Mi
nieto de nueve años es un preguntón, siempre plantea interrogantes
curiosos envueltos en una seductora sonrisa. Ayer me decía que hay
personas que hablan con las plantas y que las plantas les hacen caso
y crecen mejor, más rápido y echan flores más bonitas. Lo miré
con ojos de asombro y le añadí:
─También
hay gente que les pone música y dicen que reaccionan ante los
sonidos.
─¿Tú
qué crees abuelo? ─dijo fijando con fuerza sus ojos.
Me
paré un poco observando los cactus que había puesto sobre mi mesa
y después le dije:
─Quizás
las plantas sean capaces de percibir la actitud que nosotros tenemos
ante ellas, no lo sé. Yo no he visto, o no he notado, nunca que
alguna planta haya reaccionado ante mí. Sí sé que hay experimentos
científicos sobre las percepciones de las plantas y sus reacciones y
con resultados muy sorprendentes.
─¿Qué
resultados? ─preguntó poniendo una tremenda cara de curiosidad.
Sonreí
haciendo una pausa para despertar más su interés.
─Alguna
de esas experiencias han revelado que son capaces de reconocer
a sus dueños o reaccionar, como te he dicho antes, ante la música.
Y parece que hay plantas que les gusta ser mimadas y cuidadas.
Entonces
me soltó lo siguiente:
─Eso
debe ser por la energía, ¿no abuelo?
─¿A
qué te refieres con eso de la energía? ─le pregunté poniendo
cara extraña.
Muy
rápido respondió:
─Es
que a lo mejor tiene un campo de energía alrededor y por ahí lo nota
todo.
Le
contesté diciéndole:
─Eso
de un campo de energía es muy socorrido pero no es tan fácil de
probar, aunque sirve, es verdad, para explicarnos muchas cosas raras y
oscuras. Creo que los buenos jardineros deben saber algo de estos
asuntos.
─Yo
le voy a preguntar a la otra abuela que tiene muchas plantas y que
papá dice que tiene muy “buena mano” para ellas.
─Es
muy buena idea ─le contesté─. Pero hay un sencillo experimento
que podemos hacer y que puede enseñarnos algo interesante.
Rió
diciéndome:
─¡Qué
te gustan los experimentos! ¿Qué experimento?
─Pues
uno muy sencillo, ¿por qué no ponemos dos plantas de interior,
iguales en todo, en habitaciones separadas? A una la tratamos bien,
con mimos y cariños, con música, pasamos tiempo con ella... A la
otra la visitamos poco, no le damos mimos, ni le ponemos música, ni
le hablamos...
Asentía
con su cabecita y doblaba el labio de una manera peculiar para
señalar comprensión:
Proseguí
comentándole:
─Observaremos
qué sucede al cabo de un cierto tiempo, probablemente extraeremos
conclusiones interesantes.
─¿Y
las regamos lo mismo a las dos?
─Sí,
por supuesto, a las dos les echaremos el agua suficiente.