¿No tenéis algún amigo,
o conocido, al que llamáis “Don Depende”? Yo tengo varios; son de los que es
suficiente que alguien, de los presentes en una reunión, exprese algún tipo de
aserto para que “Don Depende” salte de inmediato y diga algo que comienza con
la palabra: “Depende...”.
En principio no tengo
nada en contra, todos sabemos la gran cantidad de ligaduras y correlaciones que
tiene cualquier cosa de la que hablemos. Por ejemplo, si hablamos de algo tan
cotidiano como el tráfico, del mismo podemos decir mil “dependes”: si es de día
o de noche, de la hora del día, de que llueva o haga sol, de si es día
laborable o festivo... Así de mil cosas. Pero lo que me incordia es la falta de
mesura, la desproporción. Casi todo ─o todo─ depende de algo, eso es cierto,
pero no en la misma proporción, ni tiene el mismo factor de incidencia, no es
lo mismo una dependencia de algo de un 1% que de un 90%. La primera puede ser
una insignificancia y la segunda puede ser de una influencia considerable. Lo
que fastidia es que el “Don Depende” de turno no sepa hacer esa distinción.
De esos los hay a manojitos y la verdad es que fastidian mucho, porque todo depende siempre del color del cristal con el que él lo mira.
ResponderEliminarCreio de ficar encima do muro é mais cômodo que dizer o que pensa de verdade,eu observo que se é um assunto supérfluo ninguém se abstém de dar sua opinião,já quando é algo que vai te deixar numa saia justa normalmente dizem *depende* .
ResponderEliminarYo reconozco que soy flexible en exceso, a veces me vence la pena. Mala cosa. Ahora cambio la pena por resolución.
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