viernes, 7 de febrero de 2020

Hablar del tiempo es intemporal

     Este artículo que traigo aquí hoy lo escribí en el 2018, ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo!
     Publiqué en esos días varios artículos sobre asuntos meteorológicos y climáticos ─me dio por ahí una temporada─ y como hoy no está el día muy bueno y he echado un rato charlando del tiempo con varios amigos, lo pongo aquí de nuevo.

HABLAR DEL TIEMPO


     Llevamos una temporada en la que hablar del tiempo es una constante; no pasa un día sin que hayamos echado alguna parrafada con alguien respecto a cómo está el tiempo. Todos quisiéramos conocerlo anticipadamente, también culpamos al viento (el de Levante se lleva la palma) del dolor cabeza o en los inviernos más crudos nos quejamos del coste de la calefacción; el estado del tiempo es algo que se enmarca entre los supuestos principales de nuestra vida. El hombre ocupa una delgada capa de atmósfera y, no cabe duda, que nuestros estados físicos y psicológicos ─la vida─ están muy relacionados con el medio atmosférico que nos envuelve.
      Un amigo me comentó hace días:
      ─¿Por qué no escribes algo sobre el tiempo? Ahí siempre hay tema. Tú eres físico, algo debes de saber de todo eso.
      ─Sí claro. Lo que sé es lo mucho que ignoro sobre tantas, y tantas, cosas, y la meteorología no es de mis puntos fuertes ─le respondí con sinceridad.
      ─Pero todos hablamos del tiempo a diario, hacemos nuestras predicciones, nuestros comentarios. A veces, incluso, discrepamos de nuestros interlocutores y discutimos sobre el asunto ─insistió él.
      ─Pero ¿qué puedo decir? Todo el mundo sabe que la atmósfera rige la vida de muy diversas formas y proporciona los elementos que intervienen en los procesos biológicos. Y sabe, además, que es como una especie de defensa, un escudo, para muchos tipos de radiaciones, e incluso, de partículas que proceden del espacio exterior. De lo poco que estoy seguro es que los fenómenos del tiempo son entidades físicas que obedecen a leyes físicas y poco más. Te añadiré que me asombra mucho la adaptación de los humanos, y sus tareas, a su ámbito atmosférico de manera que únicamente puede soportar cambios muy pequeños sin sufrir trastornos.
      Creí que mi querido amigo ya no insistiría después de esta parrafada, pero me equivoqué, él volvió a preguntarme:
      ─¿Tú crees que el clima se puede cambiar?

      Me quedé un poco parado al escuchar el interrogante, quizás un tanto sorprendido. Realmente en los primeros instantes no supe que responder. Después de una corta pausa, pero muy meditativa, le dije:
      ─Probablemente sí podría hacerse, aunque pienso que aún nadie lo ha conseguido, ni tan siquiera cambiar el tiempo. Y desde luego no me gustaría que nadie pudiese hacerlo, ni que lo intentase; las consecuencias podrían ser devastadoras, ¿no te parece?
      Hizo caso omiso a mi pregunta y volvió al ataque:
      ─Has utilizado tres términos que me confunden un poco: tiempo, clima y meteorología ¿me los podrías aclarar, y diferenciar, un poco?
      Aquí encontré la puerta de escape y le contesté:
      ─Mira, lo tendré en cuenta, pronto escribiré algo sobre estas cosas que nos preocupan a todos y que son de nuestro día a día. Vale, tú ganas.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

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