jueves, 24 de octubre de 2024

La verdad a fuerza de insistir

      Me encanta hablar con mi amigo de Nueva Zelanda, el pastor protestante Cooper George Wright, parece que en esa otra parte del mundo se contemplan las cosas desde otras perspectivas y ven el mundo situados en otras coordenadas. No recuerdo ahora cómo fue el comienzo de la conversación, pero en un momento dado él comentó:

      —Muchas personas con habilidades extraordinarias no consiguen alcanzar sus metas más deseadas porque no se recuerdan a sí mismas lo valiosas que son. Les falta confianza, se rinden rápido y dicen cosas como: “La gente no me entiende” o “No he tenido la oportunidad adecuada”.

      Me quedé pensando unos instantes y luego le comenté:

      —Así es, les ocurre como si se bloqueasen antes de intentarlo. Me hace pensar en cómo las empresas lanzan productos e imagino que en tu país sucede lo mismo ¿Te has dado cuenta de las energías que ponen en la promoción de un artículo? Lo anuncian en todas partes, lo exhiben en vallas, en televisión, con celebridades diciendo que es el mejor. Lo repiten tanto que millones de personas terminan comprándolo. Si una empresa puede hacer eso, ¿por qué no lo hacemos nosotros mismos?

      Cooper también se tomó su tiempo y respondió:

      —Sí, exacto. Es como esa idea que suena repetitiva pero es verdad: "Hará más por la felicidad de su matrimonio si le dice al menos una vez por semana a su pareja que la ama, que si solo se lo dice el día de la boda". Lo he repetido frecuentemente en mis sermones; todos lo sabemos, pero poco lo practicamos. Nos manipulan a diario con estos mensajes, pero casi nunca pensamos en usar esa misma estrategia para nosotros mismos.

      Me sentía bien en la conversación, pensé que ese diálogo podría ser de los whisky, puro y chimenea, con fondo de estante de muchos libros. Contesté así:

      —Sí, es verdad, te doy toda la razón. Nos cuesta mucho decir algo como: “¡Oigan, solo quiero que sepan que soy estupendo, fantástico!”. Es como si estuviera mal visto o que eso fuese un rasgo de vanidad imperdonable. Pienso que quizás sea porque desde pequeños nos enseñaron cosas como: “No te des importancia” o “Siempre di la verdad”. Pero, ¿qué es la verdad? La verdad es lo que se repite tantas veces que acabas creyéndolo. ¿Realmente cree que el detergente “Pepito” lava más y mejor que cualquier otro solo porque lo dice un anuncio? ¿O que los perros de verdad elegirían el alimento “Perrito”, o que fumar el cigarrillo "YYY" te hace ser más decidido y aventurero?

      Cooper George respondió muy veloz:

      —¡Totalmente! El otro día escuché al dependiente de un comercio decirle a una clienta: “Señora, parece diez años más joven”. Y ella, aunque dudó un poco, dijo: “No lo sé, no estoy segura”. Pero apostaría que en el fondo lo creyó, porque quería creerlo. Y es que queremos creer esas cosas. Así que, si uno quiere sentirse una persona fuerte, buena y feliz, tienes que empezar a influir en tu propio pensamiento. Tiene que repetirse cada día, diez o veinte veces: “Creo en mí”, o “Soy fuerte y lograré lo que me proponga”. O también levantarse cada mañana pensando: “Hoy será un día feliz, sin importar lo que suceda”.

      Me vino a la cabeza aquello de: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad” y dije:

      —Repetirlo hasta que se convierta en una verdad, como hacen las empresas. Lo que me dicen estas es que podemos hacer con nosotros mismos lo que los demás intentan hacer a través de la publicidad.

      —Creo que eso es exactamente —respondió mi amigo. Y lo que ellos intentan venderte casi nunca te va a dar más felicidad que lo que puedes conseguir con autoestima, confianza en ti mismo y fortaleza interior. Tengo plena confianza en que con esas tres cosas, puedes dominar cualquier estrategia de manipulación.

      —¡Así es! —exclamé. Otros juegan ese juego con nosotros, pero también podemos jugarlo a nuestro favor. Solo hay que decir en el momento oportuno: “Yo también juego.

      Ahora el pastor Cooper habló pausadamente, como paladeando sus palabras:

      —Parece sencillo, pero es una decisión poderosa. Si realmente quieres ser más feliz, tienes que imponerte ante el mundo y no dejar que otros te definan. Y en gran medida, nuestra felicidad depende de eso: de cuánto lograremos imponernos al mundo que nos rodea...

6 comentarios:

  1. ¡Que buena conversación!
    Demasiado interesante, como para ponerlo en vallas, radio y todos los canales de comunicación y todos lo interioricemos.
    ¡Muchas gracias por compartirla!

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  2. Este post es justo lo que necesitaba, ¡gracias por hacer temas complejos tan accesibles!

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  3. Choca con la religión católica. Dice la Biblia y tuvimos que aprender en los años 40 y 50 del pasado siglo en las clases de catecismo. La humildad es la cualidad de quienes son “temerosos de Dios, rectos, humildes, prestos para aprender y pacientes al sufrir ”Los que poseen este atributo están dispuestos a seguir a Jesucristo y su temperamento es calmado, dócil, tolerante, sumiso, obediente....Y recuerdas que eres el último en todo...

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  4. Con todos los respetos, el tono del texto y las ideas sobre ser “el último en todo” del anterior comentario, me recuerdan enseñanzas de líderes religiosos o material doctrinal que refuerzan la importancia de seguir a Jesucristo con un temperamento sumiso y obediente. Esto se alinea con escritos de "La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días" (mormones), quienes dan una tremenda importancia a estos valores; lo sé por desgraciada experiencia familiar.

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  5. Del escrito anterior me quedo con lo más importante que yo creo que es lo indica el párrafo siguiente: "Y lo que ellos intentan venderte casi nunca te va a dar más felicidad que lo que puedes conseguir con autoestima, confianza en ti mismo y fortaleza interior". Pienso que esta es la idea base. Estupendo diálogo.

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  6. Bueno, yo no creo que una mentira repetida miles de veces se convierta en verdad. Seguirá siendo una mentira que harta para muchos, aunque tome apariencia de verdad para algunos. Otra cosa es la autoafirmación para conseguir valorarse, siempre que seamos conscientes de nuestras posibilidades. Tenemos, entre los políticos sobre todo, pruebas de que no siempre sus mentiras se convierten en verdades, y la opinión que intentan transmitirnos de sí mismos es, simplemente, un sueño inalcanzable..

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