Algunos
dicen que Europa se muere, señalan que su declive es rápido y que sus causas
son profundas, se citan muchos posibles orígenes de esta agonía, pero uno de
los que me parece más importante ─y del que no se habla mucho─ es el del desperdicio de talento.
El
desperdicio de talento puede contemplarse desde dos puntos de vista, el primero
el colectivo; pero el colectivo está teñido de política por todas sus partes y
no es analizable en las poco más de doscientas palabras que son las que pienso
utilizar. Aquí me interesa el desperdicio de talento individual, el de nuestro
talento como sujetos unipersonales.
¿Sabes en
qué eres muy bueno? ¿Te lo has preguntado alguna vez?, ¿en serio?
Si eres
bueno en algo, tienes que hacer todo lo que puedas para enfocar adecuadamente tu
pasión y desarrollar todo tu potencial. Cualquier otro camino que tomes es
erróneo.
Hay
algunas señales que indican con bastante claridad si existe ese despilfarro de
capacidades y luces. Por ejemplo, no usar el tiempo libre para desarrollar el
talento y hacer las cosas que nos gustan. Otra señal inequívoca es la de tener ─o
haber tenido─ oportunidades de aportar algunas ideas y no lo hemos hecho por
miedo a que no funcione o miedo a lo que piensen los demás. O también dejarnos
influir por un medio ambiente en el que el talento no sea recibido con el
suficiente entusiasmo.
Al
final somos nosotros los que debemos
reconocer el valor de esos talentos y ponerlos en práctica para mejorar en
nuestra vida y también mejorar la vida de otros con el aporte que de ellos hagamos.
(Me he
pasado en 69 palabras).
Nuestro pecado ha sido permitir que lo peor de la sociedad acceda al poder y nos gobierne y así, todo desarrollo de talento será imposible, no conviene a los que mandan.
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