Miraba hacia
el cielo, creía haber visto uno de esos satélites que se confunden con las
estrellas hasta que fijas bien la vista y observas que es algo que se mueve
navegando entre ellas.
Jesús (me
refiero a mi amigo Jesús Almendros) seguía mi mirada tratando también de ver
aquel punto móvil. Pasaron algunos segundos y dijo:
─Probablemente
una de las variadas formas de sentirse bien, a gusto y feliz sea la de
proponerse estar tan contento y alegre como sea posible y en cualquier momento,
incluso buscando en el firmamento un punto brillante que se mueve.
Tomé un sorbo
muy pequeño de la copa bola y sin saber muy bien si venía muy a cuento le
contesté:
─Es una cosa
excelente ignorar completamente, cerrar la mente, a todos esos “hechos”
pesimistas y negativos que poder cambiarlos no está a nuestro alcance.
Nuestras
pausas eran grandes, a veces duraban dos sorbos.
─Creo que los
humanos sonreímos poco, ¿sabes cuál será la media diaria? ─preguntó Jesús.
─Tres o
cuatro, no sé, no se me había ocurrido preguntarme eso nunca. Pero sí, tienes
razón sonreímos poco. Tú no, tú sonríes muy por encima del promedio.
─¿Sabes por
qué?
Puse cara
interrogante y añadió:
─Es fácil. A
diario trato de sentir y comportarme un poco más amistosamente con respecto al
prójimo, con toda la gente. Intento ser un poco menos crítico y un poco más
tolerante con respecto a las faltas, las equivocaciones y los errores de las
otras personas. Trato de hacer la mejor interpretación posible de sus acciones,
aunque no siempre lo logro, claro.
─Esa es una
buena fórmula para ser más feliz ─le dije.
Jesús
prosiguió hablando:
─Creo que una
cosa que también sirve es que, independientemente de lo que ocurra, hay que tratar de reaccionar en todo de la forma lo más calmada e inteligente que sea
posible.
En el
firmamento, el satélite ya había desaparecido...
Ignacio Pérez Blanquer
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