martes, 9 de julio de 2019

Lo sencillo y desprovisto


    
     Estoy estancado en la utilización de cien o doscientas palabras, ¿para qué más? No creo que para decir algo interesante o expresar un pensamiento que pueda atrapar a algunas personas hagan falta demasiadas palabras. Es un poco tratar de entrar en la búsqueda de soluciones sencillas, simples, para todo aquello que hagamos. Seguro que todos hemos pensado alguna vez en que en la sencillez podemos hallar mucha perfección.
     ¡Intentemos lo sencillo!
     Siempre me ha fascinado aquella historia (probablemente apócrifa) que se cuenta del gran maestro Miguel Ángel Buonarroti en la que exaltaba la sencillez, una magnífica lección. Un aprendiz de escultor le preguntó una vez:
     ─Maestro, ¿cómo sabe usted que una escultura está ya acabada?
     Miguel Ángel se paró un poco y un instante después le contestó:
     ─Cuando creáis que esté terminada, subidla a lo alto de un monte y desde allí arrojadla por la ladera. Y todo lo que salte de ella... ¡sobra!


(Han sido 154 palabras, no está mal)

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