Se han escrito bastantes libros y artículos
sobre los ‘pecados’ de los españoles, quizás uno de los más conocidos sea “El
español y los siete pecados capitales” de Fernando Díaz-Plaja que, quizás,
algunos de ustedes hayan leído. Pero hay otros, incluso uno que viene del
siglo XVI, se trata del titulado: “Agonía del tránsito de la muerte con los avisos y
consuelos que cerca de ella son provechosos”, (Toledo, 1537). Este libro lo
escribió el castellano Alejo Venegas de Busto, que fue un escritor y
humanista español del Renacimiento. En su libro definía los pecados específicos
de los españoles de entonces. Es posible que nuestros yerros de hoy no sean
exactamente los mismos que los de esa época aunque es muy probable que de ahí
procedan.
Venegas de Busto decía:
«El primero [de los pecados] es el exceso de
los trajes, cuales por exceder extraordinariamente al caudal ordinario de la
renta o hacienda, engendran ordinarias trapazas y pleitos, por cuya causa están
las ciudades afianzadas; y ese poco de la hacienda que había de andar como en
rueda del mantenimiento de casa, se va en las audiencias.»
Después añadía:
«El segundo vicio es que en sola España se
tiene por deshonra el oficio mecánico, por cuya causa hay abundancia de
holgazanes y malas mujeres, demás de los vicios que a la ociosidad acompañan
[...]. Los cuales si no tuviesen por deshonra el oficio de mecánico, allende
que represarían el dinero en su tierra que para comprar las industrias de las
otras naciones se saca, excusarían muchos pecados, que ordinariamente suelen
nacer de la ociosidad.»
El tercero lo expresaba así:
«El tercer vicio nace de las alcurnias de los
linajes, el cual, aunque parece común con las otras naciones, en esto es propio
de España que se da por afrenta la novedad de familia [...].»
Y luego:
«El cuarto vicio es
que la gente española ni sabe ni quiere saber [...].»
Para el escritor toledano los cuatro anteriores eran ‘pecados’ específicos, propios de los españoles, a los que había que añadir todos aquellos que afectan al resto de la humanidad:
Para el escritor toledano los cuatro anteriores eran ‘pecados’ específicos, propios de los españoles, a los que había que añadir todos aquellos que afectan al resto de la humanidad:
«De estos cuatro vicios tienta el diablo al
cristiano español, demás de los otros que son generales a todos los hombres.»
Posiblemente sin tener noción clara de ello, Alejo Venegas caracterizó las actitudes mentales que seguro que contribuyeron a
que España no participase en la revolución industrial: una tendencia al consumo desaforado,
el prejuicio social basado en un origen sin mancha y el desdén hacia las actividades
productivas, hacia la ciencia y la técnica.
Indudablemente, y desde mi punto de vista, el
cuarto “vicio” es el peor, el más relevante, porque la ignorancia y el
desprecio del saber y de la ciencia, explicarían perfectamente como España se
empezó a quedar atrás en todo a partir del siglo XVII y a separarse de la
evolución de la Europa de entonces.
Estoy de acuerdo, el no querer saber hace que un pueblo sea ignorante, y los ignorantes no progresan, esperan a que alguien los dirija y los manipule. Muy parecido a lo que estamos viviendo hoy.
ResponderEliminar"... porque Dios le negó sabiduría y no le repartió inteligencia." Job 39:17
ResponderEliminarHe visto a varias personas de menos de 60 años vanagloriarse de haber dejado de aprender por propia voluntad y alardear de haber decidido no aprender más nada en lo que le quede de vida, ni tan siquiera una receta nueva de un bizcocho. Esto es una especie de autoextinción, de suicidio intelectual, de no saber ni querer saber...
ResponderEliminarEs lo que hay, lo que tenemos.
No creo (no quiero creer) que sean demasiadas personas las que así piensen, deseo ser más optimista. Incluso, aunque exista un porcentaje de personas cuyas líneas de pensamiento vayan por ese camino ─cosa, que por otra parte, veo inevitable─ siempre habrá muchos más (espero que sea así) que deseen aprender, avanzar, estar al día y aprendiendo continuamente. De otra modo, sí que es verdad, nos veremos abocados a la extinción. Pero, ¿somos un pueblo tan viejo y gastado como para extinguirnos?
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