viernes, 25 de octubre de 2024

La felicidad diaria

 

      Todos tenemos cuestiones obsesivas que siempre, o periódicamente, nos asaltan. Bueno, antes pediré perdón a aquellos que posean tanto equilibrio mental y emocional que no padezcan ninguna compulsión obsesiva. He de confesar que tengo varias de estas citadas perturbaciones anímicas. Hago esta precisión porque creo que lo que sigue ya lo he tratado alguna vez.

      Pienso haber dicho ya que en las escuelas, iglesias y muchas otras instituciones, a lo largo de los años nos enseñan una infinidad de conocimientos y se nos da bastante información ─más o menos sesgada─ de muchas cosas. Sin embargo, rara vez nos dicen qué podemos hacer para ser felices cada día de nuestras vidas.

      Se nos insiste y se nos inculca la obediencia, el amor al prójimo, la solidaridad y el respeto hacia los demás, pero pocas veces se nos invita a practicar el respeto hacia nosotros mismos, ¿no? Al contrario, parece que toda nuestra educación está dirigida hacia la abnegación y el sacrificio personal.

      ¿Por qué ocurre esto? Pues lo tengo bastante claro, esto sucede porque una sociedad compuesta por personas críticas, enérgicas y que saben lo que quieren resulta difícil de manipular. Las personas que son claras en sus deseos y necesidades suelen ser más autónomas, libres, y eso no es conveniente para quienes desean mantener el control.

      De esta manera, nos educamos para vivir con temor e inseguridad, dependiendo siempre de la buena voluntad de los demás. Las promesas y amenazas se mezclan en un anzuelo que muchos mordemos sin darnos cuenta: «Si haces lo que esperamos de ti, nosotros nos ocuparemos de tu felicidad. Si no, serás marginado». Miremos alrededor, veamos la tele, leamos los periódicos, creo que está suficientemente claro.

      Esos individuos, los políticos, nos aseguran prosperidad y seguridad, e incluso nos prometen lo imposible, con tal de que les votemos y les ayudemos a mantenerse en el poder. El imperio de la economía nos seduce con la utopía de un progreso ilimitado, incitándonos a entrar en la rueda interminable de ganar más para poder consumir más, a pesar de que la realidad demuestra que este progreso ─a menudo─ nos perjudica más de lo que nos beneficia, ¿no es así?

      Las diversas iglesias, por su parte, prometen la salvación del alma y unos paraísos, si no en esta vida, al menos en otra, con la condición de que sigamos sus enseñanzas, contribuyamos monetariamente y cumplamos con los deberes por ellas impuestos.

      ¿Y qué decir de las clínicas y de la industria farmacéutica? Ellos se preocupan por nuestra salud, siempre y cuando podamos pagar, y continuamente nos presentan nuevas enfermedades, pintándolas con los tintes más alarmistas.

      Ya lo sé, ya lo sé... Es posible que todo esto suene un poco exagerado, pero, sinceramente, ¿no es esta la realidad en la que vivimos hoy?

7 comentarios:

  1. "El mundo no esta amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad".
    Yo también tengo obsesiones parecidas, no te tiraré ninguna piedra.
    Un abrazo, gracias por tus escritos que condensan mucho material para pensar.

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  2. La frase de Ionesco ya da para pensar durante un buen rato,

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  3. Perdón, estoy en desacuerdo contigo, esa no es la realidad del mundo de hoy, esa es sólo una parte. La realidad del mundo de hoy es bastante peor.

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  4. Estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Nos asustan continuamente para controlarnos y dominarnos. Una parte importante de la estrategia es hacerte sentir culpable.

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  5. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Ignacio. Un mundo lleno de personas libres y no manipulables no permitiría la acción de los que se han erigido en depositarios de la verdad...

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  6. Como siempre, nos dejas "tareas" para pensar... ¡Sigues con tu vocación docente...!

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  7. Querido amigo. Habríamos de tener una de aquellas charlas, con el café en la mano, en las que solucionamos los problemas del mundo, para discutir alguna de las cosas que afirmas. No obstante h sería larga. Un abrazo

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