Desde luego, y vaya por delante, no estoy
capacitado para contribuir en nada al tema de la ‘verdad’ que ha ocupado a grandes
pensadores de todos los tiempos. Mi reflexión parte de la creencia ─particular,
sin duda─ de que la verdad no es hoy un valor en alza, en estos tiempos de
tanto posmodernismo parece que la verdad, o las verdades, quedan reducidas a
meros convencionalismos.
Estos predican que la verdad
carece de sentido porque lo que existe realmente son lo que ellos denominan ‘constructos
sociales’. Cierto es que tampoco veo muy claro esto del “constructo”. Dicen (los
“entendidos”) que esto es una entidad que resulta de un sistema creado por los
integrantes de una sociedad. Y que los inmersos en dicho ‘constructo’ se
comportan como si tal ente existiera, asumiendo determinadas reglas
convencionales; de ahí ha surgido el “constructivismo social” que se dedica analizar
y estudiar los constructos sociales. O sea, la verdad no existe, pero hay una
mayoría que acepta unas reglas y que se comporta como si la verdad tuviese
existencia real, ¿voy bien así?
Incluso algunos de estos posmodernos han
llegado a afirmar que las ciencias no tienen por objeto buscar verdades, sino
que los que los científicos hacen es conversar y negociar (¿enredar?) mediante
lenguajes de símbolos. En mi humilde pensamiento, esta gente tiene una falta de
coherencia que asusta. ¿Acaso ellos no van al médico si enferman? ¿No existe la
enfermedad? ¿No existe el coronavirus? ¿El coronavirus es un “constructo social”?
Yendo un poco más allá pienso que tampoco les
valen los códigos éticos o morales, si no hay verdad, no hay verdad ética, ni
de ninguna clase, como por ejemplo: “la mentira es mala” o el “engaño agrede a
quien se engaña” o “la dignidad es necesaria”. ¿De verdad hay alguien que se
considere bien de la cabeza y que piense así?
Mario Bunge decía que la vida normal de hoy exige
un rico muestrario de verdades de toda clase y tipo. Y añadía que los posmodernos,
que niegan la verdad, sobreviven sólo porque hay otros que trabajan por ellos.