Creo que lo escribí
hace más de quince años, quizás entre quince y veinte. Recuerdo que se me
ocurrió un día cuando ─casi al amanecer─ paseaba a mis perros Shambeh (eso
quiere decir ‘sábado’ en idioma iraní) y Kussy por el parque. Caminaba cerca
del borde del río y ya aparecían frente a mí, por el Este, las primeras
claridades. De súbito se me ocurrió ese ‘Padre Nuestro’ al que luego, en casa,
dí forma definitiva.
Después lo lancé a volar
por Internet; antes lo envíe a algunos amigos y también lo puse en algunos
foros.
Estuvo retenido en mi
memoria durante algún tiempo y luego lo olvidé. Cuando pasaron unos años lo
recibí en un e-mail, un amigo me lo enviaba sin tener la más leve sospecha de que yo era el autor de la oración que me remitía. Pasados dos o tres, años, otra
vez lo volví a ver en Internet. Desde entonces lo he encontrado de diversas
maneras varias veces. Ayer lo volví a recibir; parece que de forma cíclica
regresa, como si no quisiese separarse de mí, ni ser olvidado.
Hoy lo he releído, con
mucho cariño ─ya por enésima vez─ y he decidido darlo a conocer, otra vez,
desde aquí.
Al fin y al cabo
forma parte importante de “mis cosas”...
Hace tiempo que no veía ese Padre Nuestro y lo acabo de recordar según lo iba leyendo y me sigue pareciendo una oración preciosa, pura y sincera. Creo que también al Él le gustará. ASÍ SEA.
ResponderEliminarEs una preciosa historia circular, Ignacio, e igualmente preciosa tu versión de la oración secular del padrenuestro. Me ha gustado mucho.
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