentales que pueden guiar a la humanidad hacia un futuro mejor.

      En estos momentos críticos del mundo en que vivimos, me gustaría invitar a todos mis lectores y amigos a reflexionar sobre el papel del cristianismo en nuestras vidas y a considerar cómo sus enseñanzas pueden ayudarnos a superar los desafíos que enfrentamos. No se trata de imponer una fe, sino de reconocer la sabiduría y la guía que nos ofrecen las enseñanzas de Cristo para vivir de manera más humana y justa.

      Que encontremos en la esperanza, la fe y en la práctica de los valores cristianos la fuerza para enfrentar nuestros desafíos y construir un mundo más compasivo y justo para todos.

miércoles, 5 de marzo de 2025

¿Se pierden las tradiciones?


      Sabía que hoy era el Miércoles de Ceniza y se me ocurrió preguntarle a mi amigo, el pastor neozelandés Cooper George, si ellos celebraban la Cuaresma empezando por la ceniza. Me dijo que dependía de la denominación protestante. Algunas iglesias protestantes, especialmente las más tradicionales como la anglicana, la luterana y algunas metodistas, sí observan el Miércoles de Ceniza y la Cuaresma de manera similar a la Iglesia católica. En estos casos, se realizan servicios de imposición de ceniza y se anima a los fieles a la reflexión, el ayuno y la oración durante los cuarenta días antes de la Pascua. Y añadió que  muchas otras denominaciones protestantes, como las iglesias evangélicas, bautistas y pentecostales, no suelen celebrar estas prácticas litúrgicas. En su lugar, se centran más en la preparación espiritual para la Semana Santa sin seguir el calendario litúrgico tradicional. 

      Después seguimos hablando de esta tradición, coincidimos en que el paso del tiempo y la evolución de la sociedad han provocado la transformación y, en muchos casos, la desaparición de tradiciones que alguna vez fueron el pilar de la identidad cultural y espiritual de los pueblos. Tanto para él como para mí, el Miércoles de Ceniza es un ejemplo claro de esta realidad. Esta celebración, que marca el inicio de la Cuaresma en el calendario cristiano, ha sido durante siglos un símbolo de penitencia, humildad y reflexión. Sin embargo, en la actualidad, su significado se diluye en un mundo donde las costumbres religiosas y comunitarias han sido relegadas por el individualismo y el frenesí de la modernidad.

      El Miércoles de Ceniza es una fecha en la que los fieles acuden a la iglesia para recibir la imposición de la ceniza en la frente, acompañada de la frase "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás". Este gesto, de gran carga simbólica, recuerda la fragilidad de la vida humana y la necesidad de la redención espiritual. Durante siglos, la tradición incluía el ayuno y la abstinencia como actos de sacrificio y compromiso con la fe. Sin embargo, hoy en día, muchas personas ven estos rituales como una mera formalidad o, en el peor de los casos, como prácticas obsoletas.

      Desde luego, debemos tener en cuenta, que este fenómeno no es exclusivo de la religión. Otras tradiciones que han acompañado a distintas sociedades a lo largo de la historia han ido perdiendo relevancia debido a la globalización, el avance de la tecnología y el cambio en los valores de la sociedad. Festividades que antes unían a las comunidades ahora son vistas como simples fechas en el calendario, sin el sentido profundo que las originó. En el caso del Miércoles de Ceniza, la práctica del ayuno y la abstinencia se ha reducido en muchos países a un acto simbólico, también la costumbre del "entierro de la sardina", una representación satírica del fin del Carnaval y el inicio de la Cuaresma, es cada vez menos corriente.

      Creemos que el problema no radica en el cambio en sí mismo, sino en la falta de reflexión sobre lo que implica perder estas tradiciones. Cuando una costumbre desaparece, no solo se pierde un acto simbólico, sino también una parte de la identidad y de la memoria colectiva de un pueblo. Las tradiciones no son estáticas y pueden evolucionar con el tiempo, pero es fundamental conservar su esencia y transmitir su significado a las nuevas generaciones. Solo así se podrá evitar que la riqueza cultural y espiritual de la humanidad se diluya en la indiferencia.

      En un mundo donde la inmediatez y el consumismo dominan, es importante hacer una pausa y preguntarnos: ¿qué valoramos realmente? Tal vez, en ese ejercicio de introspección, podamos redescubrir el verdadero sentido de nuestras tradiciones y encontrar maneras de mantenerlas vivas en nuestra sociedad moderna.

El Zodiaco, Carlos y Laura

    Hay veces en las que ejecutamos acciones de modo automático y que no responden a un pensamiento anterior. Por ejemplo, esta mañana metí en mi bolsillo una pequeña grabadora que suelo utilizar como agenda o para almacenar algunas cosas en mi memoria a base de la repetición de audios; no la utilizo muy a menudo, pero esta mañana me fui con ella (con la grabadora, quiero decir) a desayunar a una cafetería cercana. El mostrador tiene forma de “L” y me encanta ponerme en el vértice, allí también se toman el desayuno una pareja joven y simpática que trabajan en una oficina de por allí cerca. Los conozco de frecuentar esa cafetería, les gusta también sentarse en el mismo sitio de la “L”. Suelo pasármelo muy bien escuchando sus disparatados diálogos, el de hoy lo grabé de modo improcedente, sin pedirles permiso. Les mando desde aquí mis disculpas y espero que no se molesten.

    Laura, que así se llama ella, es una ferviente creyente del zodiaco y los horóscopos, y Carlos, un escéptico total.

    Así fue la conversación:

    Laura: No te puedes creer lo que me pasó esta mañana. Fui a comprar el pan y, justo, cuando me puse en la cola, una mujer se me coló por la cara. Inmediatamente supe que era del signo Aries.

    Carlos: ¿Y cómo lo supiste? ¿La mujer iba con un cartel que decía "Hola, soy una Aries y me cuelo en todas las filas"?

    Laura: No, Carlos. Lo supe porque los Aries son impulsivos, temperamentales, competitivos, y no pueden evitar adelantarse. Es básico.

    Carlos: Claro, claro. ¿Y no puede ser que simplemente se tratase de una tipa maleducada?

    Laura: Mira, no puedes negar que los signos influyen en nuestra personalidad. No es casualidad que los Leo sean líderes natos y orgullosos, o que los Virgo sean maniáticos del orden y reservados.

    Carlos: Laura, ¿no crees que es un poco absurdo pensar que la posición de los planetas al nacer determina si alguien es un desastre respecto al orden de su habitación o su despacho?

    Laura: No es absurdo, es ciencia. La energía de los astros nos afecta.

    Carlos: ¡Qué ciencia ni que gaitas! Entonces explícame por qué millones de personas nacidas el mismo día no tienen exactamente la misma personalidad y el mismo comportamiento.

    Laura: Porque también influye el ascendente, la Luna, los tránsitos... Es un sistema muy complejo. Ahí las cosas no son blanco o negro, Carlos.

    Carlos: Lo que es complejo es entender cómo alguien con tus estudios y tu cultura crea en todo eso.

    Laura: ¡Ay, claro! Ahora vas a hacerte el intelectual. Seguro que eres Escorpio. Los Escorpio son gente que siempre quiere tener la razón.

    Carlos: Pues no, no soy Escorpio, te equivocas.

    Laura: Entonces debes ser Capricornio. Los Capricornio son inteligentes y pragmáticos, pero tercos como mulas.

    Carlos: Tampoco soy Capricornio. No das ni una.

    Laura: ¿Lo ves? Esa es la típica respuesta evasiva que indica claramente que eres un Acuario.

    Carlos: De nuevo has errado, soy Sagitario.

    Laura: ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Los Sagitario son impulsivos y siempre quieren desafiar las creencias establecidas!

    Carlos: ¿Y qué pasa si te hubiera dicho que soy Piscis?

    Laura: Pues que los Piscis son impredecibles, cambiantes, así que cuadra igual.

    Carlos: Mira, me rindo; no puedo con tu fanatismo.

    Laura: ¿Ves? Esa actitud te describe totalmente, al 100%, eres un sagitariano irredento.

    Carlos simuló darse topetazos en la frente contra el borde del mostrador.

    Ella se terminó de beber el café tranquilamente.

    Me marché del bar y dejé una buena propina.

martes, 4 de marzo de 2025

¿Muletilla o actitud auténtica?


      Hoy nuestra sesión de charla ha sido muy completa, hemos hablado por “Zoom”. Briseida desde Alemania, Kimura desde su Japón y el pastor Cooper George Wright en la lejana Nueva Zelanda. Claro, y un servidor desde aquí. No sé cómo surgió el tema del “respeto” ─o más bien el de la sacralización del respeto─. Todos estuvimos de acuerdo en aceptar que en la sociedad actual, la palabra "respeto" se ha convertido en un término recurrente en discursos, debates y medios de comunicación. Es común escuchar a distintas personas hacer un llamado al respeto, ya sea en programas de televisión, redes sociales o en el ámbito cotidiano. Sin embargo, ¿realmente comprendemos el significado profundo de esta palabra? ¿O simplemente la utilizamos como una muletilla que encubre una actitud de indiferencia ante las diferencias?

      También llegamos a la conclusión de que el abundante el empleo del término "respeto" es para justificar una postura de neutralidad absoluta, casi como un acuerdo tácito de no interferencia: "Tú con tus creencias y yo con las mías, y que haya paz". Este uso del respeto, aunque en apariencia positivo, puede reducirse a una simple estrategia para evitar conflictos, sin implicar un verdadero esfuerzo por comprender al otro. El pastor Cooper G. dijo que la idea de respeto se desvirtúa cuando se usa como una excusa para evitar el diálogo o para no cuestionar posturas que podrían enriquecerse a través del intercambio de ideas.

      A mí se me ocurrió decir que, en contraste con este uso superficial del respeto, existe un concepto que ha caído en desuso pero que guarda una relación estrecha con su significado original: "tener miramiento". Y que se trata de una expresión va más allá de la simple tolerancia; implica una consideración real hacia los demás, una actitud que nace de la empatía y del reconocimiento de la dignidad del otro. Mientras que el respeto, entendido de manera pasiva, puede significar simplemente no interferir ni cuestionar, el miramiento implica una acción consciente de atención y cuidado hacia los demás.

      A Briseida también le gustó lo de “tener miramiento” y añadió:

      ─Es verdad eso. “Tener miramiento” con los demás significa reconocer sus circunstancias, ser capaces de ponernos en su lugar y actuar en consecuencia. No se trata solo de aceptar la diversidad, sino de esforzarnos por entenderla y valorarla de manera genuina. Esto supone un cambio en nuestra manera de relacionarnos, pasando de una indiferencia disfrazada de respeto a una actitud activa de consideración y sensibilidad.

      Kimura nos ha hablado largo y tendido sobre el “respeto”. Nos contó que el concepto de "respeto" en la cultura japonesa es complejo y multifacético, arraigado en una rica tradición de valores confucianos y budistas. Él cree, que a diferencia de las culturas occidentales, donde el respeto a menudo se asocia con la igualdad y los derechos individuales, en Japón, el respeto se entiende principalmente como una forma de armonía social y jerarquía. Y se manifiesta a través de una serie de comportamientos y rituales que reflejan la importancia de la jerarquía, la cortesía y la empatía en la sociedad japonesa.

      La conversación ha sido extensa y fructífera, mi conclusión va por la línea de que en un mundo donde la comunicación está cada vez más mediatizada por las redes sociales y la tecnología, es fácil caer en una versión simplificada ─e incluso me atrevo a decir vulgar─ del “respeto”. No obstante, si realmente queremos construir una sociedad más armónica, quizás sea momento de rescatar valores como el “miramiento”, que nos invitan no solo a convivir en paz, sino a hacerlo con una verdadera intención de entendimiento y aprecio por los demás.

domingo, 2 de marzo de 2025

La importancia de una comunicación armónica

      Hoy me llamó Kimura, muy temprano para mí y me despertó, casi no entendí la pregunta que me lanzó a bocajarro.

      ─¿Crees que no comunicarse es estar muerto?

      Dejé pasar unos instantes y le contesté:

      ─Bueno... La comunicación es una herramienta esencial en nuestras vidas, ya que nos permite establecer relaciones y expresar nuestras ideas, emociones y necesidades. Ahora, sin embargo, no siempre nos comunicamos de manera efectiva o armoniosa. Pienso que a lo largo del tiempo, hemos aprendido formas de comunicación que pueden generar conflictos, deteriorar relaciones y alejarnos de nuestra naturaleza compasiva.

      Kimura no tardó en preguntar de nuevo.

      ─Entonces ¿tú crees que la comunicación se ha ido pervirtiendo y deteriorando a lo largo del tiempo?

      ─Algo sí, y creo que uno de los principales obstáculos para una comunicación armoniosa es el uso de juicios moralistas. A menudo, emitimos juicios sobre las acciones o creencias de los demás, asumiendo que lo que es diferente a nuestros valores es erróneo o inmoral. Este tipo de comunicación genera tensión y rechazo, dificultando el entendimiento mutuo y bloqueando la posibilidad de una conexión genuina basada en la comprensión y la empatía.

      Veía por la pantalla que Kimura asentía y añadí:

      ─Y hay otro factor que afecta negativamente la comunicación, y es la tendencia a compararnos con los demás. Las comparaciones pueden generar sentimientos de inferioridad o superioridad, lo que interfiere con la capacidad de conectar desde la empatía. No solo afectan la manera en que percibimos a los demás, sino también nuestra propia autoestima, impidiendo el desarrollo de una relación sana con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

      ─Es cierto ─intervino Kimura─. Desarrollar una comunicación consciente y compasiva implica asumir la responsabilidad de nuestras palabras y emociones, promoviendo un diálogo basado en la comprensión mutua y la cooperación.

      ─Sí ─afirmé─. La comunicación nociva puede hacernos perder de vista un principio fundamental: la responsabilidad personal sobre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Muchas veces, culpamos a otros por nuestras emociones o reacciones, sin reconocer que la manera en que interpretamos los acontecimientos influye en nuestra respuesta.

      No sé que bebía Kimura en ese momento, creo que sería algún té, y aproveché para seguir hablando:

      ─También, la forma en que expresamos nuestros deseos puede determinar la calidad de nuestra comunicación. Cuando convertimos nuestros deseos en exigencias, generamos resistencia y distanciamos a los demás. En cambio, si expresamos nuestras necesidades de manera clara y respetuosa, favorecemos una comunicación efectiva y armoniosa, basada en la comprensión y el respeto mutuo. Yo creo que cultivar una comunicación armónica y compasiva es esencial para mejorar nuestras relaciones y fomentar una convivencia basada en la empatía y el respeto, ¿no?

      Kimura respondió rápido:

      ─Cierto, cierto, al ser conscientes de nuestras palabras y la manera en que nos expresamos, podemos construir un entorno donde la comunicación fluya de manera positiva, fortaleciendo los lazos con los demás y con nosotros mismos.

      Entonces, riéndome, le dije para concluir:

      ─Sin duda ninguna, comunicarnos es estar vivos. 

      Y me quedé pensando en el "dialogo" de Zelensky y Trump.

martes, 18 de febrero de 2025

Los circuitos oxidados de la soledad

      Hace años, cuando la humanidad todavía nos importaba a unos pocos, alguien debió pensar que sería buena idea fabricar un RQM-48. Quizás fue un robot doméstico revolucionario en su época, pero cuando llegó a mis manos ya era un vestigio obsoleto, un cúmulo de piezas metálicas y eléctricas con más fallos que aciertos.

      Vivo solo desde hace demasiado tiempo. La ciudad está vacía o, al menos, yo nunca veo a nadie. El polvo se acumula en las calles y el viento mueve bolsas de plástico como espectros errantes. Mi única compañía es RQM-48, si es que se puede llamar compañía a este amasijo ambulante de hierros y cables.

      Ayer le dije:

      —Tráeme un vaso de agua.

      Y, con su vieja y cascada voz electrónica, responde:

      —Entendido. Vaso. Agua.

      Se mueve con parsimonia, arrastrando un pie metálico que chirría con cada paso. Diez minutos después regresa con un helado derretido.

      —Esto no es agua, RQM-48.

      —Confirmación: frío. Comestible. Agua en estado sólido.

      Intento explicarle su error, pero no escucha o no le interesa; le da igual, le importa un bledo. Su sistema de comprensión lógico está tan desgastado como su equipo de servomotores.

      A veces intento mantener una conversación con él, con la inútil pretensión de no escuchar solo el silencio.

      —RQM-48, ¿tú qué piensas de la vida?

      Su procesador tarda en responder. Luego, con voz entrecortada, suelta:

      —La vida es… un… error de sintaxis.

      No sé si lo dice porque en su programación, ya bastante antigua, no existe la filosofía o porque, en el fondo, tiene razón.

      Después le pido que vaya a la cocina y se dirige al baño. Le ordeno limpia el polvo y solo mueve su brazo en un gesto torpe sin tocar nada. A veces, cuando lo veo quedarse inmóvil y sin brillo en esos cristales que forman sus ojos ficticios, siento que su batería se agota como la mía, en un letargo sin final.

      No puedo odiarlo. Es lo único que me queda. Un trozo de pasado que sigue funcionando a duras penas. Y aunque sea inútil, aunque sus respuestas sean incoherentes, sigue estando aquí. Y, en este mundo vacío, quizás eso es más de lo que se puede pedir y más de lo que se puede decir de la mayoría.


lunes, 17 de febrero de 2025

¡Ni hablar! ¡El mundo no es perfecto!


      Sabemos que el mundo no es perfecto. Es un hecho. Pero, aunque lo sepamos, a veces nos cuesta aceptarlo de verdad. Nos aferramos a la idea de que todo debería ser justo, ordenado y sin fallos, y cuando la realidad nos da un fuerte golpe en la frente, nos frustramos y ponemos cara de memos.

      Desde hace siglos, hay sabios que nos recuerdan lo mismo: los errores, las pérdidas, los problemas y los desafíos son parte de la vida. No hay escapatoria. Y, curiosamente, muchos de ellos también dicen que cuando dejamos de resistirnos a esta verdad, encontramos una tranquilidad que no sabíamos que existía.

      Piénsalo un momento. Alguien comete un error que te afecta. Puede que te sientas molesto, decepcionado, incluso traicionado. Es normal. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de quedarnos atrapados en la rabia, lo viéramos como una oportunidad para ejercitar la paciencia y la empatía? No significa justificar cualquier cosa, pero sí darnos la oportunidad de reaccionar con menos peso emocional. Con esta actitud, en lugar de alimentar el malestar, fortalecemos nuestras relaciones y, de paso, nos hacemos la vida un poco más fácil.

      Aceptar la imperfección también implica soltar la necesidad de controlarlo todo. Y esto sí que es difícil. Nos gustaría que las cosas salieran justo como queremos, pero la realidad es que no tenemos tanto poder. No podemos evitar todos los problemas, ni garantizar que cada situación se desarrolle de la mejor manera posible. Lo que sí podemos hacer es elegir cómo respondemos ante ellos. Ahí es donde está nuestra verdadera capacidad de acción.

      Ojo, que aceptar no es lo mismo que conformarse. Podemos trabajar para mejorar el mundo y mejorar nosotros mismos, pero sin la expectativa irreal de que todo será impecable. En lugar de desgastarnos luchando contra lo inevitable, podemos aprender a encontrar paz en el desorden, tanto en los demás como en nosotros mismos.

      Cuando dejamos de exigirle a la vida una perfección inalcanzable, nos liberamos de una enorme carga de frustración. Empezamos a disfrutar más el presente, a vivir con mayor ligereza y a afrontar los desafíos con una mentalidad más serena. Y quizás, solo quizás, eso nos haga un poco más felices.

domingo, 16 de febrero de 2025

Fluir con la Vida: El Arte de Vivir con Esperanza

      Suelo hablar de vez en cuando con mi amigo de Nueva Zelanda, el pastor protestante Cooper George Wright, lo hacemos cuando la diferencia de horas lo permite, ahora aquí son las once y media de la mañana y allí, al otro lado del mundo, es la hora de acostarse, está a punto de terminar este domingo.

      En uno de mis anteriores artículos comenté que, a veces, pide ideas a algunos amigos para el asunto sobre el qué tratar en su sermón dominical. El primer día me sorprendí por este tipo de curiosa colaboración, ahora ya lo hago una vez al mes y me encanta mandarle mis sugerencias para su prédica. Él siempre, lógicamente, las adapta y enfoca a sus pretensiones pastorales. La última que le envíe hace varias semanas fue la siguiente a modo de reflexión:

    La vida es un río en constante movimiento. A veces sus aguas son serenas y nos sentimos en armonía con el mundo; otras, se convierten en un torrente de incertidumbre y desafío. Sin embargo, sabemos bien, que lo que realmente marca la diferencia no es la fuerza de la corriente, sino nuestra actitud ante ella.

    Aceptar la vida tal como es, sin resistencia, nos permite soltar el peso de la frustración y abrazar la serenidad. No se trata de rendirse ni de resignarse, sino de reconocer que hay aspectos que escapan a nuestro control. Cuando dejamos de preguntarnos "¿por qué a mí?" y comenzamos a preguntarnos "¿qué puedo hacer ahora?", nuestra perspectiva cambia. En lugar de quedar atrapados en la queja, nos enfocamos en soluciones. Y en ese momento, descubrimos que siempre hay un camino posible, incluso en medio de la tormenta.

    Comprender la naturaleza transitoria de la vida nos brinda un regalo invaluable: la paz. Ni la alegría ni el dolor son eternos. Cuando nos aferramos a la felicidad con miedo a perderla, nos privamos de disfrutarla plenamente. Del mismo modo, cuando atravesamos tiempos difíciles, recordar que también pasarán nos da fuerza para seguir adelante.

    La incertidumbre, lejos de ser una amenaza, puede convertirse en nuestra mejor aliada. Es en lo inesperado donde nacen nuevas oportunidades, donde aprendemos, crecemos y nos transformamos. Cada cambio trae consigo una semilla de posibilidad, y cada desafío es una invitación a fortalecer nuestra resiliencia.

    Vivir con esta mentalidad nos libera. Nos permite confiar en que, aunque no podamos controlar todo lo que sucede, siempre podemos decidir cómo afrontarlo. Nos da la certeza de que, sin importar cuán turbulentas sean las aguas, tenemos dentro de nosotros la capacidad de navegar con sabiduría y esperanza.

    Así que, cuando la vida nos ponga a prueba, recordemos: el río sigue fluyendo, y nosotros con él.

      Me ha expresado su agradecimiento, y me ha dicho que el sermón ha tenido mucho éxito y que ha recibido muchos parabienes de sus feligreses.

      Esta es otra de las curiosas labores que he cargado en mis ya cansadas espaldas, pero, en fin... ¡Adelante sin miedo!

jueves, 13 de febrero de 2025

Todos tenemos un verano invencible


      Desconozco las circunstancias en las que Albert Camus escribió la siguiente frase: «En mitad del invierno descubrí que en mi interior reinaba un verano invencible». Pero creo que contiene una gran verdad. Es indudable que no conocemos nuestra verdadera fortaleza hasta que nos vemos cara a cara con la adversidad. Es en los momentos de grandes dificultades, cuando el fracaso, el sufrimiento o el desengaño parecen imponerse, es entonces que descubrimos que se desata capacidad de resistir y seguir adelante.

      Sabemos bien que las dificultades forman parte inevitable de la vida. Pérdidas, derrotas, decepciones y trampas pueden llenar nuestra mente de estrés y nuestro corazón de angustia. Sin embargo, es precisamente en estas circunstancias cuando nuestro carácter se moldea mejor. La adversidad nos obliga a mirar hacia dentro de nosotros mismos y a tratar de encontrar todos los posibles recursos internos, que quizás desconocíamos, y a desarrollar unas capacidades que nos permitirán avanzar con mayor sabiduría y fortaleza.

      Por ejemplo, un desengaño, en particular, puede ser un golpe duro. Cuando las expectativas se rompen, cuando una relación, un sueño o un proyecto se desmorona, es fácil caer en la desesperanza. Pero es en ese instante cuando debemos recordar que la vida no se detiene en un solo fracaso. Aunque duela, cada tropiezo es una oportunidad de aprendizaje, cada decepción una lección que nos prepara para afrontar mejor el futuro.

      Desde luego superar la adversidad no significa ignorar el dolor, sino aceptarlo, procesarlo y convertirlo en un motor de crecimiento. Es muy posible que el intríngulis esté en la actitud con la que nos enfrentamos los desafíos. La perseverancia, la confianza en uno mismo y el apoyo de quienes nos rodean son fundamentales para transformar las dificultades en oportunidades, ¿no?

      Pero, estoy seguro que en última instancia, todos llevamos dentro de un verano invencible, una fuerza capaz de sobreponerse al más crudo de los inviernos.

      Pienso que los momentos difíciles no nos definen en modo alguno, es la manera en que los enfrentamos a esos instantes lo que verdaderamente nos retrata. Cuando comprendemos esto, es cuando descubrimos que, incluso en la peor de las tormentas, seguimos teniendo el poder de encontrar alguna antorcha y seguir adelante.