Sabemos que el mundo no es perfecto. Es un hecho. Pero, aunque lo sepamos, a veces nos cuesta aceptarlo de verdad. Nos aferramos a la idea de que todo debería ser justo, ordenado y sin fallos, y cuando la realidad nos da un fuerte golpe en la frente, nos frustramos y ponemos cara de memos.
Desde hace siglos, hay sabios que nos recuerdan lo mismo: los errores, las pérdidas, los problemas y los desafíos son parte de la vida. No hay escapatoria. Y, curiosamente, muchos de ellos también dicen que cuando dejamos de resistirnos a esta verdad, encontramos una tranquilidad que no sabíamos que existía.
Piénsalo un momento. Alguien comete un error que te afecta. Puede que te sientas molesto, decepcionado, incluso traicionado. Es normal. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de quedarnos atrapados en la rabia, lo viéramos como una oportunidad para ejercitar la paciencia y la empatía? No significa justificar cualquier cosa, pero sí darnos la oportunidad de reaccionar con menos peso emocional. Con esta actitud, en lugar de alimentar el malestar, fortalecemos nuestras relaciones y, de paso, nos hacemos la vida un poco más fácil.
Aceptar la imperfección también implica soltar la necesidad de controlarlo todo. Y esto sí que es difícil. Nos gustaría que las cosas salieran justo como queremos, pero la realidad es que no tenemos tanto poder. No podemos evitar todos los problemas, ni garantizar que cada situación se desarrolle de la mejor manera posible. Lo que sí podemos hacer es elegir cómo respondemos ante ellos. Ahí es donde está nuestra verdadera capacidad de acción.
Ojo, que aceptar no es lo mismo que conformarse. Podemos trabajar para mejorar el mundo y mejorar nosotros mismos, pero sin la expectativa irreal de que todo será impecable. En lugar de desgastarnos luchando contra lo inevitable, podemos aprender a encontrar paz en el desorden, tanto en los demás como en nosotros mismos.
Cuando dejamos de exigirle a la vida una perfección inalcanzable, nos liberamos de una enorme carga de frustración. Empezamos a disfrutar más el presente, a vivir con mayor ligereza y a afrontar los desafíos con una mentalidad más serena. Y quizás, solo quizás, eso nos haga un poco más felices.

Me viene estupendamente este consejo, me calma. "No significa justificar cualquier cosa, pero sí darnos la oportunidad de reaccionar con menos peso emocional". Esta frase me viene al pelo. Muchas gracias y un abrazo.
ResponderEliminarClaro que el mundo no es perfecto, pero hacer eso que tú dices, es casi imposible, conseguir que no te afecten las cosas que no te gustan, o que piensas que no deberían ser así, incluso, sacarles el lado bueno, es cosa de personas muy convertidas, o con un gran dominio de sí mismo.
ResponderEliminar