Un aparato de TAC es como un enorme “donut” metálico pintado de blanco brillante en donde te meten en una camilla. Te inyectan en un brazo un líquido, que dicen de contraste, te ponen los brazos hacia atrás, ordenan que estés muy quieto y aquel monstruo comienza a funcionar. El “donut”, al revés de lo debido y deseado, es el que te come a ti en este caso. Unos movimientos de vaivén, oyes algo que rota muy rápido pero que no se sabe bien qué es, una voz de ordenador te comunica que aguantes la respiración y después que respires libremente, así unas cuantas veces. Todo tarda cinco minutos, no más.
Uno sale de allí, te vistes de nuevo y no sé qué cara pone. La amable enfermera indicó satisfecha que el aparato-monstruo era nuevo. Salí de allí pensando en eso.
¿Nuevo? ¡Uf! No me consuela mucho eso de que sea nuevo, más perfección tecnológica me inquieta, un artefacto de estos, más sofisticado, puede encontrar alguna patología de la cual no tenía ni idea y puede aumentar mis inquietudes y temores. No es ─para mí─ ningún bálsamo calmante saber que es de última generación.
Tengo hambre, había tenido que ayunar, ¿tener hambre es buena señal? Mi madre decía que sí, el hambre era un indicador seguro de salud. Pregunté cuándo llegarían los resultados y me respondieron que una semana.
¿Una semana? ¿Siete días? Me esperaban ─como siempre─ varios días de desasosiego. Esto no se aprende ─o por lo menos yo no lo aprendo─ y así que pasaré un puñado de horas de desazón.
Sigo pensando que eso de que el aparato TAC sea de última tecnología no me tranquiliza, escudriñará más y hallará más desperfectos en las interioridades de mi organismo.
Dar un repaso a lo que bulle en nuestro cerebro en la espera del los resultados de las exploraciones es tarea imposible, son muchas cosas, es un caos.
La exploración, esos cinco minutos ─en los que seguro que tenemos cara de bodoque─ cubre las vísceras pélvicas, el abdomen y el tórax. ¡Maldita sea! ¿Qué habrá ahí dentro?, ¿cómo estará todo por ahí?
Recordé una frase de Mahatma Gandhi que decía algo parecido a esto: «La enfermedad es el resultado no sólo de nuestras acciones sino también de nuestros pensamientos».
Concluí diciéndome que sobre los actos y acciones ya no podía hacer mucho, pero que sobre mis pensamientos aún podía actuar.
Tomé otro café calentito, rememoré aquellos tiempos de atleta y de jugador de baloncesto... ¿Ayer?
¿Vas a escribir algo para contarnos los resultados?
ResponderEliminarSeguro que serán buenos, cuando te vi el otro día estabas muy bien de aspecto y de humor, muy vitalista y saludable. Escríbenos algo, anda.
Un abrazo.
¡Más vale pensar en otras cosas! Sí, hiciste bien en pensar en el baloncesto ¿En 5 minutos dices? ...¡A mí me tienen 45!
ResponderEliminarDescribes tal cual lo que pasamos cuando vamos a lo mismo. ¡¡La espera!!
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