Estoy estancado en la utilización de cien o
doscientas palabras, ¿para qué más? No creo que para decir algo interesante o
expresar un pensamiento que pueda atrapar a algunas personas hagan falta demasiadas
palabras. Es un poco tratar de entrar en la búsqueda de soluciones sencillas,
simples, para todo aquello que hagamos. Seguro que todos hemos pensado alguna vez en que en la sencillez
podemos hallar mucha perfección.
¡Intentemos lo sencillo!
Siempre me ha fascinado aquella historia
(probablemente apócrifa) que se cuenta del gran maestro Miguel Ángel Buonarroti en la que
exaltaba la sencillez, una magnífica lección. Un aprendiz de escultor le
preguntó una vez:
─Maestro, ¿cómo sabe usted que una
escultura está ya acabada?
Miguel Ángel se paró un poco y un instante
después le contestó:
─Cuando creáis que esté terminada, subidla
a lo alto de un monte y desde allí arrojadla por la ladera. Y todo lo que salte de ella... ¡sobra!
(Han
sido 154 palabras, no está mal)
Que frase más bonita la de la sencillez
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